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ISBN : B001V91LRA
Editorial: Desconocido (30/11/-1)

Calificación promedio : 3.5/5 (sobre 1 calificaciones)
Resumen:
Estupenda antología esta de cuentistas contemporáneos reunida por Francisco García Pavón, gran cultivador y conocedor del género. Se ha ido renovado por dentro, de edición en edición. Han desaparecido de ella algunos autores y han surgido otros nuevos, pero aun los mismos conservados es frecuente que figuren con un cuento distinto. No podía ser de otro modo: una antología ha de irse acomodando a la perspectiva del tiempo y a la llegada de nuevas generaciones. Si no ... >Voir plus
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Críticas, Reseñas y Opiniones (1) Añadir una crítica
Joserodher
 29 August 2024
Entre la amplia selección de este doble volumen selecciono los siguientes cuentos que me han parecido los más interesantes:

«Final de jornada» de Eulalia Galvarriato es un conmovedor cuadro de costumbres que podríamos adscribir fácilmente al realismo social. Es la típica historia tantas veces contada de los padres molestos para los hijos que tienen que hacerse cargo de ellos. Me recuerda una de mis películas favoritas: «Cuentos de Tokyo» de Yasujiro Ozu contemporánea a este triste relato, lleno de sensibilidad y sutil ironía. Brillante.

«La pulsera» de Mercedes Ballesteros es un relato para mí perfecto, inmejorable. Cualquier reseña lo destripa. Nos presenta en muy pocas páginas y a través de diálogos realistas y narración objetiva en tercera persona la vida y la muerte de una joven limpiadora procedente de una aldea que vive en la mayor indigencia y se refugia en los sueños que le provocan los recortes de los periódicos atrasados que se lleva de las casas de sus empleadores. Ejemplo brillante de realismo social de la posguerra que logra conmover y encoger el corazón del lector.

«La otra Luna» de Jorge Campos es un curioso relato corto de ciencia ficción que nos cuenta cómo una piedra traída del satélite destruye todo rasgo de vida, incluida humana, de la superficie de la Tierra.

«La instancia» de Rafael García Serrano es un cuadro de costumbres provinciano irónico situado en el imaginario Gambo. Nos presenta a dos jóvenes que piden autorización para crear el Gambo Foot-Ball Club y las trabas burocráticas por las que pasan, empezando por un ordenanza mayor que los recibe. Divertido.

«Cuestión de paisaje» de José Corrales Egea también tiene un tono irónico pero en este caso más crítico y reivindicativo. Un habitante de una chabola agrede de una pedrada en un ojo a un opulento constructor que se presenta ante él para elogiarle las bondades del paisaje del desmonte donde vive y donde pretende construir una lujosa urbanización. Un botón de muestra: la descripción del agresor «El viejo es flaco, huesudo; la barba rasposa, cortada a punta de tijera ; saledizos los pómulos, legañosos los ojillos, rápidos y verderones. La boca con tres o cuatro dientes atabacados, bailarines. Camisa cruda, pantalón azulado, un cacho de soga a guisa de cinturón. Varios tufos de pelo gris, hirsutos, por la cabeza». Mediante diálogos llenos de naturalidad y realismo del periodista plumilla con agresor y agredido nos enteramos del intríngulis de la historia. Sobresaliente.

«Ha vuelto» de Carlos Clarimón es un tristísimo cuento sobre una solterona de pueblo que ante la vuelta del novio que la abandonó veinte años antes, y ya que él no la visita a su casa, decide continuar en su digna soledad y no despedirlo en la estación. La sutil descripción de los pequeños gestos de la pobre solterona llega a conmover. Acaba describiendo el llanto de esta delicada manera: «Inclinó la cabeza un poco más. Su pelo era oscuro, veteado de gris. Sus manos parecían dormidas. Tan cansadas. le temblaron los hombros, apenas nada, y sobre la falda, de pronto, brillaron dos manchitas iguales, muy próximas, redondas, diminutas.
Un instante sólo. Se apagaron, y los dedos de la mujer empezaron a ordenar de nuevo aquellos pliegues, todos iguales, rectos. Tan antiguos, que nadie hubiera podido borrarlos ya.»

