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Encontré este libro por casualidad, no conocía al autor ni había leído nada acerca de la novela. Lo empecé y me atrapó enseguida, tiene un inicio muy potente. Un asesino mata a una familia de cuatro miembros con excepción del bebé, el cual consigue escapar con mucha suerte y llegar a un cementerio próximo a su hogar. Una vez allí es rescatado y protegido del asesino que va siguiéndole la pista por un matrimonio cuyos miembros llevan unos cuantos cientos de años muertos. Los muertos enterrados en el cementerio forman una comunidad en armonía, y mediante la concesión de la ciudadanía del cementerio al bebé (que le permitirá disfrutar de unos privilegios destinados únicamente a los moradores del terreno) lo protegerán hasta que sea suficientemente mayor para valerse por sí mismo. El bebé, al que deciden llamar Nadie (Nad) Owens tiene ahora unos padres adoptivos y un tutor que lo van a criar y proteger frente al asesino. La novela transcurre entre lo que forma parte del cementerio (fantasmas, licántropos, ángeles descarnados de la noche, "ghouls") y lo que conocemos como real, y Nad está allí, en el medio, ya que está vivo pero no se ha criado con vivos, y vive con muertos pero no está muerto. Un muchacho especial. El autor maneja con maestría la ironía y tiene un humor muy sutil que me ha hecho sonreír en muchas ocasiones. Es una novela con muchos matices de ternura, pese a que los elementos fantásticos relacionados con la muerte puedan parecer horripilantes cuando los enumeramos. Nada que ver, es literatura juvenil y se nota en la dulzura de las acciones, aunque estas sean violentas. Cuando lo empecé no era consciente de que de trataba de una novela juvenil, pero esto no ha sido impedimento para que la haya disfrutado al máximo. Me ha parecido una historia verdaderamente original, y ha creado un ambiente mágico que podría deleitar tanto a un chaval de doce años como a uno de ochenta. Me ha dejado un muy buen sabor de boca, repetiré seguro con este escritor. |
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