Lobo: El Camino de la Venganza

Hay libros que no son para uno, y desde las primeras páginas ya sabía que este era uno de ellos. Hay muchas cosas que me sacan de una lectura. La principal es la ortografía, y por suerte (y de ahí que no tenga solo media estrella) este libro sí está trabajado al respecto. No ocurre lo mismo con el estilo, y el texto adolece de un gran abanico de defectos de estilo imperdonables.
La autora construye un mundo en el que los protagonistas tienen la habilidad de desplazarse a través de los cuadros, muy al estilo de la película Jumper (2008) y del libro homónimo de Steven Gould, aunque a diferencia de estos últimos (los jumpers o saltadores), en "Lobo", los salteadores (un nombre demasiado parecido) también pueden viajar a otras épocas e incluso a mundos imaginarios, dando carta blanca para que la autora se permita el todo vale del que hace gala la novela.
A pesar de la falta de originalidad, la premisa daba mucho juego, y lo hubiera hecho si los personajes no hubieran estado sujetos a todos los clichés del mundo, planos y estereotipados, infantiles a pesar de la madurez que requerirían las circunstancias (ya sabéis, de los que se sonrojan cuando les regañan, dan codazos para llamar la atención, tienen pataletas y bufan si se enfadan, abren los ojos como platos...).
Pero el problema no se queda en la construcción de los personajes. El worldbuilding es un caos en el que las normas parecen ir adaptándose a las necesidades del momento, los malos son unos paquetes, puro atrezzo que se repite una y otra vez en todas las escenas, a pesar de que algunos poseen habilidades especiales, al igual que les ocurre a los miembros del grupo protagonista.
La protagonista, Eriane/Fénix, sufre una metamorfosis durante las 250 páginas del libro y pasa de muchacha ignorante y apocada a mega-máquina de lucha después de que la entrenen como a Bruce Wayne con Ras al Ghul en un templo de monjes en el que los maestros cumplen también sus respectivos clichés al más puro estilo de la mítica serie Kung-fu. Tiene la habilidad de desdoblarse, como el doctor Strange, suerte de poder que la convierte en un activo importante en la historia que se narra.
No son escasas las repeticiones, la adjetivación inadecuada ("mi corazón latía de forma desconocida". Con el tiempo que llevas vivido, y ahora descubres un nuevo latido, ains), el uso de malas metáforas e incluso las comparaciones sin sentido ("Sus ojos se abrieron como dos cuevas de lobos hambrientos". Por lo que sé, las cuevas de lobos hambrientos son iguales que las de lobos bien alimentados. Pero además, los lobos viven en cubiles o madrigueras, y suelen ser estrechas, tanto si las construyen las hembras como si aprovechan agujeros del terreno).
Ni siquiera me ha quedado claro cuál era el tono de la novela, porque a ratos me ha parecido que quería atacar a un público juvenil, pero luego te topabas con frases como "el aprendiz lo observaba con hieratismo", con degüellos, y luego volvía a aparecer el supuesto villano en escena dando palmaditas cual malo de James Bond y dando explicaciones por si el lector no se había enterado de alguna cosa. Y es cuando vas a matar, lo mejor es explicarlo todo antes, no sea que tu víctima no comprenda tus motivos. O el lector, que a lo mejor es un poco tontito.
La historia es caótica y nunca sabes a dónde te va a llevar, aunque por otro lado tampoco te lo preguntas demasiado, porque la autora se pasa media novela ocultándote secretos (pero no secretos escondidos, sino de esos secretos que todos saben menos la protagonista y, por ello, se pasa capítulos enteros preguntando para que le expliquen), secretos que a la postre se revelan como chorradas como templos.
En definitiva, me va a costar mucho volver a coger un libro de la editorial SM, a la que creía con un poco más de criterio de selección de textos y de trabajo de corrección editorial.