InicioMis librosAñadir libros
Descubrir
LibrosAutoresLectoresCríticasCitasListasTest
ISBN : 9681658124
484 páginas
Editorial: Fondo De Cultura Economica (02/11/1999)

Calificación promedio : 5/5 (sobre 2 calificaciones)
Resumen:
Esta antología reúne gran pA de la obra cuentística de Jesús Gardea (1939), escrita durante casi 20 años y que forma pA de la llamada "Literatura del desierto". Son historias que muestran las inquietudes esenciales de la gente del norte de México sobre la muerte, el rezo y el significado de la vida, y cuyos personajes toman el color dorado del polvo de las tierras desérticas.
Comprar este libro en papel, epub, pdf en

Amazon ESAgapeaCasa del libro
Críticas, Reseñas y Opiniones (1) Añadir una crítica
joseluispoetry
 26 July 2019
EL IMPRESIONISMO LITERARIO Y LA EPIFANÍA JOYCEANA, EN JESÚS GARDEA ROCHA.
Un poema bien hecho y bello cuesta tanto
como un cuento bien estructurado y hermoso.
Jesús Gardea.

Pocas cosas más melancólicas de leer,
en nuestra literatura contemporánea,
como un cuento de Jesús Gardea.
Christopher Domínguez Michael.
"Reunión de cuentos", de Jesús Gardea, publicado en 1999 por el Fondo de Cultura Económica es, precisamente, un compendio en el que aparecen cinco libros de su narrativa corta, con un total de 58 cuentos en casi medio millar de páginas: Los viernes de Lautaro (1979), Septiembre y los otros días (1980), volumen éste con el que el autor obtuvo el prestigiado premio de escritores para escritores Xavier Villaurrutia en 1981, de alba sombría (1985), Las luces del mundo (1986) y, Difícil de atrapar (1995). A pesar de que fueron publicados a lo largo de dieciséis años, todos y cada uno de los cuentos parecen haber sido escritos en un solo tiempo y con una misma ambientación entre anímica y realista.
En 1995, el crítico literario más prolífico de México, Christopher Domínguez Michael, en el libro, La Literatura Mexicana del siglo XX, escrito en colaboración con el destacado ensayista José Luis Martínez, después de afirmar que la novelística de Jesús Gardea, siguiendo el ejemplo de los constructores de ciudades imaginarias, como William Faulkner, Juan Carlos Onetti y Gabriel García Márquez, y bajo la influencia del realismo mágico, había situado Placeres a mitad del desierto, anota esta frase lapidaria y a todas luces injusta:
El lirismo de Gardea es, a veces, empalagoso.
Desde los tiempos de Gustave Flaubert, la narrativa ha soñado con alcanzar la intensidad, el ritmo y la inexorabilidad de la poesía. Joseph Brodsky afirma que leer poesía es desarrollar el buen gusto literario porque, según él, cuanta más se lea, menos tolerante se volverá el lector ante la verborrea política, filosófica, histórica y de ficción. En la narrativa, asevera Brodsky, el buen estilo siempre habrá de ser un reo de la precisión de relojero, de la rapidez y de la lacónica intensidad de la tesitura poética. Ésta, reafirma el escritor ruso, enseña el valor de las palabras y las alternativas que existen a la mera composición lineal. La omisión, el énfasis y el anticlímax son otros de los valores que la lírica hereda a la prosa.
En el siglo XX, para grandes escritores como Samuel Beckett y Vladimir Nabokov, por ejemplo, publicar versos es, aparentemente, un mero acto caprichoso.
En México hay buenos narradores que también han escrito poesía o viceversa, como Ethel Krauze, Raúl Renán. Otros autores navegan entre una oralidad y la escritura subjetiva, como Ricardo Elizondo y Eraclio Zepeda. En el norte mexicano se barajan también algunos nombres en los que la ficción resulta ser una prosa de poeta: Comenzando por el coahuilense Julio Torri, el bajacaliforniano Daniel Sada, los chihuahuenses Carlos Montemayor y Alfredo Espinosa, quienes se manejan muy bien tanto en las publicaciones de poesía como de narrativa y, por supuesto, Jesús Gardea.
