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Miguel Sáenz; (Traductor)
ISBN : 8497592816
264 páginas
Editorial: Debolsillo (01/09/2015)

Calificación promedio : 3.92/5 (sobre 84 calificaciones)
Resumen:
Al filo de la muerte, Franz Kafka pidió a su amigo Max Brod que destruyese todo el material que no había publicado en vida para que nunca viese la luz. Esta novela inacabada hubiese corrido esa suerte de no ser por Brod, quien advirtió el gran valor literario de dicha obra y desobedeció la petición de su amigo. Publicada póstumamente en 1925, Kafka escribió El proceso en la treintena y es una de las piezas clave de la producción de este autor checo.La novela empieza... >Voir plus
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Críticas, Reseñas y Opiniones (18) Ver más Añadir una crítica
My
 22 October 2022
Siempre que puedo vuelvo a leer algún clásico de los que descubrí en mi niñez o adolescencia para experimentar cómo se ven con mis ojos adultos. Quería volver a Kafka, y he leído La metamorfosis como mil veces, así que me decidí por El proceso.

Vaya sorpresa.

Recuerdo que en mis años mozos me gustó mucho aunque no entendí ni jota, pero la sensación de opresión, ese ambiente surreal y lo inconexo de su estructura me atrajo bastante. Aquella yo adolescente no había pasado por las garras del sistema todavía para entender hasta con el tuétano lo real que puede llegar a ser la loca experiencia de este sujeto.

Esta historia cuenta las peripecias de Josef K., un hombre acusado, no se sabe de qué, que deberá afrontar un proceso penal en una institución de la que tampoco se sabe nada. Acompañaremos a este gerente bancario por un laberinto penal y burocrático hecho para topar con pared en todo momento. Viviremos a su lado situaciones que parecen una locura y conoceremos personajes extraños en situaciones aún más extrañas.

El proceso es una obra inacabada, publicada de forma póstuma gracias a un señor llamado Max Brod, que no hizo caso de los deseos del autor: quemar algunos manuscritos, entre ellos esta novela.

Mi yo adolescente pensaba que estas locuras y extravagancias de El proceso pertenecían a una galaxia muy, muy lejana, en la mente de un checo genial y nada más. Que equivocada estaba...

Nunca me he visto envuelta en un proceso penal (y toco madera para que no me pase jamás), pero, como cualquier adulto, he sido víctima de la infamia burocrática, de las vueltas sin sentido a oficinas y ventanillas, del 'trae este documento con tres copias a color, impresas en cuero de unicornio'; del 'en esta ventanilla solo atendemos a cíclopes y usted tiene dos ojos', o 'tiene que ir a la oficina ubicada en el centro de la tierra', pero 'esta oficina solo abre en año bisiesto'. Quien crea que exagero, quien crea que El proceso es exagerada, vive en un mundo de luz y de color al que yo me iría a vivir sin dudarlo mañana mismo.

La lectura es una locura, pero siento que he experimentado muchas veces esas emociones en situaciones cotidianas de la vida. La opresión, el desconcierto, esas amargas sorpresas y vericuetos con hacienda, la seguridad social o los trámites burocráticos, migratorios, etc., etc. Todos sabemos que la justicia ha destrozado la vida de personas inocentes, y muchas veces por cuestiones que rozan el absurdo.

El proceso confunde, intriga y en algunas ocasiones desespera y puede que llegues a perder el hilo o a decir 'qué hago yo leyendo esto'. Pero tiene algo, posee una verdad oculta detrás de ese aparente sinsentido que ha hecho que genios y estudiosos de la literatura, la filosofía, la política, se retuerzan el seso pensando qué quiso decir el buen Franz, cuál era esa motivación, dónde está el símbolo. Yo solo soy lectora a nivel usuario, afortunadamente, así que no tengo ni idea de lo que subyace en las entrañas de esta obra maestra, pero a mí me aplasta sentir que seguimos buscando a la justicia dentro de un número infinito de matrioskas.

A El proceso se le notan las costuras (y los parches) por todos lados. Hay capítulos que parecen fuera de sitio, personajes que nunca acabaremos de conocer o situaciones que parecen no encajar. Es el precio a pagar por leer una obra inacabada.

Voy a necesitar tiempo para digerir esta serie de eventos, personajes y comportamientos, pero me atrapó desde el principio. Me atrapó ayer y ahora.

Me estremece este mundo kafkiano de sensaciones. Sensaciones amplificadas por esta veta oculta. Esta veta oculta de verdad que mi adultez ha sido capaz de encontrar.