«Historia de una noche» de Lauro Olmo es un texto costumbrista muy dialogado y lleno de expresiones barriobajeras y lumpen. Nos presenta a un grupo de golfos adolescentes y su fascinación por el sexo. Con una peseta tratan de acercarse a unas putas desastradas. Una de ellas los rechaza porque mantiene un fondo maternal. El diálogo final es muy expresivo: «—Pero chica! ¿Qué te ha pasao?—le preguntaron.
Y la Chata contestó :
—«Na» : tres pipiolos que querían acostarse conmigo.
—¿Y qué? Es que te pagaban mal?
—¡He dicho tres pipiolos! ¿No me habéis oído?
—Sí, ¿y qué?
Entonces la Chata, con un gesto de humano desprecio, se encaró con sus dos compañeras, y dura, zahiriente:
—¡Putas! —las llamó.
Yo salí del callejón, y despacio, muy pensativo, desaparecí también en la oscuridad de la noche.»

«El vendedor de corbatas» de José Amillo es un tristísimo relato sobre el tedio, la amargura y las ilusiones perdidas que acaba de la peor manera. Lo que comienza siendo un cuento costumbrista acaba trágicamente. La presentación del personaje apocado y triste: «La perspectiva de lanzarse a recorrer las calles bajo el sol implacable, de de- tenerse ante las mesas de los bares ofreciendo su mercancía a gentes sudorosas, fácilmente irritables, no presentaba, en verdad, aliciente alguno. Sin embargo, tenía que hacerlo. Carmelo estaba empleado en una tienda de artículos para caballero, una tienda de modesta categoría en la que lo mismo se vendían corbatas y ropa interior que pipas, petacas y otros cachivaches. Su trabajo en la tienda tenía dos fases: por las mañanas despachaba en el local como los demás dependientes: por las tardes se le confiaba la misión de la venta ambulante de corbatas. Realmente, resultaba algo extraño que hubiera sido a él a quien le encomendaran este segundo trabajo, ya que Carmelo era hombre tímido y callado, y la cortedad no va bien con un cometido que exige desenvoltura y palabrería…» Ante esa vida anodina del empleado, su mujer se nos presenta lo que ahora llamaríamos deprimida: «Desde hacía más de un mes se preguntaba Carmelo : ¿qué le pasa a Cristina? Sí, allí estaba el secreto de su actual abatimiento. Qué le pasaba a su mujer? Razonablemente, no debía pasarle nada. . Y así se respondió Carmelo cuando por primera vez se planteó la cuestión. Sin embargo, íntimamente, aquella respuesta no le había convencido y, por tanto, tampoco le había tranquilizado. Llevaban cerca de tres años casados y Cristina no era la misma de antaño. Cierto que Carmelo sabía, y lo tenía en cuenta, que eso de no parecer la misına persona después de unos años de matrimonio no era sino lo que sucedía con demasiada frecuencia. Porque las gentes llegan a casarse movidas por muy débiles motivos el fuego de la pasión las desfigura y luego, cuando la llama se reduce, surgen diferentes, verdaderas. Mas, a pesar de tal reflexión, a Carmelo le preocupaba la actitud de su mujer. Cristina languidecía ; Cristina, cada vez más, se abandonaba a un estado de indiferencia, de tedio, de hastío. Eso era todo. Y él se encontraba impotente para detener ese languidecimiento progresivo, alarmante. Más de una vez, en los últimos días, le había preguntado qué le ocurría. Pero ella contestaba siempre: "nada'". Un "nada" evasivo, carente de fuerza y de significado. Carmelo cavilaba, dando vueltas y más vueltas en busca de la posible causa. ¿Acaso la falta de hijos? No. Sabía que a Cristina nunca le gustaron mucho los niños: además, al poco tiempo de casados, cuando no aparecían indicios de maternidad, hablaron de ello y Cristina le dijo que lo prefería así, que los hijos traían más disgustos que satisfacciones. ¿Qué, entonces? Quizá la vida modesta, mediocre, que llevaban? Podía ser eso, aunque, bien mirado, tampoco constituía una justificación, puesto que ella, hija de una familia muy humilde, había ganado de condición con la boda.» Magnífico relato del muy olvidado José Amillo del que también he leído el sugerente relato «La espera». Su análisis descarnado de las relaciones de pareja es intemporal. Es una pena que no se conozca a este autor, digno de reconocimiento a mi modesto entender. Su único libro «Historias de cada día» (1957) del que he leído los dos relatos citados merecería una reedición. No aparece información alguna del autor en internet, ni siquiera tiene página en la wikipedia.