Como lector, siempre me he sentido fuertemente atraído hacia el solo hecho de que Gardea sólo haya publicado en 1982, en una editorial universitaria del centro del país, un precioso y breve libro titulado La canción de las mulas muertas. En éste, su poesía es como fue en vida su personalidad, lacónica, pero intensa, como el destello del sol sobre el filo de un cuchillo. Los poetas son, creo, los que han llegado, por su capacidad de síntesis, de condensación en el uso del lenguaje, a una profundidad tal en el contenido de sus textos, que rayan en lo subterráneo y al mismo tiempo en lo luminoso. La poesía aporta a la prosa, aparte de la cualidad anterior, otras dos, también fundamentales, que son: la capacidad de síntesis y el ritmo. En la ficción breve de Jesús Gardea también se encuentra el sonido entrecortado del poema. Es por esta razón, que la narrativa breve de este autor chihuahuense resulta ser un verdadero mosaico del discurso matizado fuertemente por una poética de los cinco sentidos. La mirada y el lenguaje poético influyen grandemente en el punto de vista manejado en la narración de los sucesos mismos, concediéndole a éstos, así, un relieve extraordinario. Que luego haya renunciado del todo a leerlos y a escribirlos porque, según sus palabras, ya no se encontraba a gusto con la poesía es una cuestión meramente secundaria.
Ese lirismo empalagoso que le adjudicaba Christopher Domínguez Michael al escritor norteño en 1995, no resultaba serlo tanto, ante este brevísimo acercamiento a los narradores que han comenzado a publicar poesía antes que otro género. Jesús Gardea utilizó tanto comparaciones como metáforas que enriquecieron el ambiente de varios de sus cuentos. Veamos algunos ejemplos de comparaciones, que son la antesala directa por vía primitiva a las metáforas:
Caímos entre las hojas como cañas abatidas por un golpe de viento (p. 28)
Y en la pulida madera de las culatas aparecen entonces las manos como flores nocturnas (p. 137)
El alcalde sintió las orejas de los forasteros como ventosas a las puertas de su alma y dobló el recato de su actitud y preguntó, al recuerdo, qué era lo que veía (p. 138)
Allí me oí llorar de nuevo, pero al principio, como si fuera yo una multitud (p. 169)
Nos acercamos como si quisiéramos sorprender el fino trabajo de la muerte en las palomas; sus modos (p. 175)
Un saludo como una mariposa loca posándose en una flor de papel (p. 199)
El hombre se acerca a la vidriera y aparta con una mano los hilos de las gotas que corren, como si apartara los hilos de una cortina (p. 200)
-¿Muerto?- le pregunta. No contesta, Mira la sombrilla. Piensa: es membranosa como las alas de un murciélago tendido al sol del mediodía (p. 202)
La espaciosa frente femenina se ensombrece de pronto, como una blanca pared al paso de una nube (p. 204)
Corbala pensó en sus manos como en boscosas lejanías, como en dos animalitos de nieve (p. 255)
Encima de ellos, el cielo tenía poco menos que el color del saco como si estuviera juntando todos los infortunios (p. 255)
El dueño vio gotear las cabezas como árboles después de una tormenta de verano (p. 288)
El foco de la trastienda parece girasol enfermo. Un lagrimón de llanto seco (p 399)
Muñoz miraba la llama de una vela. Ardía la llama como la hoja de una daga (p. 434)
Arrastraba la mano como a una flor enferma (p. 466)
Ahora una muestra de metáforas:
Ven, no importa; sal a darle una mordida al amor; ese pan que tú apenas conoces (p. 73)
Hay asuntos que no toleran la presencia del mundo, y la mujer es el mundo (p. 149)
Ella me sintió, me miró a su vez, sonrió: amanezco sólo para ti, como en el principio, me dijo. Y luego, con una voz en donde andaban tigres y palomas enamorándose:
-Pero tú amaneces siempre en mí mucho más primero que el sol en el mundo (p. 171)
Este fragmento metafórico, está fuertemente emparentado con dos de los fragmentos que aparecen en su poemario Canciones para una sola cuerda, cito:
3
La sola mirada del tigre
levanta polvo de palomas
en el horizonte de tu cuerpo
tendido y manso junto al mío (.p 11)
Y:
67
Soy el sueño de los ríos
de los tigres y de las palomas
escúchame
voy tan solo
caminando rumbo al mar (p. 76)
Lo cual me hace recordar que hay poetas o narradores –como Jesús Gardea- que difícilmente se desprenden de sus obsesiones temáticas y trascienden sus imágenes más allá del verso, como Charles Baudelaire, quien cita lo siguiente en uno de sus versos:
El cielo puro en que tiembla el calor eterno
(Le ciel puro oú fremit l¨eternelle chaleur)

