Eco

Una incómoda convalecencia postquirúrgica genera un efervescente repaso a un doloroso presente inquietante, aderezado de errores pasados, angustias y temores, sensaciones e incomodidad, y al perenne influjo de la Rubia, porque el protagonista, narrador en primera persona cual autoficción, dice que "mezclo recuerdos con ensoñaciones con delirios con autocompasión".
Una crítica sutil (con trazas kafkianas) de nuestra vanidad cognitiva, la fragilidad de las respuestas absolutas, la asfixia moral, las infinitas galerías de la imaginación, una laboriosa álgebra del lenguaje, una espiral vertiginosa cuyas principales burbujas son el asombro y el desconcierto de un protagonista que transita por su cuerpo, por la habitación y la puebla de fantasmas, explora el alma de sus recuerdos y de sus propios confines entre las dudas y las vacilaciones sobre la realidad del relato narrado, que corroen las certidumbres. No obstante, el problema del texto es que no hay un conflicto que haga progresar la acción, que facilite que el lector tenga un motivo para seguir leyendo, para pasar a la página siguiente y no encontrar más que una mera acumulación de devaneos mentales, que no atrapa y termina por no seducir. A veces, la oscuridad no es sinónimo de seducción, tampoco el inicio in media res ni los constantes saltos temporales son suficientes para sostener sin desmayos 140 páginas de una obra singular (literatura selfie al decir del ensayista Wilfrido Corral), en la que, en el fondo, el protagonista solo quiere salvarse de sí mismo.

Este paseo por la psique del protagonista nos lleva de un lugar a otro sin previo aviso, saltando de pensamiento en pensamiento, de emoción en emoción, hasta acabar sumidos en un profundo desconcierto.

El autor consigue, con su pluma creativa y fresca, encerrarnos en una vorágine de sensaciones y preguntas sobre qué, cómo y por qué ocurren las cosas que nos pasan.

Eco es un viaje a través de una vida, de las heridas que no cicatrizan a pesar de los años, de los intentos y las expectativas de curarlas, del camino que recorremos hasta darnos de bruces contra otra calle sin salida.
Es un retrato de un ser humano que siente y padece, padece sintiendo, delira, olvida, recuerda, y vuelve al punto de inicio.

El protagonista habla de las personas que han truncado su vida, de él mismo, de aquellos que quiso mantener y a los que deseó ver morir. "Los recuerdos también se heredan" narra el autor, Carlos Frontera, y creo que tiene razón. Los aprendizajes que nos son impuestos, lo que vemos y repetimos, lo que nos enseñan a mirar. Vamos construyendo nuestra realidad en torno a lo que conocemos y cuando de pronto tenemos varias decenas de años a nuestras espaldas y estamos en lo más alto de la más alta montaña, nos percatamos de que había mucho más.

En resumen, me ha parecido una lectura interesante, introspectiva, realista y original. Algunas personas podrían considerarlo un libro "lento", pero si lo que buscáis es una lectura tranquila, profunda y llena de reflexiones que invitan a reflexionar sin pecar de pesada ni directiva, sino más bien fluida, os lo recomiendo encarecidamente.

Muchas gracias a la editorial por hacerme llegar el libro y gracias a Carlos por haber plasmado en esas hojas el eco de una voz propia.

Desde las primeras frases supe que no era una lectura para el momento que yo estaba pasando. Es un personaje muy deprimente y constantemente está buscando culpa.
Comienza con el protagonista en un hospital y a partir de aquí irá haciendo un repaso profundo y a veces lento sobre sus relaciones ( pareja, amigos...).
No ha sido un libro para mí pero quiero dar las gracias a la editorial por el ejemplar. Así mismo decir que este libro lo enviaré a una mujer reclusa en la iniciativa alasolvidadas.org

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