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Crítica de richmarcelo


richmarcelo
09 August 2022
‘Cotidiana obscuridad' apertura el libro, el cuento está dividido en tres partes: El umbral de la obscuridad, La blanca obscuridad, En la blanca obscuridad. El oxímoron «blanca obscuridad» demarca el tema central: la aparente claridad que brinda un trabajo mecanizado y pragmático, pero, a la vez, la sensación de sumergirse en un espacio que opaca la vida humana; es decir, estar encerrados en una jaula de oro.

El narrador protagonista acude a una entrevista de trabajo en un Ministerio, un lugar al que se lo describe como impecable, ordenado y eficiente. Incluso los personajes no necesitan tener un nombre completo, basta con una letra para seriarlos e identificarlos. El ambiente mecanizado y monótono nos recuerda la crítica social hacia las instituciones británicas ejercida por la banda londinense Pink Floyd (cabe mencionar que Garzón, según varias biografías, fue un confeso seguidor de dicha banda de rock).

El aspirante al puesto de trabajo vacante es evaluado e inducido. En medio de estas acciones, se altera el universo burocrático con un intento de flirteo entre el personaje principal N y J, una de las secretarias, con resultados consabidos.

En el relato ‘Interrupciones 2', el narrador omnisciente narra lo que ocurre durante una noche de toque de queda. El marco escénico es la ciudad y el palacio de gobierno. El grupo de personajes, nombrados con un número, están en medio de un operativo armado para asaltar el palacio; el objetivo principal es el dinosaurio (¿presidente/dictador?). El lector deberá determinar las acciones cometidas por la bestia para que lo quieran eliminar así: «dispararle a la cabeza para asegurarse de que no volviera a devorar a nadie, porque nunca tendrá oportunidad de verificarlo.»
Sobre ‘Segundo canto a MW', el primer canto consta en Brutal como el rasgar de un fósforo, titulado ‘Apuntes 7. Primer canto a MW', por lo que, se intuye que este otro, también podría pertenecer a la serie ‘Apuntes', aunque no se especifica. Fechado «segundo doce de marzo, esta vez de 1987». En este relato experimental se revela que MW pertenece al nombre de una mujer.

Se trata de uno de los trabajos más íntimos de Garzón, incluso él se coloca como personaje principal y crea una entidad interlocutora llamada Gus; similar a la presencia imaginaria Bunbury, de la obra teatral La importancia de llamarse Ernesto de Óscar Wilde. Gus tiene como trabajo «hacer pedazos el silencio y sacarle de su concentración» a Gustavo, a través de la música; no se lo define, pero, se sugiere, posee un aspecto de insecto; quizás una mosca, ya que es un símbolo reiterativo en el imaginario garzoniano.
El lenguaje empleado es sencillo y coloquial: «pendejos», «gran putas», «mala nota», «jode», «please», «chancecito», «mierdero», «taitico», «pilas». En la estructura del relato se adjunta un dibujo —hecho por Garzón— y un prosema caligrámico. Los diálogos son entre Gustavo y Gus, destacando uno en el que, a propósito de la reproducción de un casete de Pink Floyd, Gus canta la letra original de la canción y Gustavo la adapta y en ella menciona a MW.

Se cuenta que MW ha dejado a Gustavo, por sugerencia de su propia entidad imaginaria, bautizada como Be. En el prosema se explica el motivo del abandono y se hace una crítica a la sociedad occidental que norma y configura las relaciones de pareja, bajo ciertos parámetros.

‘La cortina' es un evidente homenaje a la cantante estadounidense Madonna. El narrador protagonista está tras bambalinas y va describiendo lo que observa del concierto de la artista (detrás de una cortina invisible). Suena ‘Papa don't preach' y el espectador-voyeurista-enamorado intercala las descripciones con las líneas de la canción. Queda en lo no dicho la identidad del protagonista y su relación con la artista.

En Vivo en medio de tantos muertos se repite ‘Es hora, dijo la mosca' de Brutal como el rasgar de un fósforo, con una pequeña diferencia: el epígrafe de Henry Miller consta al final y no al principio.

El relato ‘Vivo en medio de tantos muertos', que da nombre al cuentario, con su título y el epígrafe dirigido a Liliana, introducen al lector al escenario «fangoso», complicado y poco prometedor que le espera.