Y en sus Pequeños poemas en prosa realiza una correspondencia, cito:
Un cielo puro donde se pierde el calor eterno
(Un ciel puro oú perd l¨eternelle chaleur)

Y en Gerard de Nerval, recuerdo, de su poema El desdichado la siguiente línea:
Y la viña donde se une el pámpano a la rosa
(Et la treille oú le pampre á la rose s'allie)
Y en su novela Sylvie, anota su correspondencia:
Donde el pámpano se enlaza a los rosales
(Oú le pampre s'enlace aux rosiers)

Retomemos ahora la enumeración de las metáforas de Jesús Gardea:

Tensa, la cuerda del silencio entre los dos (p. 261)
Su ombligo, saltón y húmedo, ojo de una vaca (p. 417)
La sangre de los sueños, en el cuerpo de las cosas (p. 426)
Un látigo de acero, la voz de Mercedes (p. 435)
Sorprendía la sonrisa de burla en el hombre. Una florecilla ácida entre sus dientes (p. 460)

De su acercamiento a la época de oro del barroco español, sobre todo, a Francisco de Quevedo y Villegas y a Luis de Góngora y Argote, le nacen a Gardea dos recursos más propios de la poesía que de la narrativa: la hipérbole o exageración, y el hipérbaton o inversión de los términos lógicos de la oración. Jesús Gardea traslada la hipérbole a nivel de algunos de los personajes y tramas de sus cuentos, por ejemplo, en su cuento La acequia, que aparece en su libro Los viernes de Lautaro, los tres hombres misteriosos que buscan a Anastasio Madrid son tan flacos y altos como una nube (p.28). Érase un hombre a una nariz pegado, que es la primera línea de uno de los más famosos sonetos de Quevedo, nos remite al cuento del narrador norteño titulado Como el mundo, del mismo libro, donde Ocaranza, cuyo apellido comienza con la O por lo redondo y cuya figura física es descrita como si fuera un mundo, es un pequeño dictador que ha ejercido el control de toda su familia a lo largo de cuarenta años. Sus hijos y parientes, para vengarse de él, una luminosa mañana de agosto, deciden abandonarlo a su suerte mientras éste hace de sus necesidades biológicas, en cuya letrina habrá, literalmente, de morir de inanición, Es así que la frase hiperbólica de Quevedo se traslapa de Érase un hombre a una nariz pegado a Érase una O por lo redondo a una letrina pegada. En el caso de la hipérbole, tenemos de sus cuentos los ejemplos siguientes:
Una sola vez levantó la mano y la abrió arriba de su cabeza, como un paragüas. La sombra de sus dedos le cayó en el cuerpo como una araña; la de la palma en los pelos, como una corona de alivio (p. 277)

