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Crítica de nibiaypuki


nibiaypuki
23 October 2022
Gabriel Pombo formula una estructura que pasa revista a las hipótesis sobre la identidad de un asesino misterioso. Las víctimas son vívidamente retratadas en sus momentos postreros. Se detallan los juicios celebrados para determinar las causas de las muertes. El juez interviniente (“Coroner” en lenguaje anglosajón), los médicos forenses, y los policías, todos estos personajes aparecen reflejados en breves intervenciones y concisos diálogos. El escenario resulta creíble y la atmósfera bien recreada. Nos hallamos en Whitechapel, un mísero distrito del Este londinense a fines del Siglo XIX, en el otoño de 1888. Pombo nos sumerge en las brumas de ese Londres donde un fantasma nunca capturado se cebaba con las mujeres de la noche. ¿Por qué tétricas razones mataba? Y sobre todo: ¿Por qué se ensañaba con sus víctimas con tanta crueldad?
Con el avance de la lectura y hacia el final, vendrá el momento de la reflexión. Las teorías pretendiendo identificar al matador dejan paso a la elaboración de su perfil psicológico. El perfil que le suponen criminólogos modernos del tipo de Robert Ressler, o lo que pensaron los precursores, como el forense Thomas Bond y el doctor Forbes Winslow, autor de una ya superada “teoría de la locura lunar” para explicar los crímenes. Pero antes se exponen, con certeros trazos, las diversas posibilidades.
De tal forma se podrá apreciar, alternativamente, a Jack en el rol de un asesino psicópata, o en los roles de homicida enamorado, sexual, u homosexual, e incluso de agente satánico. Igualmente, se dará cuenta de un Jack que nunca existió: la hipótesis de que el degollador era un equipo de verdugos, o que su matanza fue obra de “copycats”. Por las páginas del libro desfilarán varios sospechosos: (1) Carl Feigenbaum, un marino alemán condenado tras asesinar a una viuda en Estados Unidos, ocho años después de las muertes londinenses; (2) James Kelly, un loco fugado de un asilo, donde lo encerraran por cortarle el cuello a su esposa; (3) Severin Klososwki, un envenenador de mujeres colgado en 1903. Tales los posibles psicópatas que infunden vida al capítulo segundo.
Un criminal movido por el despecho amoroso será descrito en el tercer capítulo. Tal vez fuese Joseph Barnett, concubino de una de las víctimas. O podría ser George Hutchinson, problemático testigo que apareció en el momento y lugar equivocados. Y, ¿por qué no?, James Maybrick, el comerciante algodonero acusado de redactar un diario confesando ser el Destripador. Estos sujetos representarán los “asesinos enamorados” a que refiere el título del tercer capítulo. Para el papel de asesino sexual, ofrecido en el capítulo cuarto, se reserva lugar a William Bury y a Frederick Deeming, que victimaron a sus esposas y denotaban esa sádica condición. Homosexuales sospechosos surgirán en el quinto capítulo. Los habrá de elevada alcurnia, como el príncipe Albert Víctor, heredero al trono británico, o su preceptor James Stephen. Los habrá de clase media, como el abogado suicida Montague Druitt, o como un pintor daltónico amigo de Oscar Wilde y llamado Frank Miles. Y, asimismo, se verá a un curandero arrestado en Londres por escándalo público, que escapó a Norteamérica gracias al pago de una fianza: Francis Tumblety. Otro capítulo presenta a un famoso acusador: Alesteir Crowley, místico del Siglo XX y también a su acusado: un residente del Hospital de Londres, Robert Donston Stephenson, charlatán y practicante de magia negra.
Nada de relevancia queda fuera del examen de este libro que literalmente “se lee como si de la más apasionante novela de suspenso se tratase”.

* Reseña de "Jack el Destripador", de Gabriel Pombo, a cargo de Juan Carlos Anselmi Elissalde, administrador del sitio web: "Misterios de nuestro mundo y del universo", 31/12/2016.








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