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richmarcelo
 10 November 2019
I

Siempre están presentes en nuestra vida aquellos amigos que nos recomiendan buenos autores, incluso casi obligándonos a leerlos -en el mejor sentido de la palabra-, pues quieren que apreciemos y sintamos todo aquel cúmulo de sensaciones y placeres literarios que ellos experimentaron, a su vez, al sumergirse en los libros elegidos. Varias personas no me creían cuando afirmaba nunca haber leído las obras más famosas y recomendables de Franz Kafka, salvo el relato corto ‘Un artista del hambre'; pues bien, gracias a uno de estos entrañables amigos, yo diría con mayor precisión y sin empacho, gracias a Daniela Rizzo (experta en literatura y clubes de lectura, pueden dar con ella en su blog: www.loinquieto.net) es que fui a caer en las manos de uno de esos titanes literarios que nacen cada siglo cuando se logran alinear los astros. La puerta elegida para introducirme en el universo kafkiano fue la novela inconclusa El proceso y como suelen cerrar algunos filmes, parafraseo: desde ese día todo lo demás es historia.

Sepan que ninguna apreciación hacia Kafka y su obra es exagerada, K. nunca pasará de moda y seguirá siendo querido y alabado, merece estar en los mejores cánones y aún no logro explicarme cómo un cerebro humano -o acaso dos- pudo o pudieron maquinar semejante bestiario en el que cada monstruo -cada obra literaria- nos mastica con sus fauces impregnadas de un existencialismo fuera de lo común y nos devuelve despedazados y en orfandad de condiciones. Inclusive, para autores de la talla de Borges, este escritor “judío de Praga” ya existió -como voz y hábitos- en la obra de otros sin siquiera haber nacido, quizás solo anunciado como una profecía de lo que vendrá: hay un Kafka en la antigua paradoja de Zenón contra el movimiento, siendo la forma del problema la de El castillo, en tanto que el móvil, la flecha y Aquiles los primeros personajes kafkianos. Existe una afinidad del tono de Kafka con una fábula de Han Yu, prosista del siglo IX; otra con el padre del existencialismo, el danés Kierkegaard. Se lo puede rastrear también en las obras Histoires désobligeantes de León Bloy y Carcassone de Lord Dunsany, o en aquellas en las que abunden “parábolas religiosas de tema contemporáneo y burgués”.

Sigo de la mano del maestro argentino. En su libro Prólogos con un prólogo de prólogos (Torres Agüero Editor, 1973), en el apartado que reproduce su famoso prólogo a La metamorfosis (traducción de Jorge Luis Borges, Editorial Losada, 1938), califica a Kafka como enfermizo, hosco; lo considera un menospreciado y tiranizado por su padre; un ser afectado y convaleciente de amor; fanático de las novelas de viaje; obligado a expresarse y escribir en lengua ajena -alemán-; sobreviviente y un cautivo más de la guerra. ¡Qué clase de vida! ¿No? Pues de todo ello y mucho más se nutrieron para crecer sus monstruos -obras-. ¿Pero si los monstruos a punto de ser adultos hubiesen sido asesinados? Cosa que no ocurrió, por fortuna y porque Max Brod, amigo y albacea de Kafka, desoyó una de las últimas voluntades del autor y se negó a destruir tantas páginas inéditas e inconclusas. Gracias por esa transgresión necesaria señor Brod, le estrecho la mano imaginaria y le doy un abrazo imaginario. Para Borges en Kafka obró una “voluntad secreta” pues si quería deshacerse de lo hecho él mismo hubiera arrojado todo a las brasas (tras su muerte hallaron cuatro cuadernos de los que solo quedaban las cubiertas, hubieron testimonios que afirmaron haberlo visto incinerar una papelera). Lo que quería era “desligarse de una responsabilidad” ulterior, porque esa obra inédita aún no lo satisfacía pero debía existir, aún era un germen en potencia de volverse pesadilla y a él se le había agotado la estadía en este mundo. Inclusive, si aceptamos lo interpretado por Borges, en Kafka operaba una necesidad de que sus obras sean inacabadas e interminables para que haya una correspondencia entre los obstáculos que le impedían dar el punto final y los obstáculos que padecen sus “héroes idénticos”.

Según el ensayista ecuatoriano Galo René Pérez, en su escrito ‘Para una explicación de “El Proceso” de Kafka' (Prosa Escogida, 1978), Kafka ni siquiera le concedió a Brod una lectura que le permitiese escoger lo sobresaliente de sus papeles inéditos. René Pérez reproduce una nota de Kafka muy ilustrativa al respecto: “He aquí, mi muy querido Max, mi último ruego: todo lo que pueda encontrarse en lo que dejo tras de mí (es decir, en mi biblioteca, en mi armario, en mi escritorio, en casa, en la oficina o en cualquier lugar que sea), todo lo que dejo en materia de cuadernos, manuscritos, cartas, personales o no, etc., etc..., debe ser quemado sin restricción y sin ser leído, como también todos los escritos o notas míos que poseas; los que posean otros, se los reclamarás...” Si bien su vida estuvo consagrada a la literatura, sentía cierta repulsión por publicar. No conservar los trabajos insatisfactorios, que no llegaban a expresar en algo lo indecible que circulaba en su cabeza y constituía su ser.