«Estrépito y resplandor» de Alfonso Sastre es puro humor negro post apocalíptico. Muy breve y sarcástico.

«Muerte de una anciana» de Eduardo Tijeras nos cuenta en tercera persona el velatorio de la abuela visto desde la perspectiva del nieto que viene de Madrid al pueblo para asistir a él. Es una profunda y amarga reflexión sobre la vida y la muerte, llena de frases destacables: «Miró el gran volumen de su cuerpo, el pelo blanco, bien peinado: su traje negro y su tradicional gesto de firmeza. Madre de su madre, que iba casi todos los domingos a verlos y compraba dulces y regalaba a las hermanas del muchacho bolsas y labores de ganchillo. Ella había hecho todos los pañitos de crochet, almidonados, que se veían con profusión en la casa. Para Maxi, que su abuela había nacido así: ya vieja, canosa, vestida de negro... Un día vio una foto de cuando ella era joven y vivía en el pueblo. Se trataba de una muchacha hermosa y altiva. ¿Era posible todo? ¿Era posible que la vida afrentara de tal manera a sus propios hijos? La abuela ahora, no sólo estaba vieja y deforme, sino muerta. Había cumplido el cotidiano, el cotidiano proceso del nacimiento, la angélica niñez, la juventud hermosa y anhelante y casadera y pansensual, la fecundación, la viudedad, la senectud, la muerte…Y la gente, desde que nace, pensando: «Mañana, mañana», hasta que uno de estos "mañana" cualesquiera les agarra de súbito el corazón y lo petrifica en un plaf definitivo y apenas audible. Maxi quería pensar en cosas bonitas y amables : en el sol que dora el pelo de las muchachas en las playas matutinas, en el olor de las mareas y en el pequeño velero arrastrado allá muy lejos por el viento…, todos los caminos llevaban a la anciana muerta. Había una fascinación en el proceso de envejecimiento y muerte.» Deja huella.

«La buena suerte» de Ricardo Doménech es un cruel relato de humor negro que tiene el defecto de que se ve venir y de que, pretendiendo reflejar el habla popular, utiliza un vocabulario impropio: es raro que un campesino utilice la palabra «paradoja»: «Lo que es, es esto, esta paradoja de que estemos aquí de fiesta y yo esté por dentro con este desasosiego y esta comezón.»

«Lujo» de Manuel Halcón es un irónico relato sobre los prejuicios sociales de un joven comunista. Contiene reflexiones interesantes: «—Yo —dijo Juan Benítez-– lo que no tolero son a los que nacen ricos. Aunque trabajen y sean inteligentes. Aun así, odio a todos los que heredan. La herencia es la lacra…Ella no cedió. —¿No te has preguntado nunca si uno de esos hombres que heredan talento y ambición, que alcanzan dinero o gloria por simple derivación genética pueden representar una injusticia aún más lacerante que la de un conde que heredó fortuna pero no talento y se arruina y vive con dignidad?».

