El coronel no tiene quien le escriba

Tristeza, impotencia, desasosiego... Estos son solo algunos de los sentimientos que esta lectura ha despertado en mí, aunque tengo que reconocer que el protagonista también ha conseguido que la esperanza e ilusión tengan un papel importante en el relato.

Lo primero que percibo a medida que voy conociendo al Coronel y a su esposa es miseria, enfermedad e injusticia. Página tras página esperaba ansiosa que llegara el viernes para acompañar a nuestro protagonista al muelle y esperar el correo con él, esa carta que cambiará la vida del matrimonio; y viernes tras viernes regreso cabizbaja a la casa para ver como el viejo tiene que dar la noticia a su esposa de que no hay carta.

Es indignante el abandono al que las instituciones someten a este hombre después de haber luchado y arriesgado su vida por defender unas ideas y un país que ahora no solo no se lo agradece, si no que le niega lo que por derecho le pertenece.

No he podido evitar la comparación con otra pareja de personajes literarios. He pensado en lo idealista que es nuestro Coronel (igual que Don Quijote); y como su esposa realista, práctica, abnegada, con los pies en la tierra, es consciente de la realidad que están viviendo y que la carta que el Coronel espera no va a llegar nunca (el Sancho que todo Quijote necesita).

La realidad que Marquez nos presenta en este relato es cruel y triste, pero la vida es esto. Aunque la ESPERANZA es lo último que debemos perder.