Desde el principio se rompe el tiempo normal de la narración, ya que, el narrador omnisciente, describe y vive los sucesos pasados y futuros a la vez. El protagonista principal está en un parque, un parque en tiempo pasado en donde Liliana buscó consuelo de su parte y, a la vez, está en un parque presente en medio de una protesta social.

Algo le contó Liliana a Raúl generándole agobio, así se configura un problema sentimental —lo humano—, en medio de una protesta —drama humano—. Un verso define la situación de Raúl: «certeza de estar vivo en medio de tantos muertos», o acaso, ¿es un muerto en medio de tanta vida?
‘La hipocresía de los claveles' está dividido en dos partes. Haciendo uso de un lenguaje poético se narra un conflicto de parejas, una relación imposible entre el protagonista y Miriam; quien es, de las tantas parejas que ha tenido, la que, en su diferencia, compagina con él, que también es diferente: «me recibió como si fuese lo único que aún podría apuntalar a la comprensión a la que ella había arribado.» Él es la columna y soporte de ella, la última fuerza para seguir sujeta a lo social. Él es distinto a su esposo, distinto a ese mundo opresor y acartonado: «Siempre fui la brizna de hierba en el ojo de la sociedad a la que te quisieron hacer pertenecer». Aunque nada es suficiente cuando la muerte ha decidido acampar y conquistar por entero a un individuo: «yo era incluso el cómplice que quizá te dotó de las pastillas necesarias para remorir». al final del relato se mencionan, tal parece, algunos nombres de autores favoritos de Garzón: Swift, Borges, Sábato, Poe, Whitman y Serrat.

Acerca de ‘Susana a las ocho y treinta y dos', el título nos da la pista sobre la hora que se repetirá a lo largo de la historia. El relato, curiosidad aparte, muestra lo sentido por el humano cuando ocurre una desaparición (¿nueva premonición de Garzón?), es decir, desasosiego, incertidumbre, deseos frenéticos de buscar al otro, alteración de la normalidad.

Hermen cae en cuenta de la ausencia de Susana, mientras la busca empieza a hacérsele tarde para ir al trabajo y el tiempo normal se congela en el tiempo de la desaparición: ocho y treinta y dos. Busca a Susana por todos los rincones de la casa, no está en la calle, no está en el parque; ensaya explicarse a sí mismo que, quizás, salió de compras y que pronto volverá. Susana, tiempo antes, le había preguntado sobre qué haría si ella le abandona. Él decide no irse sin antes saber de su paradero.

‘Besos del frío' es un relato relativamente corto. A rasgos generales evoca el instante de fusión íntima con una amante etérea. El narrador personaje está preso. Casi como una confesión y en el pequeño espacio en el que está encerrado, trata de recuperar el exterior. Cada recuerdo es liberador, cada beso rememorado le da un instante de libertad, pero, a la vez, cada beso hiere, casi como un impacto.

‘Apuntes 6', Segundo canto, se presume está dedicado a Ene y se señala en el epígrafe inicial que es una «Desestructura de nuestro cuento»; en claro homenaje a los desestructuradores del cuento, en especial, como se verá, un homenaje casi directo a Humberto Salvador.

El narrador protagonista evoca a alguien más, un nuevo amor para la lista: «Alguna vez me dijeron que a mi edad uno se enamora ya no con el corazón, sino con la cabeza.» Sin embargo, no se considera a sí mismo como un entendido en la materia, tampoco quiere definir al amor como poeta, a pesar de que, a ratos, se deja llevar por la manía y crea pasajes harto poéticos.

En general, el relato parecería ser un comunicado dirigido a Ene. También, hay una ruptura de la, por decirlo de alguna manera, cuarta pared. El narrador se comunica con los lectores a través de paréntesis, aclara y explica con ellos, se vuelve filósofo: «Tanta vuelta para nomás de contarles que los planetas giran, aparentemente, sobre sí mismos, pero cada giro ya no es sobre sí mismos porque han envejecido» (Heráclito); y hasta se vuelve sardónico: «ser ¿democracia es el gobierno del pueblo o un Demócrito en desgracias?», «ser como un huevo: absolutamente íntegro y absolutamente sencillo, pero sin la fragilidad del huevo. O sea que, dejándonos de huevadas…».

