No sabía si alguien le estaría ayudando en ese momento. Sospechaba que, en realidad, seguía hablando consigo mismo. Que era su auténtico yo quien le hablaba y que por fin le estaba escuchando.
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No sabía si alguien le estaría ayudando en ese momento. Sospechaba que, en realidad, seguía hablando consigo mismo. Que era su auténtico yo quien le hablaba y que por fin le estaba escuchando.
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—¿En qué puedo ayudarles? —dijo el lacayo. A Richard lo habían mandado a tomar por culo con más amabilidad y buen humor.
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El Marqués siempre había sabido qué clase de persona no deseaba ser, desde pequeño. Bajo ningún concepto habría querido ser Peregrino. No quería parecerse a nadie en absoluto. Él quería ser elegante, escurridizo, brillante y, por encima de todo, lo que quería era ser único. Exactamente igual que Peregrino. |
No digo que vaya a sucederle nada malo, ¿eh? Pero siempre es mejor prevenir que, ya sabe, morir.
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Los acontecimientos eran unos cobardes: no sucedían de uno en uno, sino que llegaban en manadas y se abalanzaban sobre él todos a la vez.
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—Cuando los ángeles se vuelven malos, Richard, son los peores. No olvides que Lucifer también era un ángel.
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Cuando te reinventas de arriba abajo, necesitas algún modelo, ya sea para imitarlo o para evitarlo; algo que represente lo que quieres ser, o lo que de ninguna manera quieres ser.
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Pero lo más importante de todo, lo que debes entender, es lo siguiente: todas las cosas quieren abrirse.
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—No tengo miedo de caer —se dijo a sí mismo—. Lo que me asusta es lo que pasa cuando terminas de caer y empiezas a estar muerto.
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Creí que quería una vida tranquila y normal. No sé, a lo mejor estoy loco. No sé, puede ser. Pero si esto es todo lo que hay, entonces no quiero estar cuerdo.
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Cuando su padre envió a Coraline a contar los objetos azules, las puertas y las ventanas, ¿Cuantas contó de cada una?