«Auto stop» de Joaquín Calvo Sotelo es un divertido cuento sobre un automovilista que recoge a un autoestopista que resulta ser un resucitado recién enterrado víctima de la catalepsia. Es un homenaje irónico al «Enterramiento prematuro» de Poe. El tono es ligero e irónico y está narrado por el propio autoestopista. Un botón de muestra: «Llevo muchos años sirviéndome del automóvil, pero sin saber nada de él, como esos ingleses que viven toda su vida en un país extranjero y que se ausentan tan ignorantes de su idioma como cuando llegaron…Como odontólogo que soy —de la promoción de 1929— me había dado cuenta, desde el primer instante, de que don Luciano era en potencia un cliente considerable. No tenía, en efecto, una sola pieza en la boca, como ya me lo habían hecho suponer las mejillas sumidas y su manera de hablar silbante y húmeda.» de los que más he disfrutado de la colección.

«Andrés» de Dolores Medio es la triste historia de un niño de once años que descubre que su madre ejerce la prostitución para sacar adelante a sus tres hijos pues su marido está baldado (paralítico en silla de ruedas). Realismo social puro y duro.

«Siete días» de Ildefonso Manuel Gil, es el monólogo angustioso escrito en primera persona por un preso político que espera junto a otros a ser llamado a la muerte por fusilamiento que se produce cada siete días como reza el título.

«Suspense en el cañaveral» de Ángel Palomino es un relato de realismo social lleno de fina ironía. Atención spoiler: Un árbitro y dos amigos huyen del pueblo enardecido por un penalti en contra de su equipo local. Nos enteramos al final. al principio parece que se trata de tres rateros que huyen. Muy bueno.

«Aturuxo el vikingo» de Ramón Eiroa es un cuento de la Galicia rural lleno de color local. Encierra una enseñanza ancestral: todo vuelve a los orígenes o dicho en castizo: la cabra tira al monte. Aturuxo es hijo natural de Generosa, “lo había parido Generosa Fandiño, de los Fandiño de Pontemouro, casada con Gumersindo Carballeira de. Lugar Novo, que a causa de algún soplo inoportuno de una meiga caballera y unas paperas mal
curadas, se había quedado estéril in sécula seculorum, pero al no saberlo, el hombre se había esforzado toda su vida, que así había quedado, que más parecía un suspiro que un hombre, mientras Generosa, cada día más lozana, se desesperaba porque no se quedaba preñada; así es que cuando se dio cuenta que Gumersindo Carballeira comenzaba la cuesta abajo empujado vertiginosamente por un asma que no le dejaba respirar y que muchas veces lo ponía más morado que una semana santa, decidió probar con otro semental antes de que se le muriese el oficial, pues eso sí, su hijo habría de tener apellido…Por eso, cuando pernoctaron en el lugar los titiriteros que iban camino de Asturias, Generosa escogió al vikingo rubio que daba saltos mortales como el que hilaba, que parecía que acababa de desembarcar de una barcaza del Rhin…Era tan grande el ansia de hijo que Generosa tenía, que su vientre se llenó de vikingo hasta el último rincón…” El hijo fruto de esta unión va a ser educado a guantazos por un clérigo para ser “algo importante” pero acaba huyendo al circo a emular a su desconocido padre vikingo. Excelente relato escrito con un estilo medio irónico medio popular muy envolvente.

Blanca García Valdecasas: «La alfombra de Turquestán»: Entresaco una frase de la conversación amorosa del joven pintor dueño de la alfombra y la galerista cincuentona de la que se ha enamorado: “yo creo que sólo aprendemos lo que ya sabíamos. Lo que, de alguna oscura manera, estaba en nosotros desde antes de empezar. Y por eso no nos pasa nada que no sea semejante a nosotros mismos.” Me parece una oscura gran verdad. El cuento está lleno de poesía aunque intercalada con diálogos y situaciones realistas.

