Leí este libro por primera vez hace veinticuatro años. Volví a alguno de sus relatos muchas veces, para trabajar con ellos en tareas de investigación o de argumentación, o por el simple placer de leer a Fresán. Ahora, todo de corrido, creo que resultó más fascinante que todas las veces anteriores. ¿Son cuentos? Sí, son cuentos. Pero no. Cada relato que compone este libro se relaciona con los demás, ya sea porque un personaje se repite, ya sea porque se dan datos de otro personaje que ya apareció y porque transcurren en un momento oscuro de la historia argentina con el que muy pocos autores se animaron a meterle este tipo de ficción casi casi delirante, muy irónica y certera. Además, la cuestión de las escobas descontroladas del aprendiz de brujo parecen ser el disparador para todo lo que ocurre. Lo mismo que el hablar de uno mismo en tercera persona y el estar clínicamente muerto para verse a la distancia. |