Cuando el narrador reflexiona sobre el auto conocimiento, regresa todo al principio; borrón y cuenta nueva en el relato. Ahora, se evoca a sí mismo fumando, recostado y leyendo novelas de guerra. Luego, cita un poema y esto da paso a una intertextualidad que la siente con Humberto Salvador: «¡Mierda!, la una y mañana tengo que madrugar. ¿No vieron en dónde puse la novela?» (En la ciudad he perdido una novela). Obra publicada en 1929 en la que Salvador, abogado, psicólogo, catedrático e introductor de la novela de corte freudiano, presenta un concierto de personajes en devaneos psicológicos, introspecciones existencialistas y fuertes problemáticas que enfrentar; todo al amparo, y so pretexto, de la ciudad, de Quito.

Para Salvador, en sus propias palabras: «El verdadero escritor es aquel que ve el mundo desde un punto de vista personal.» , y, refiriéndose a la psicología y literatura: «Consciente o inconsciente uno debe tocar los problemas reales del hombre; la época en que vive y los problemas que se confrontan políticamente» .

Este «perderse», siendo la ciudad la obra literaria y, a su vez, también siendo la ciudad el lugar en el que se pierde la misma obra y el literato, es algo típico en Garzón, no solo en la serie ‘Apuntes', como ya se ha visto, sino en varios de sus relatos. En la novela de Salvador, y en la cuentística garzoniana, los personajes deambulan por la ciudad y sus rincones; existen en lugares urbanos, como departamentos, viviendas, iglesias, parques y ministerios; encarnan al flâneur de Walter Benjamin . Paseantes a la espera de lo inhóspito y el descubrimiento, expectantes de lo que se les presente y detone la cavilación, casi siempre acompañados por un ente femenino que sea su Beatriz, su musa inspiradora.

‘Tu rostro en la multitud' cierra Vivo en medio de tantos muertos. Nuestro flâneur ejecuta un último viaje, un último recorrido con parada final en su casa de San Juan, en su Quito. Los acontecimientos inician con una fecha y hora definidas: «Miércoles veintiuno de febrero de mil novecientos noventa, seis y quince de la tarde». El motivo del callejeo es para escapar de la presencia de Leonor y así «disolverla», no obstante, cada rincón de la ciudad le devuelve el fantasma de ella; además, hace que se encuentre con una mujer que lo persigue, una que quizás sea su contraparte. Una mujer con sus mismos problemas, igual de obsesionada, pero por un hombre: «Quizás somos objeto de dimensiones cortazarianas que pueden darse, que pueden estarse dando, pero que al ser tan evidentes uno las rechaza en nombre del sentido común, o de la vergüenza.»

El viaje del flâneur inicia en la avenida de la Prensa, con dirección al sur de la urbe. En las calles la gente empieza a alterarse por la lluvia. El personaje principal sale de una panadería en la Ye y es ahí en donde se le presenta la misteriosa mujer perseguidora, al frente de la calle. Se percata de la iluminación de la avenida Diez de Agosto. Observa a la masa laboral dirigiéndose a sus hogares en el norte, en San Carlos, Carcelén y La Ofelia. La mala disposición de las calles no le permite cruzar con rapidez la intersección de la Diez de Agosto y Naciones Unidas. Sin embargo, él no está de apuro y deja a la masa en su vertiginoso frenetismo. La ciudad le devuelve a Leonor a las seis y treinta y cinco. El flâneur recuerda la tienda cerca de la calle Mañosca, allí venden cigarrillos. Llega a la Mariana de Jesús y se sienta en una banca cerca de una cancha en pleno juego de voleibol. Se le presentan varios lugares: la cantina Las Huaquitas, quizás ahí se puedan resolver las cosas; la botica, quizás ahí pueda llamar a Leonor. Observa a la gente que juega, la que no cruza la calle por el puente peatonal, la que espera el autobús, el tránsito de vehículos. La mujer perseguidora se detiene junto a la puerta del colegio Francés, él trata de imitar sus gestos para seducirla, de pronto tenga un affaire con ella. La mujer va al sur, ahora él la sigue. Siete y cuarto, está en la avenida Colón y, de nuevo, piensa en llamar a Leonor. Otros lugares: la ferretería Kywi, el Bar Patricia. A la altura de la Pérez Guerrero ella vuelve a perseguirlo. ¿Y si le invita algo en el café Royal? No obstante, decide entrar al bar Peñón y pedirse una cerveza. Se había despedido de Leonor a la una y treinta, quedó en llamarla, ella quería contarle algo. La plaza Bolívar, el reloj del Banco Central que da las doce y cuarto, una transversal hasta la calle Vargas, buscar un ascenso al barrio, la cuesta de la Matovelle, San Juan. Atina a identificar que su agonía empezó en la avenida de la Prensa.
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