Libertad

"Joey le estrechó la mano y de inmediato pasó a preocuparle que Jonathan estuviera en lo cierto sobre las armas de destrucción masiva. No es que le importaran los cien dólares; iba a ganar ocho mil al mes con Kenny Bartles. Pero Jonathan, adicto a las noticias políticas, parecía tan seguro de sí mismo que Joey se preguntó si no se le había escapado el chiste en sus conversaciones con los jefes del laboratorio de ideas Y Kenny Bartles: si había sido incapaz de percibir el guiño o la inflexión irónica en la voz cuando los otros hablaban de las razones, aparte de su propio enriquecimiento personal o el de sus empresas, para invadir Iraq. En opinión de Joey, ellos tenían en efecto un motivo secreto para apoyar la invasión: la protección de Israel, que, a diferencia de Estados Unidos, se hallaba al alcance incluso de los misiles cutres que pudieran fabricar los científicos de Saddam. Pero creía que los neoconservadores eran sinceros al menos en su temor por la seguridad de Israel. Ahora, cuando marzo daba paso a abril, ya hacían gestos de indiferencia y se comportaban como si les trajese sin cuidado que salieran o no a la luz armas de destrucción masiva, como si lo más importante fuera la libertad de los iraquíes. Y Joey, cuyo propio interés en la guerra era sobre todo económico,pero cuyo refugio moral era la idea de que mentes más sabias tenían motivos mejores, empezó a sentir que lo habían embaucado. No por eso perdió las ganas de embolsarse su parte, pero sí se sintió más sucio". En Libertad, Jonathan Franzen nos hace un retrato del Estados Unidos de la era Bush sirviéndose de las andanzas de una familia, los Berglund. Walter y Patti llevan más de veinte años casados, son progres, les preocupa el medio ambiente y tienen dos hijos, Jessica y Joey, que es la nota discordante porque es republicano. Y eso. No hay más. He tardado diez años en leerlo porque es que sinceramente me daba igual lo que contaba por muy bien escrito que estuviera. al final acabas pensando Y?

Libertad: el poder de tomar decisiones ¿propias? y poder, pues, cometer errores, muchos errores como los Berglund, esa familia tan atrayente, tan "tolstoiana" a quienes seguimos a lo largo de los años, de estas 666 páginas que se hacen cortas, muy cortas.

Muchas, y muy bien narradas e incitantes son las peripecias que Franzen (ese ilustre contendiente a La Gran Novela Americana) tiene a bien compartir con nosotros. Con un estilo depurado, desnudo, heredero del mejor Hemingway pero con mayor ímpetu, se nos presenta a través de un acerado escalpelo la disección de nuestros sueños y querencias, de cómo podemos errar una y otra vez, y sufrir y gozar, y dejar que nuestro amor en sentido más amplio y profundo tome las riendas y nos lleve a la redención. Aún hay esperanza si cuidamos nuestro corazón y, como la reinita cerúlea, abrimos las alas para volar.

Por momentos me daban ganas de dejar el libro, ponerme de pie y aplaudir. Patty Berglund es el mejor personaje que recuerde, se sentía tan real que parecía que podría tocarla. Obra maestra tal vez incluso mejor que Las correcciones