“El poder. Como vino, cuando se está en posesión de él. Como veneno, cuando se ha perdido.”
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“El poder. Como vino, cuando se está en posesión de él. Como veneno, cuando se ha perdido.”
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Cuando amaban, las hadas contaban todos sus secretos mientras estaban dormidas. Solo hacía falta hacer la pregunta adecuada.
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Y percibió demasiado tarde lo que él sembraba en ella. Amor. El peor de los venenos.
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¿Qué era aquello? Aquel anhelo que la desgarraba y dolía como el hambre o la sed. No era amor. El amor era cálido y blando como una cama de hojas. Pero aquello era oscuro como las sombras de un arbusto venenoso... e inquietante. Insaciable. Debía llamarse de otro modo. La misma palabra no podía describir la vida y la muerte, el sol y la luna.
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Nadie vivía lo suficiente como para comprender que el ayer nacía del mañana tanto como el mañana del ayer.
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Palabras. Nada más que eso. Y aún así convertían la noche en un oscuro cristal en el que veía reflejado su propio rostro.
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-Naciste para ser un ángel de la guarda. Quizá te dé alas algún día. -Pero, qué era yo antes? -preguntó Will. -¿Desde cuándo la mariposa pregunta por la oruga? -le contestó ella-. La olvida y está contenta con lo que es. |
¿Qué criaturas mágicas podemos encontrar en Gringotts, el banco de magos?