Creo que a estas alturas de la vida me ahorro lo de comentar que Robert Galbraith es el seudónimo de J. K. Rowling, y prosigo :) Llevaba siglos detrás de ponerme con las novelas protagonizadas por el detective Cormoran Strike, pero entre unas cosas y otras lo fui dejando. Hace unos meses me enteré de que habría adaptación de la BBC de los tres libros, y me dije que esta era la mía y que tenía que leerlos antes de que comenzase. Este pasado domingo 28 de agosto se estrenaba el primer capítulo... y yo con los rulos puestos y el libro sin leer. Pues bien, si os digo que desde el domingo 28 no ha pasado ni una semana, que encima estoy de viaje mientras leéis esto, y que evidentemente estoy colgando reseña y el libro está, por tanto, leído, os haréis una idea de lo que me ha durado en las manos. No más de un par de días en el que no podía dejar de pasar las páginas. Y creedme, me sentí aliviada, porque Una vacante imprevista no llegó a hacerme todo el tilín que me hubiese gustado, y tenía todas mis esperanzas puestas en los libros de este oso detective de 1,90 metros. Muy fan (hasta las trancas) de Cormoran Strike y muy reconciliada con J.K. Rowling más allá de Harry Potter. Esta novela y estos personajes no necesitaban un seudónimo para triunfar. Sé que ya lo habréis leído muchos, y además hace mucho tiempo, pero hago mini-resumen. La historia comienza con una súper modelo, Lula Landry, cayendo desde su balcón hacia la muerte una fría y nevada noche de enero. Con un pasado conflictivo, diagnosticada con trastorno bipolar, se concluye que se ha suicidado y se da carpetazo a la historia. Tres meses después el hermano de Lula se presenta en la oficina del detective privado Cormoran Strike para que investigue lo que sucedió; él cree que fue asesinada. Este caso coincide con la llegada a la oficina de Robin Ellacott para ocupar el puesto de secretaria temporal. Robin no puede creerse su buena suerte, porque siempre había soñado con trabajar para un detective privado, pero lo que se encuentra es un Cormoran en el peor momento de su vida, que acaba de dejar a su prometida tras quince años de relación, que vive en la oficina y que además no tiene un penique y es incapaz de pagar el préstamo con el que abrió la oficina. Ah, y es hijo de una celebridad rockera al estilo de Mick Jagger y una de sus grupis... tuvo una infancia, como mínimo, complicada, aunque eso, en el mundo del famoseo que desconfía de los detectives y sus preguntas, abre muchas puertas. El canto del cuco es un comienzo fascinante para esta pareja tan peculiar de detective y secretaria con aspiraciones detectivescas. J.K. Galbraith tira de veteranía para componer dos personajes tan bien escritos que a las cien páginas ya los conoces como la palma de tu mano, y a los que no dejas de ver crecer a lo largo de la novela. Te arrastran con ellos, adoras a Cormoran, adoras a Robin, y en fin, que a mí, como veréis, me han convencido por completo. El caso en sí está llevado con mano de hierro, al estilo más clásico, sin flipadas varias ni intentos de impactar al lector con disparates sacados de la manga: una investigación con un tempo que a muchos podría parecerle lento pero que a mí me ha encantado, paso a paso, llena de conversaciones, entrevistas, personajes que entran y salen, y sin llegar a saber casi hasta el final qué es lo que le ronda por la cabeza a Strike. La admiración y cariño que derrocha J.K. Galbraith por la literatura clásica de detectives son evidentes, sobre todo porque sabe traérsela a nuestros tiempos y, cogiendo todo lo mejor de este género, construye unos personajes muy especiales al servicio de una trama sin artificos pero compacta... uno personajes de esos que esperas que protagonicen más libros, porque los haces tuyos, te llegan. Con una sencillez apabullante construye a un Cormoran Strike que se queda en la retina y que deberían estudiar todos aquellos que escriben novela negra o thrillers y tiran de un cliché tras otro para construir otro cliché más con patas. Y qué puedo decir de Robin... todas somos Robin (o casi todas... bueno, va, yo soy Robin). Es que este personaje, y su pasión por trabajar para un detective privado, me han hecho rememorar cómo me sentí cuando conocí la serie de Doctor Who (Friki alert!! Friki alert!!). Cuando comencé a ver esa maravilla de la ciencia-ficción, donde un Señor del Tiempo viajaba en una cabina telefónica azul en el tiempo y el espacio, hacia delante y hacia atrás, a millones de años luz o a la vuelta de la esquina... yo no quería ser el Doctor, yo quería ser la Companion, la humana que le acompañaba y se emocionaba y maravillaba en cada aventura. Yo QUERÍA ser la Companion (Rose a ser posible... con el Décimo, por el amor de dos). Bueno (que me desvío), pues eso me ha hecho sentir Robin con su pasión por este trabajo. Yo he querido ser Robin en este libro. Y para mí ese es el mayor piropo que le puedo echar a este y a cualquier otro personaje. No quiero terminar sin comentar la visión que muestra J.K. del mundo del famoseo desde una perspectiva de alguien que entra en él sin llegar a integrarse del todo. La crítica a la superficialidad e idiotez de las clases altas sociales, de los nuevos ricos y sus extravagancias o incapacidades para manejar su fama y sus cantidades ingentes de ingresos... a veces da la sensación que es un punto de vista muy personal, el de una persona que también ha dado el salto de no tener nada a tener millones en el banco y que, a pesar de tenerlo todo, de moverse en un mundo impensable veinte años atrás, ha mantenido los pies en la tierra y una actitud reprobatoria hacia ese mundo con pies de barro. En fin, que por si os cabía alguna duda, me lo he pasado pipa con El canto del cuco. Es un thriller sencillo en la forma pero que funciona como un reloj, y precisamente en esa sencillez está su encanto en una época en la que desde el género se intenta rizar mucho el rizo, y en la que se quieren contar demasiadas cosas a ver cuál impacta más. Se agradece de vez en cuando una historia que se tome su tiempo, que introduzca perfectamente a los personajes y su investigación y en la que encima no se quede ningún cabo suelto. Estoy deseando ponerme con El gusano de seda, y comprobar cómo les va a este par de íntegros, inteligentes, apasionados y astutos detectives. |