Neuromante

Cuando decimos "ciberpunk" decimos "Neuromante". Cualquier relato, película o videojuego de este género contiene uno o varios elementos ya presentes en la novela: un futuro sucio e iluminado por neones, grandes y poderosas corporaciones, informáticos conectados al ciberespacio a través de implantes o complicados sistemas de realidad virtual, miembros artificiales con funciones no precisamente ortopédicas... Neuromante ya introdujo esto.

Eso significa que cuando nos ponemos a leerlo puede parecer que ya conocemos ciertos elementos que se han convertido en clichés o que el relato tiene una complejidad que no es necesaria, pero debemos leerlo con los ojos de todos aquellos que se enfrentaron a sus páginas sin conocer lo que era un ordenador o un antivirus ni una conexión a lo que luego sería Internet. Según cuenta el propio William Gibson tuvo que aclarar mil veces que él escribía con una máquina de escribir y no conectado a un poderoso ordenador, como muchos fans de sus novelas pensaban. Esto da una idea de lo innovadora que fue Neuromante en su momento.

Ahora la gran duda. Dado que la tecnología imaginada en la novela es cotidiana e incluso ha sido superada, ¿deberíamos seguir hablando de ciencia-ficción o de realidad alternativa?