“El testigo” de Fernando Quiñones es el monólogo escrito en “andalú” de Cádiz de un testigo hablando de un cantaor flamenco de muy mal carácter. Se cuelan perlas como ésta hablando de los virgos: “...contó que en La Isla, siendo joven él, hubo una fiesta en una casa gitana y él se encontró allí con una gitanita preciosa, y los dos a morder, y uno llega y le dice:
—Déjala, Miguel, vete si hace falta pero déjala, que tiene ya el compromiso y va a casarse y es mocita, y te van a pegar un pinchazo o vas a tener un disgusto, déjala.
Y Miguel:
—Contrimás me lo decían, más ganas, y ella igual: que quedé con ella y me la llevé a un sitio. ¿Mocita? Tenía ya el virgo en el gañote. Y me alegré. Porque hay que ver el trabajo que tiene quitar un virgo, hay que ver, hay que ver la tontera del virgo y los dinerales que se dan por un virgo, los reyes y los sultanes y to el mundo. Con lo incomodísimo que es el virgo, yo no he quitao más que el de la Manuela y fueron dos noches rempujando, a pique de quedarme cojo que no me quiero ni acordá.” Brillante y me incita a buscar más cosas de este autor.

«Con tortura» de Raúl Guerra Garrido es un terrible relato pesadillesco en primera persona que nos cuenta, de acuerdo con el título, el brutal interrogatorio a que es sometido el narrador. Hibrido de Kafka con humor negro. de lo más logrado de la colección.

«El gran espía del mundo» de Juan José Plans es una fantasía distópica contada en primera persona mezcla de Kafka y de humor negro. Nos presenta a un profesor de matemáticas que acaba siendo ajusticiado por el Servicio del Perfecto Orden por descubrir que el periódico del día editado por «Diarios reunidos» (sólo existe un periódico) ha sido secuestrado porque viene en blanco al no haber sucedido nada el día anterior. El kiosquero le dice: «¿Para qué quiere el periódico? Siempre pasan las mismas cosas. Yo me pregunto muchas veces por qué la Humanidad no hace algo nuevo, distinto, verdaderamente original. ¿Queda ya algo original? Hasta las novelas se repiten. Páginas y páginas relatando lo que otros ya han escrito. Y lo que es peor, lo que otros dirán. ¿Ve usted esas publicaciones? Pues todas dicen lo mismo. ¿Por qué?». El diálogo entre el narrador y el agente del Servicio del Perfecto Orden da la clave del relato: «—Pero no he cometido ningún delito. Tan sólo he adquirido… ni eso, me lo han dado, un ejemplar de « Diarios Reunidos»Y está en blanco! No vale nada, han perdido el tiempo...
—¿Seguro?
—No comprendo...
—El periódico en blanco es la gran noticia. La más terrible de las noticias. Hasta el presente siempre se ha hablado del fin, enclavándose en un escenario pletórico de acontecimientos dramáticos, de gigantescas tragedias, de horribles sucesos. Pero el fin no llegará así. Es mucho peor: nada.
—¿Nada?
—Exacto. Y eso fue lo que ocurrió ayer: nada. Todo el mecanismo de nuestro mundo se puso de acuerdo para que la nada estuviera presente. Ni accidentes, ni muertes, ni guerras, ni nacimientos…». Interesante.

«Transferencia positiva» de Jesús Torbado es un conmovedor relato sobre el enamoramiento de un anciano octogenario con un tumor cerebral de su doctora (lo que ella llama como el título) narrado por el hijo del desahuciado moribundo: «Así, pues, el viejo centra toda su atención en la conquista de la doctora Marta, que cada día se muestra más proclive a sus halagos, como si de verdad sintiera hacia él esa otra clase de amor. Ella insiste en que se trata de una transferencia positiva, digna de todo elogio y que eso significa que Sabino no quiere morirse, y que esa voluntad es justamente la que lo mantiene aferrado a la vida. Aunque tal comportamiento pueda parecer ridículo, a mí tampoco me parece mal. al fin y al cabo, si él quiere seguir viviendo y luchando contra la parte de sí mismo convertida en cáncer, si él encuentra en esa inclinación hacia la doctora una razón para aplazar la hora de la guadaña, si sus chistes groseros y el roce de una mano femenina le permiten olvidar los dolores, a mí sólo me queda decir amén. No me importa seguir viniendo al hospital durante mil años seguidos y sonreír ante las bromas y trapacerías del viejo. Es mi padre y me gusta que esté vivo y que sepa dónde encontrar motivos para eludir el asalto de aquella infame que jamás perdona.»
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