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Crítica de LEMB


LEMB
06 October 2020
Élisabeth Bathori, para quien la memoria del pasado es algo fundamental y necesario para entender el mundo, se encuentra en un momento anímicamente muy bajo cuando una mujer, con la que ya había tenido contacto, le deja en herencia las cartas que su tío Alban de Willecot le escribió a un famoso poeta francés durante la I Guerra Mundial, además de una pequeña propiedad en el campo que acaba convirtiéndose en un refugio. A partir de ahí, la supervivencia de Élisabeth se enraiza con su afán por descubrir qué le ocurrió a Alban, quién era la mujer a la que hace referencia en alguna de sus cartas, qué pasó y qué no pasó, y cuál era su relación real con el poeta, además de transmitir un amor excepcional por la fotografía antigua.

Con una narración fluida y muy cercana, la protagonista establece, a través del texto, un diálogo con alguien que ya no está, a quien se dirige recordando momentos y sentimientos, a la vez que le va explicando el camino que va recorriendo en busca de la historia detrás de las cartas y las pocas fotos que tiene. Esto hizo que pronto me encontrase muy dentro de la lectura y muy cerca de Élisabeth. Pensad que entendía su dolor y su reacción aislándose del mundo, a la vez que la acompañaba en cada paso que iba dando. Casi es como si la autora consiguiese que tú fueses la persona que está al otro lado, es decir, a quien le habla Élizabeth, cerrando así el esquema de comunicación entre el transmisor y el receptor, siendo el mensaje esta fantástica novela.

El interés por los dos hilos argumentales es paralelo; por un lado, está esa búsqueda, esa investigación que va haciendo que nuestra protagonista se mueva y descubra y avance; y, por otro lado, tenemos las ganas de saber qué le ha llevado a esa situación tan desesperada, tan amarga, tan solitaria y tan, incluso, autodestructiva. El dolor se convierte en algo fundamental para entender bien a Élizabeth.

El olor del bosque está lleno de personajes reales, de personajes con vidas independientes casi fuera del texto, con todas las preocupaciones y los sinsabores posibles, al lado de ciertas alegrías; no hay nadie idealizado ni nadie perfecto. Quizá, a veces, entendemos que el recuerdo de ese alguien a quien ella escribe, o habla, puede estar algo maquillado, pero es inevitable pensar que los recuerdos se llevan siempre parte de nuestra imaginación al volver a ellos.

La autora consigue dar vida a cada uno de los personajes a pesar de esos cien años pasados, a través de las palabras o de las imágenes va descubriendo la historia, es decir, los hace reales, los hace visibles, sienten, y tú eso lo percibes, al igual que lo hace la propia Élizabeth.

Maravilloso es ir leyendo poco a poco esas cartas que Alban le enviaba a Massis donde vas notando ese cambio de actitud en él a medida que avanza el conflicto bélico, y donde te das cuenta de otra de las esencias de esta novela: la guerra y la paz.

Qué importante es la memoria; qué importante es un nombre para demostrar que hay una historia detrás, que se ha vivido y que merecía la pena. Creo que la novela habla un poco de esto. No es la primera vez que me encuentro con ese miedo a que la existencia desaparezca. El papel de la protagonista, Élizabeth, es un poco la de dar visibilidad a los desaparecidos engullidos por esa guerra, por el olvido, el tiempo y el desconocimiento. Historias, vidas, sentimientos, todo junto. Es increíble cómo está todo construido.

Al final, en los agradecimientos de la autora donde hace referencia a esa necesidad de dar voz a tantos anónimos que la guerra sesgó, y cuya existencia «devora».

Magistral. Creo que es una historia muy bien contada. Tiene de todo. Es intimista, profunda, llena de sentimientos y, a la vez, crea intriga y te mantiene con la intención de averiguar qué ocurrió y cómo se entrelazan las vidas de este joven soldado astrónomo en la I Guerra Mundial, su famoso amigo poeta y una joven inteligente y amante de las matemáticas. Es curioso porque cuando crees que es de una manera el libro, te sorprende. Es un canto a la paz y levanta incluso sentimientos al llegar a conocer tanto a unos personajes a través de sus palabras. También es un canto al recuerdo, a la familia y a la vida.

Otra de las cosas importantes para mí es el valor que le da este texto a la palabra escrita. A principios del siglo XX, la carta era algo fundamental, era el medio esencial de comunicación perdurable. Son muy importantes. Hay una parte escrita esencial en esta novela, no solo a través de las palabras de un diario personal, sino a través de esas epístolas. Luego habla de la vida, de los recuerdos y de la soledad. También habla de renacer. Todo en parte hace un conjunto que aporta muchísimo valor.

En resumen, fíate de mí, merece la pena.


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