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Crítica de Luni


Luni
09 January 2020
En esta ficción se recrea la vida en Whitechapel (distrito del este de Londres) donde las prostitutas malviven en perpetua zozobra desde el otoño de 1888, cuando un sádico feminicida viene cebándose en ellas frente a la impotencia de Scotland Yard y del Comité de Vigilancia, fundado para colaborar en la aprehensión del psicópata. El protagonismo lo asume Arthur Legrand, antiguo teniente francés de la guerra franco-prusiana; próspero comerciante de casi cincuenta años residente en Westminster, con una segunda ocupación a la cual consagra su talento: liderar un reducido equipo de pesquisas contratado para auxiliar a las autoridades, en un desesperado intento por poner fin a la matanza. Lo secunda su joven pareja, Bárbara Doyle, quien trabaja encubierta para la Agencia Central de Noticias y supera en fervor a su amante. Capturar a los criminales es su obsesión. Sin remilgos, se disfraza de ramera acudiendo a las tabernas, fingiendo aprestarse a ejercer ese oficio, en pos de obtener información tan vital como peligrosa.
El relato se estructura a partir de una línea argumental con dos momentos temporales (desde octubre a noviembre de 1888, en la primera sección, y desde mayo de 1887 a septiembre de 1889, en la segunda), pero con los mismos protagonistas. En mi parecer, la segunda parte deviene más fluida e impactante que la inicial. Pero la primera resulta imprescindible para discernir los ulteriores eventos, el modus operandi de los criminales y sus motivaciones. Además, en el último segmento conoceremos mejor a la pareja protagonista y a los partícipes secundarios, hasta llegar a sentir genuina simpatía por sus acciones y reacciones. La temática primordial, aparte del thriller en sí mismo, se sustenta en el enigma provocado por una sucesión de homicidios contra mujeres pobres, y la ritualidad con que son llevados a cabo. El aspecto documental está planteado con notable rigor, al punto que me sorprende que el autor no sea un historiador profesional, sino que se dedique a un área diametralmente diferente, como constituye el ejercicio de la abogacía.
Vale destacar, asimismo, que además de la pareja que funge en el papel protagónico, se introduce a algunos subordinados que aportan frescura y originalidad (los policías John Batchelor y Thomas Barrett, por ejemplo), y otros que tuvieron existencia histórica asociada a los crímenes de Jack el Destripador (el cirujano forense Thomas Bond y el inspector Henry Moore). Son unos secundarios perfilados con acierto y muy potentes, que también gozarán de un rol relevante en este thriller.
"El animal más peligroso" es un libro que engancha y que, en mi opinión, va de menos a más. Sus páginas iniciales, adecuadamente rotuladas "preludio", me parecieron abruptas y, en lo personal, me descolocaron bastante porque se sitúan quince años antes del nudo argumental, sin que ninguna alusión se efectúe luego a dicho comienzo. Pero es cierto igualmente que, a medida de que el hilo discursivo gana en consistencia e interés, casi al arribar al desenlace, se nos revelará la importancia de aquella críptica escena primigenia. Entonces todo nos terminará cerrando, dándose cima a una novela extraordinaria.
Podría afirmarse que esta obra arropa una historia predecible dentro de lo impredecible. Ello es así, pues el escritor propone mil y un giros, vueltas e imposturas; aunque nunca se nos esconde la verdadera identidad de los asesinos. Las relaciones ocultas entre prácticamente todos los personajes son continuas. Yo no las resolví todas, pero sí la más trascendente, es decir: cuál era el móvil que animaba a los dos héroes (la pareja de investigadores) para perseguir con tanta tenacidad a los homicidas. Pero aunque este no sea el típico folletín detectivesco, donde la clave radica en descubrir la identidad de los culpables, aún así me ha fascinado. El novelista sabe mantener la tensión y los hechos que, sin tapujos, nos permite conocer, no le restan ni una pizca de entretenimiento a la narrativa.
La trama es adictiva. Nos desvela la historia del asesino serial más célebre del siglo XIX mediante esos investigadores empeñados en frenar la retahíla de muertes que azota aquel suburbio. Pero cuando Legrand avanza en sus indagatorias comprende que deberán enfrentar también a otro victimario aún más despiadado, cuyas presas aparecen desmembradas a las márgenes del río Támesis. Se trata de una historia de género negro policial inspirada en acontecimientos reales. Un argumento muy bien hilvanado que nos propone una idea de lo que pudo haber ocurrido en esas lúgubres calles más de ciento treinta años atrás, cuando Jack el Destripador y el Descuartizador del Támesis masacraban víctimas indefensas. Dos de los mayores arcanos de la Inglaterra victoriana cuya solución se nos va dando a luz a través de pistas sutiles, página tras página, donde el escritor se sirve de una pluma que nos transporta a esa época tenebrosa y apasionante. En aquellos días aciagos para la justicia, mientras la policía británica mira para otro lado, la salvación de las mujeres marcadas para morir dependerá de unos detectives aficionados.
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