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Estoy tentada de poner aquí abajo el prólogo que Alana Portero ha escrito sobre este cómic y dejar que ella lo explique todo, porque, como siempre, lo explica de maravilla. Dice Portero que “no hay artefacto cultural más poderoso que el capaz de transmitir dignidad, orgullo y fiereza a quien lo necesita. Este cómic, sin duda, lo es.” En estos momentos en los que estamos viviendo cosas vergonzosas que nunca hubiéramos pensado que podrían volver a defenderse en nombre del feminismo, relatos como estos vienen a darnos un poco de esperanza. Relatos en primera persona, desde la verdad, relatos que no esconden nada, que reivindican las vivencias como actos políticos. Que no se pliegan a lo que las narrativas oficiales esperan de las vidas trans. Relatos hechos con la cabeza bien alta, desde la dignidad. Desde esa dignidad que no tienen las personas que han decidido que, en lugar de adoptar un lugar de escucha, de humildad, de empatía y de sororidad con las personas trans, es mejor (para ellxs, claro) aferrarse a fábulas hipérbolicas, sesgadas, hiper dramáticas, sensacionalistas, mentirosas y manipuladoras sobre sus realidades. Afortunadamente, cada vez más personas trans están pudiendo contar sus vivencias y necesidades en primera persona, y, afortunadamente, a pesar del ruido mediático, cada vez somos más las que escuchamos y apoyamos. Este año hemos tenido unos cuantos artefactos culturales así: “Las malas”, de Camila Sosa Villada, la serie de la Veneno, la serie POSE, el documental Disclosure (Netflix) y este pequeño cómic de Yole Signorelli, editado maravillosamente por Contintametienes. Os recomiendo todos y cada uno de ellos. |
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