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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
22 November 2019
Hoy, justamente hoy, se cumplen 200 años del nacimiento de Mary Anne Evans, que para la historia de la literatura ha quedado con ese pseudónimo masculino tan inevitable en su época: George Eliot. Mi intención era traeros alguna de sus consideradas grandes obras (como Middlemarch, una obra maestra se mire como se mire, Daniel Deronda o El molino del Floss), pero las cosas se me han complicado mucho las últimas semanas y me ha resultado imposible releer una novela de esa envergadura a tiempo. En su lugar os traigo Silas Marner, que en España solo está editado actualmente por Alianza en edición de bolsillo (pero lo que importa es el interior, y este interior es muy bonito).

La novela lleva el título de su protagonista, Silas Marner, un hombre que, en su juventud, vivía en la gran ciudad y pertenecía a una comunidad a la que se llega a denominar como "estricta secta religiosa" (sin darle nunca nombre). Tras sufrir un gran desengaño y una gran traición dentro de ese grupo, abandona la ciudad y acaba con sus huesos en el pequeño pueblecito rural de Raveloe. Pero Silas ha cambiado, desconfía de las personas y se encierra en sí mismo de tal modo que su vida se reduce a su profesión de tejedor, del que es un maestro y sus piezas son muy codiciadas, y al oro que va juntando gracias a su trabajo, que dada la vida tan reclusiva que lleva se amontona a ojos vista. No se relaciona con nadie, en el pueblo es considerado un bicho raro y su casa objetivo de casi todos aquellos niños de los alrededores que quieren vivir aventuras. Pero tras quince años en Raveloe, la vida de Silas dará un giro de 180 grados por dos motivos: el primero es que alguien le roba lo único que da sentido a su vida (el oro), y lo segundo es la aparición en el salón de su casa de una niña de apenas dos años cuyos rubios rizos pronto se convertirán en sustitutos de las codiciadas y añoradas monedas doradas.

Esta podría ser la sinopsis de la novela, pero la verdad es que para mí se queda corta porque aunque Silas Marner podría ser considerado el protagonista, lo cierto es que el pueblo de Raveloe en sí mismo lo es también, así como algunos vecinos muy concretos de la localidad que, llegado un punto, comparten casi a partes iguales la atención del lector. Me refiero sobre todo a Godfrey Cass, porque su historia es tan importante para la narración como la de Silas, y de hecho la autora usa a este personaje como contrapunto al propio Silas en varios aspectos que aquí no puedo desglosar sin contar más de lo debido. Más que nada quería dejar claro que esta novela se llama Silas Marner, pero cuenta más historias aparte de la suya y que los secundarios, a mi parecer, no lo son tanto: el protagonismo está bastante más repartido de lo que en principio pueda parecer.

Me gustaría adentrarme más en la historia, pero ya el hecho de contar el robo del oro y la aparición de la niña, que es lo que se sabe a poco que se busque sobre esta novela, me parece contar demasiado, porque algunas de esas cosas ocurren bien avanzado el libro. En cualquier caso, las bases de la historia están ahí mismo: el desprecio por el mundo material, la codicia y el egoísmo, y el beneficio espiritual que supone la apertura al mundo que nos rodea, la aceptación de la solidaridad de los demás y la demostración de que vivimos mejor en sociedad que encerrados en nosotros mismos... lo que para Silas es en principio la mayor de las desgracias, en realidad es el comienzo de una nueva vida más feliz, plena y tranquila. Este es el camino por el que Silas transita durante el libro gracias a los dos sucesos que cambian su vida, y ese es ni más ni menos que el camino que los lectores andamos junto a él. Todo fluye con naturalidad, de manera progresiva pero realista, con pinceladas aquí y allá que ayudan a perfilar no solo al personaje de Silas, sino a los de sus vecinos, que tienen mucho que decir en esta historia.

Así pues, Silas Marner es una novela amable, sencilla en apariencia, llena de buenas intenciones y mejores sentimientos. No por eso deja de haber personajes con mal fondo o personajes que guardan bajo llave errores del pasado, pero todo dentro de un ambiente y un devenir tal de la historia que sabes que te conduce, inexorablemente, hacia un final sino feliz por completo, sí al menos satisfactorio para casi todas las partes. La narrativa es precisa, elegante y fluida, y en las reuniones de gente, ya sea en la taberna del pueblo o en la cena de la noche de fin de año, la autora exhibe un talento para los diálogos y el intercambio de dimes y diretes simplemente fantástico, derrochando una ironía y un buen humor que sacan sonrisas al lector quiera este o no quiera. Deliciosa, si tuviera que describirla en una sola palabra.