En el caso del hipérbaton:
Todos pensaban lo mismo, en la humareda de los vahos: que aquella caminata para más tarde era (p. 348)
Enseguida la penumbra se llenó de un escaso ruido de trastes, del de una llama que nadie su resplandor pudo ver (p. 352)
De repente descubre en los rayos del sol niños jugando (p. 392)
Se quedaba mirando los cabos, Muñoz (p. 429)
Del color del azufre era (p. 470)
Doblaba los dedos, Bartolomé (p. 470).
Tuvieron que pasar doce largos años para que el susodicho crítico literario corrigiera su lectura apresurada de la obra narrativa de Jesús Gardea. En su Diccionario Crítico de la Literatura Mexicana, publicado en el 2007, luego de acotar sobre la novelística del nacido en Delicias, Chihuahua y de afirmar por vía tercera –José María Espinasa- que el autor norteño “nunca recurrió a los golpes de la varita del realismo mágico, abandonando sigilosamente (y por completo) la anécdota, situado entre los límites de la inteligencia”, Christopher Domínguez Michael anota:
… fue en los cuentos donde Jesús Gardea alcanzó una maestría basada en la depuración casi maniaca de sus poderes expresivos, en Reunión de Cuentos, del Fondo de Cultura Económica (donde, Espinasa encontró a un “cuentista atípico: sus historias tienden a ser parcas, enjutas, adelgazan hasta volverse imprecisas.
Historias que van más allá de lo que enuncian; he aquí entonces que lo extraordinario de la narrativa breve de Jesús Gardea se encuentra en todo lo que ésta no dice. Con ese decir poco de sus personajes, dicen mucho. Esa elipsis del pensamiento que todos ellos practican los enriquece, los hace menos de papel, más humanos, más entrañables. No sólo la frase corta, lacónica, es el elemento conductor del misterio en los cuentos gardeanos, como ha escrito en una iluminadora evocación Gaspar Orozco, sino también los finales abiertos. Jesús Gardea hace violencia del lenguaje para hablar del lenguaje de la violencia. Porque el silencio también hiere, también lastima.
El silencio ligado a la fría indiferencia y a la ignorancia del otro que no soy es una de las más profundas heridas psicológicas. Una de las peores, también, porque no deja huella, no deja una marca visible en el cuerpo. Es una clase de asesino silencioso del alma y del espíritu. También yo le llamaría, a su narrativa breve, especulativa, pero en su sentido etimológico, de especulum, es decir, espejo. Gardea, con su prosa breve, nos lanza señales a mitad del páramo, de la aridez, de lo yermo. En el espejo de sus textos cada lector puede adentrarse para reconocerse o desconocerse. La realidad no parece ser la que yace de este lado, sino la que se encuentra más allá del azogue. Seguimos con la lectura del análisis crítico de Domínguez Michael, cito:
Y no es que, al simplificarse, la historia, el cuento, se vuelvan transparentes. al contrario, hay una textura impresionista, vibratoria, en ellos.
Adscrita por vía natural- por esa textura, dice Domínguez Michael- al impresionismo literario, se encuentra la narrativa corta de Jesús Gardea. Los objetos, las cosas, que el cuentista chihuahuense describe con el ánimo de un verdadero animista, plagadas de connotaciones densas, enriquecidas por la palabra poética –vía prosopopeya-, se estremecen, cobran vida propia como si fueran seres y se convierten en símbolos que le otorgan una fuerte carga emotiva, necesaria, que sirve a la parca escenografía gardeana, y las transforma en diminutas vías de irradiación lumínica, en unas verdaderas "epifanías".
