Enero

Enero es el mes más frío o más caluroso del año dependiendo de la latitud en la que nos encontremos y en esta novela se convertirá en el marco abrasador donde sucede una historia que nos irá helando conforme avanzamos las páginas.

Recomiendo encarecidamente que no leáis previamente nada acerca de este libro si os sentís tentados por él, porque es un texto que merece la pena destripar paso a paso, en el que hay escasos hitos que si descubrimos antes de su lectura, harán que la historia pierda el latido constante que la caracteriza.

El personaje principal, Nefer, es una adolescente presa en la rutina de las costumbres del campo argentino, donde serán las ferias, los casamientos y la cosecha los acontecimientos que marcan el calendario de una existencia de sudor, trabajo y esperanzas heridas. Nefer es silencio para todo el mundo, menos para sí misma, sus pensamientos hacen borbotear los márgenes de su cuerpo.

Una calma aparente que se irá endureciendo junto con el lenguaje. Si tenemos en cuenta que es una historia que sucede en un espacio rural, el lenguaje a veces se nos puede hacer difícil de entender, pero me ha sorprendido muchísimo la capacidad de Sara Gallardo para convertir ciertos párrafos en poéticamente agresivos, sobre todo aquellos en los que conoceremos el estado anímico y físico de Nefer.

La opinión pública, la religión y las tradiciones serán elementos que justificarán el terror de Nefer a que los demás descubran su pesar, un pesar que se verá agravado por su obsesión con el Negro, uno de los mejores jinetes del lugar.

Este primer acercamiento a Sara Gallardo ha sido muy satisfactorio, me sorprendió mucho descubrir que esta obra es de 1958 y que relativamente hace pocos años que sus escritos están siendo tratados con la admiración y difusión que quizá en su época no pudo encontrar.

Hay argumentos y debates que pasan de generación en generación como un renglón torcido en la cadena genética.

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