Anna Thalberg

Vaya sorpresa que ha sido Anna Thalberg, una novela distinta y refrescante en el panorama de las letras mexicanas. Siendo honesta, los tres primeros capítulos me sorprendieron bastante, y no estaba segura si estaba disfrutando la estructura narrativa de la novela. La historia se sitúa en la Alemania del siglo XVII, en donde una joven campesina, Anna Thalberg, es aprehendida por la Inquisición tras ser denunciada por una vecina celosa de la joven, ya que, según ella, está provocando la lujuria de su marido. Una tarde, mientras el esposo de Anna está fuera de casa, llegan los enviados de los inquisidores a detenerla, destruyendo su casa, y llevándosela para su juicio. Su esposo nunca más la verá y Anna será sujeta -como miles de otros hombres y mujeres en esa época – de una tortura brutal para obligarla a confesar su adoración al diablo y sus pecados.

Como en tantas otras historias, Anna era una mujer inocente, víctima de una época de furor y rencor entre vecinos, amigos y conocidos. Despertando dudas al llegar a la población después de contraer matrimonio, los vecinos la envidiaban por su belleza, recelaban de su color de cabello cobrizo y sus ojos, y solo eso la hizo sospechosa de brujería. Todos declararon en su contra, negándose a prestarle a apoyo a su marido y antes bien, aprovechándose de la situación, saqueando su casa y sus pertenencias, mientras él intentaba rescatarla.

Si bien el argumento de la novela no es nuevo, sí lo es la forma en que Eduardo Sangarcía construye esta historia. Como mencioné, los primeros capítulos me destantearon bastante, ya que carece de signos de puntuación. Para los puristas de la literatura (entre los cuales yo misma me considero), este tipo de experimento puede no resultar de nuestro agrado pero en este caso, puedo decir que el autor hizo que funcionara y que, de hecho, aporte al relato. La prosa sin puntuación, atropellada, refleja el terror, la ansiedad que están viviendo los protagonistas, sumergidos en un espiral de eventos e injusticias que no pueden detener ni controlar. Por ejemplo, los capítulos de cuando el confesor intenta obtener la “verdad” de Anna son ingeniosos y contundentes -un coro de voces en donde se simula el diálogo, pero en donde uno de ellos no escucha mientras la otra le abre su vida. Visualmente la escritura rompe también con lo estándar, pero contribuye a adentrar al lector en los pensamientos de los protagonistas. Con ello, se transmite el terror y el dolor de esta mujer, atrapada en un infierno en la tierra. Como ella dice, “antes de conocer al inquisidor, no había conocido mayor mal.”

Asimismo, considero que Sangarcía logra recrear esa Europa que recién intentaba salir de la Edad Media y en la cual sobrevivía la superchería, el temor a lo desconocido, etc., y esa construcción del ambiente y el contexto me pareció espectacular. Con frecuencia me he preguntado porque en México no se escribe mucha novela histórica y más aquella ubicada en otros países y épocas. Creo que en parte por el rigor de investigación que ello conlleva, la responsabilidad de recrear contextos históricos de los que no somos partes. Sin embargo, esa cortísima novela del autor lo logra de forma estupenda. Sin duda un texto sorprendente y rico en donde se puede ver el oficio del escritor.