El impresionismo en literatura es una actitud cuyo escritor que la pone en práctica se identifica con ciertas técnicas que lo mismo pueden utilizarse en la poesía como en la prosa –y le otorgan a los personajes un punto de vista en el cual se descartan los pensamientos profundos de la filosofía y las moralejas que corresponden más a las ancestrales fábulas que a los cuentos, y la acción, el sentido en conjunto y las descripciones pasan en ocasiones a un segundo plano. Asimismo, el carácter de cada uno de ellos, sin ser detallado, se transmite a los lectores mediante la interacción que se ejerce entre aquéllos y los objetos animizados y a determinadas circunstancias. El Simbolismo, el Parnasianismo y el Imaginismo, con poetas tales como Arthur Rimbaud, Paul Verlaine, Thomas Stearn Eliot y Ezra Pound, están inscritos también en el impresionismo. En la narrativa, con el uso del monólogo interior y el “fluir de la conciencia”, encontramos nombres como Sherwood Anderson, Virginia Woolf y James Joyce.
Fue este último quien revolucionó el lenguaje narrativo negándose a prestarle atención a la lógica del discurso, haciéndolo menos descriptivo y más sugestivamente poético. Con frases sumamente cortas contribuyó a renovar la narrativa, añadiendo los recursos tradicionales que pertenecían al ámbito de la poesía, tales como las aliteraciones, sinestesias, la musicalidad de las palabras, los retruécanos, las imágenes auditivas, visuales y olfativas. La epifanía joyceana se constituirá como uno de sus más grandes descubrimientos y será un elemento o símbolo revelador de lo espiritual o abstracto en la narrativa, que vendrá a iluminar la otra cara de lo aparentemente trivial, envuelto en las manifestaciones del inconsciente a través del animismo.
James Joyce nos remite a la palabra mágica, al “fluir de la conciencia” y nos permite pasar de un recuerdo a otro, evocar las imágenes, percibir las voces, los olores y los sabores.
El impresionismo es rico en imágenes subjetivas de marcado sentido pictórico, por tal motivo, le otorga una importancia relevante al uso del color y a la composición de efectos visuales y en el trazo de una pincelada profunda, musical, descontextualizada.
Así surge, por ejemplo, la consigna del poeta impresionista Stéphane Mallarmé: Pintar no la cosa, sino el efecto que produce. de ahí el recurso de la sinestesia, que no es otra cosa que el entrecruzamiento de dos o más imágenes cuyas impresiones sensoriales son percibidas por los diferentes sentidos: vista, oído, tacto, olfato, gusto.
Reconozcamos en la narrativa breve de Jesús Gardea, las técnicas del impresionismo que utiliza en algunos de sus cuentos. En el plano semántico:
La sinestesia.- En ella se buscan, el color, la luz que llena de elán vital a los objetos, entremezclados con los sonidos que obliga a la naturaleza a conglomerar las vibraciones centelleantes y fugaces:
-Sanjurjo, ya no repique más, por favor. La mujer puede incomodarse. Los olores la tienen sin cuidado; pero la molestan si se agudizan y se vuelven impertinentes (p. 124)
El perfume venía de abajo de la mesa. A soplos, el músico lo había impulsado como a un barco de vela hacia mi padre. Mi padre recordaba la gran sonoridad del aire (p. 130)
El ramito de la menta estaba entre las manos de la muchacha, reposando en su falda, oculto por el mantel: mi padre lo vio levantarse de allí, subir por el aire en la mano que l
+ Leer más
Comentar  Me gusta         00
Citas y frases (1) Añadir cita
joseluispoetryjoseluispoetry07 August 2019
Un poema bien hecho y bello cuesta tanto

como un cuento bien estructurado y hermoso.

Jesús Gardea.
Comentar  Me gusta         00
otros libros clasificados: literatura mexicanaVer más
Comprar este libro en papel, epub, pdf en

Amazon ESAgapeaCasa del libro




Test Ver más

A través de mi ventana

¿A quien baila Raquel en la fiesta en la casa de los hidalgo?

Ares
Gregory
Marco
Apolo

12 preguntas
216 lectores participarón
Thème : A través de mi ventana de Ariana GodoyCrear un test sobre este libro