Un viaje de mil años.: El camino milenario del Cid

Confesaba Camilo J. Cela en la carta al doctor Marañón -antecede su libro Viaje a la Alcarria-, que “en la novela vale todo, con tal de que vaya contado con sentido común; pero en la geografía, como es natural, ya no vale todo, y hay que decir siempre la verdad, porque es como una ciencia”.
Hace mucho tiempo que pasó la fiebre de plasmar en un libro la función geográfica de un viaje. La descripción de los lugares ya no genera interés y, en la práctica, los libros de viaje se han sustituido por vídeos cortos elaborados con teléfonos (ahora), películas de aficionado (hasta no hace mucho) y fotos (desde que se inventó). de ahí que todo libro de viaje actual enfoque, inevitablemente, hacia la parte subjetiva del viajero y los elementos extra paisajísticos del recorrido.
En relación con el viajero, Jorge González de Matauco expone la síntesis en el epílogo del libro: “Yose ha sido capaz de expresar que el camino ha significado un reencuentro consigo mismo, una plasmación de aquel conócete a ti mismo que Sócrates tenía como una de sus máximas. O de revelar las reflexiones que le ha despertado el viaje. O de recordarnos que la naturaleza y la historia no solo no son materias contrapuestas, sino complementarias”.
Quizás le falte añadir que el libro es fiel a la máxima de Albert Camus: “uno viaja por su cultura, si por cultura se entiende el ejercicio de nuestro sentido más íntimo, que es el de la eternidad”. Aunque dee eso se ha ocupado previamente Jon Alonso Abajo, que en su prólogo resalta el valor del libro como ejemplo de viaje espiritual y nos recuerda, entre otras, que “la clave para buscar la felicidad en la vida está en ser conscientes de que podemos ser felices”
Yosu García Díaz propone en Un viaje de mil años el mismo recorrido que Rodrigo Díaz, conocido como Cid Campeador, realizó durante su vida. Bien es cierto que se trata de un viaje a caballo entre la historia y la leyenda, seleccionando sitios que visitar a impulsos de sus propios gustos. Por cierto, en la publicación no aparece ninguna reseña bio-bibliográfica del autor
De la publicación en sí sorprende el formato elegido: un formato muy grande -demasiado- para un libro especialmente ligero de contenido. El autor desarrolla su propósito en treinta y nueve estampas -no se precisa si cada estampa corresponde a un día de viaje-, que se centran en los lugares geográficos seleccionados: Vivar, Lerma, San Esteban de Gormaz, Teruel, Segorbe, Valencia, por citar los más conocidos del camino realizado por el Cid Campeador tras ser desterrado por Alfonso VI.
Son estampas minimalistas en cuanto a contenidos, destaca la omisión rutinaria de la descripción de lugares, se aporta meramente algún dato histórico y mucha imaginación sobre lo que pudo vivir el Cid en esos parajes. Significativo es también que las referencias a personas sean muy escasas, como si el viaje transcurriera por tierra inhabitada en su mayor parte; o más bien, en la soledad de sí mismo y sus reflexiones: “yo escribo mi propia historia. Sin embargo, me siento un poco solo”, llega a decir.
Del libro, destaco la intención más que la emoción de leerlo. La idea es original y bien pudiera servir de guía para que otros intenten imitar las andanzas por estas tierras fuera de las rutas turísticas habituales.
Señala con certeza el autor en sus palabras finales “Va a dar comienzo el viaje”, porque tras la lectura comienza otro viaje en cada lector. Quizás, como en mi caso, retrotraerá a experiencias propias en relación con el Cid y, con probabilidad, inducirá a conocer más en profundidad El Cantar del Mío Cid y el personaje histórico, un noble castellano que dejó huella sin duda hace mil años con sus victorias en los campos de batalla.

Nos encontramos ante un libro de viajes. Hubo un tiempo en que fui una apasionada de ellos.
En este caso viajamos por tierras españolas simulando el itinerario que hizo Rodrigo Díaz de Vivar tras el momento del destierro por el rey Alfonso VI.
Aunque el punto de partida real es Vivar, el pueblo de su nacimiento, donde el autor nos explica alguna anécdota, recorremos después varios enclaves y poblaciones insignes y simbólicas de la ruta de su destierro hasta llegar a Valencia.
Pasamos por él monasterio de Cardeña, San Esteban de Gormaz, Cetina (donde nos enteramos que Francisco de Quevedo se casó), Calatayud, El Poyo del Cid, Teruel y Valencia.
Sin Babieca y sin Álvar Fáñez, tan solo con una mochila, el viajero/autor va tomando conciencia de su existencia y sus circunstancias llegando a conclusiones que enriquecerán su mundo interior.
Totalmente renovado tras la experiencia, decide llevar a cabo los cambios necesarios que le llevan a una nueva vida y nuevos propósitos.
A la sombra de un personaje de hace mil años, ha renace describiendo la importancia de lo que realmente tiene valor.
El viaje del héroe termina, y nos encontramos con una persona diferente, no en el exterior, pero sí en sus ideas y su objetivo.
A pesar de que ha sido una lectura entrañable y que me ha hecho recordar muchos años de estudio de mi juventud, se me ha hecho excesivamente ligera.
Con capítulos extremadamente breves no profundizan ni en el paraje ni en el sentir del viajero, ni por supuesto en la figura conductora que es el Cid.
De lectura fácil y rápida, la recomendaría como curiosidad para los amantes de la figura del Cid Campeador o amantes de los libros de viajes para idear una ruta parecida a la que se recorre en el libro.
Aun así, la idea de que personajes literarios tan antiguos, todavía den qué hablar, y sean fuente de inspiración para nuevos autores, me encanta.

Título: Un viaje de mil años. El camino milenario del Cid.
Autor: Yosu García Díaz

Recorremos de la mano del autor los camino que en momento recorriera el Cid.

Como buena alcarreña diré que las descripciones son bastante fieles a la realidad y también a la historia.

Os recomiendo esta parte del camino: Por la provincia de Guadalajara pasan cuatro tramos de la Ruta del Cid: "El destierro", "Tierras de frontera", "Las tres taifas" y el "Ramal de Alvar Fáñez", que transcurre desde Castejón de Henares hasta la ciudad de Guadalajara.

Este ramal recuerda la célebre algarada de Alvar Fáñez. Según el Cantar, mientras el Cid Campeador tomaba Castejón, su fiel lugarteniente, el caballero Alvar Fáñez de Minaya acompañado por doscientos caballeros, saqueó la riba del Henares hasta llegar a Alcalá, pasando por Hita y Guadalajara. A su vuelta, retornó con "muchos ganados de ovejas y vacas" y otras "grandes ganancias" que sirvieron para abastecer las grandiosas tropas del Cid.

Ya dejo a la opinión de cada uno decidir si los saqueos y sus formas los colocan en el bando de los buenos o de los manos; no que no admite discusión es que ya forma parte de nuestra historia.

El libro me ha gustado bastante. Se me ha hecho entretenido y educativo al mismo tiempo, vamos recorriendo junto al autor el mismo camino que hizo una de las grandes figuras literarias: Rodrigo Diaz de Vivas o también conocido como el Cid Campeador. El autor nos va explicando como son esos pueblos por los que pasa, sus pensamientos acerca de ellos... Nos enseña que a pesar de que el camino sea difícil, siempre hay que seguir adelante.