No voy a cometer el error de comparar Silas Marner con algunas de las consideradas grandes novelas de Eliot porque cometería una injusticia. de hecho se dice que, de su propia obra, esta era la favorita de la autora. Lo cierto es que detrás de esa aparente candidez se esconde una novela en la que la ironía se da la mano con un agudo retrato de la sociedad rural inglesa del siglo XIX en el que no falta crítica social en diversos ámbitos, ya sea a niveles más mundanos como la importancia de las apariencias en la alta sociedad rural como a niveles más complejos señalando el desarrollo industrial y en lo que se estaban convirtiendo las grandes ciudades en la época de publicación de la novela. Habrá quien diga que la novela tiene cierta pátina moralizante, pero a mí no me ha parecido en absoluto ñoña ni excesivamente sentimental... más bien al contrario. Siempre digo que los clásicos hay que leerlos en contexto y teniendo clara la época en que fueron escritos, y Silas Marner no es diferente. Es una novela decimonónica y los temas que se trataban en aquella época son los que son, pero Eliot se ahorra moralinas y adoctrinamientos, y ni falta que le hacen a la historia.

Quienes queráis conocer a George Eliot y no os apetezca meteros entre pecho y espalda tomos que van de las seiscientas a las mil páginas, os aconsejaría comenzar con Silas Marner. Es un clásico cortito, fácil de leer, que deja muy buen sabor de boca, hace sonreír y cuenta una historia bonita, que no es poco. Iría más allá y os diría que es una lectura ideal para estos días de invierno y frío, bajo una manta y un té o chocolate caliente a mano, e incluso para las fechas navideñas que se avecinan, ya no solo porque varios capítulos están ambientados en esos días, sino porque el mismo espíritu del libro se ofrece a ello. En cualquier caso, es una historia que se lee en un pispas y que, de un modo sencillo y nada artificioso, ofrece una trama con más lecturas de las que parece a primera vista.

Este no es el primer libro que reseño de George Eliot por aquí. Hace un par de años os traje un ensayo, Las novelas tontas de ciertas damas novelistas; ese ensayo es la mejor manera en la que puedo presentaros a la autora, una mujer de muchísimo carácter que no se callaba una y defendía con vehemencia el talento de las mujeres escritoras para desarrollar su obra literaria más allá de lo que se consideraba en aquella época "literatura escrita por mujeres", aun a costa de criticar a las mujeres escritoras que carecían de dicho talento y que escribían precisamente ese tipo de literatura (motivo por el cual la pusieron a caer de un burro, ¿quién era ella para criticar a nadie?... no fue muy sutil, no, pero dijo muchas cosas que a día de hoy siguen debatiéndose). Ella usaba seudónimo no porque no fueran a publicarle por ser mujer, sino porque quería que la tomaran en serio y no la metiesen en el mismo saco de cierta (mala) literatura femenina que se publicaba en la época. Se puede estar más o menos de acuerdo con ella en las formas, pero el fondo sin duda bien merece unas cuantas reflexiones (y además te ríes mucho en el proceso de lectura... xD).

Cuando hace unos años visité el cementerio de Highgate en Londres, lo primero que hice fue visitar la tumba de George Eliot; era lo prioritario, después ya hice el recorrido de rigor. Admiro muchísimo a esta autora, y no puedo evitar un pequeño arrebato defensor de su obra, porque era una escritora maravillosa pero no es una Brontë, ni una Austen... no existe en torno a ella ese movimiento de adoración y, en consecuencia, no arrastra las hordas de fieles que otras autoras del XIX sí arrastran. Por eso estoy bastante segura de que hoy, en el bicentenario de su nacimiento, poca gente en prensa, artículos de opinión, etc... va a acordarse de ella. Por eso, porque no mueve masas, tampoco se han acordado las editoriales: no han salido ediciones conmemorativas, no se han traducido ni publicado novelas que todavía permanecen inéditas en castellano ni se han mejorado las ediciones de algunos de sus libros en honor de una efemérides tan, tan significativa como esta (como muestra, el libro que hoy os traigo). Da mucha pena, pero también, en el fondo, da igual. Quienes la hemos leído una vez nos quedamos con ella para siempre y supongo que, al fin y al cabo, es lo que un escritor busca, lo que importa. Y los lectores de Eliot somos muy fieles.

Gracias por tanto, Mary Ann.
Enlace: http://inquilinasnetherfield..
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