Hay que tener en claro que los escritos kafkianos están en alto grado identificados con la vida y desasosiegos del autor (si se quiere recibir de boca misma de K. tales padecimientos e interrelaciones entre vida y obra es necesario seguir las líneas de sus Diarios; que podrían ser considerados como una obra más, una novela-vida a decir de Alejandra Pizarnik, adoradora de Kafka). Todo lo cuenta en sus Diarios: el esfuerzo terrible y agotador que le significaba el acto de escribir, un agotamiento de cuerpo y alma; la fuerte vitalidad opresiva de su padre; su carencia de fuerzas, atado a la soltería; su deseo de seguir en ese estado para no contar con efectos distractores que le priven de su entrega total hacia la literatura; su angustia por la vertiginosa irrupción del mundo exterior, etc. (si se quieren revisar los textos en donde está presente el importante conflicto padre/hijo: ‘El fogonero', que es parte de la novela El desaparecido; La metamorfosis y La condena. En La metamorfosis hay mayor presencia de aquel aislamiento social y familiar; angustia frente al mundo exterior).

II

Se dice que desde finales de julio de 1914 Kafka empezó a trabajar en El proceso. Los ejes tangenciales que atraviesan toda esta novela inconclusa, es decir, los vericuetos de la Ley, el poder y el castigo, los absurdos y la culpabilidad, también están presentes en la nouvelle En la colonia penitenciaria. También se sabe que la historia corta ‘Un médico rural', abocada a su padre y escrita a principios de 1917, iba a formar parte de El proceso. La relación entre el médico y su paciente bien podría ser la de Kafka y su progenitor. Según Franz Werfel, mencionado por Rafael Gutiérrez en su estudio introductorio a La metamorfosis -y algo más- (Círculo de Lectores, 1981), el médico quiere ayudar y se esfuerza en su labor pero las fuerzas le abandonan al igual que el agotado Kafka y sus fibras decrecientes para escribir -desde 1917 sabe que padece tuberculosis y que se va a morir-. Tal es así que en 1920 entrega sus Diarios a Milena Jesenská y le sugiere asistirlo en un intento de suicidio. Más tarde le diría a Brod que eso sí le hubiera ayudado. En 1922 trabaja en El Castillo; ve de lejos la entrada a la verdadera perfección que para él es esquiva, al igual que K. y su imposibilidad de ingresar al castillo -salvo en su lecho de muerte cuando le permiten entrar al pueblo-. La imposibilidad de lo imposible, la perfección en estado puro, un nuómeno, la literatura y la muerte: como el artista del trapecio al que su impulso hacia la perfección lo lleva al destino fatal o como el artista del hambre quien, en su esmero, muere de inanición. Así Kafka al querer perfeccionarse muere por y de literatura. En 1924, casi disuelto en tuberculosis escribe su último relato corto: ‘Josefina la cantora o el pueblo de los ratones'. al igual que en su narración pronto será “redimido de la plaga terrenal”. Erich Heller, también citado por Rafael Gutiérrez, afirma que Kafka “transmite el tormento que padeció en la elaboración de sus narraciones, que a su vez son la exposición de un tormento”, sobre todo en El proceso y El castillo por la atmósfera “deprimente” que describen. Se hace trizas la realidad, uno ingresa al juego, lo acepta y continúa. Ser partícipes de la gran broma, de las más grandes monstruosidades construidas con sutileza. La pasión literaria llevó a Kafka a consumir su vida para satisfacer un delirio para él inalcanzable.

III

Se conoce que Max Brod fue el responsable de conservar, organizar y publicar en 1925 la novela El proceso. Sin título en los manuscritos originales decidió bautizarla de esa manera pues escuchó a Kafka, alguna vez, llamar así a su creación. Brod ordenó los capítulos y colocó en un apéndice final aquellos al parecer no completos ni coordinados. Novela densa y en momentos ultra exigente y extraña. Kafka y Josef K. -el personaje principal- se diluyen página a página. Dura crítica al funesto poder de la justicia ciega, los secretos y los incompetentes administradores.

Un día a K., de treinta años, le arrestan sin que éste sepa lo infringido, nadie nunca le da razón al respecto y el lector nunca conoce el delito cometido. El supuesto culpable puede hacer su vida casi normal, ir a trabajar al Banco, desplazarse con libertad por la ciudad; pero sin la posibilidad de ignorar los interrogatorios, la omnipresencia del Tribunal y la llegada de un juicio futuro. Estos elementos que aparecen de una forma apabullante hacen que el personaje se deje arrastrar al proceso y vaya sintiéndose responsable de cosas que no deberían corresponderle.

El sitio del primer interrogatorio formal se lo percibe como salido de un infierno surreal: una suerte de suburbio, una calle extraña, niños que le quieren robar, una joven que lava ropa y le hace pasar a una habitación llena de gente, otra habitación con el techo demasiado bajo. Josef K. se queja ante el juez de los abusos cometidos en su detención: se comieron su desayuno, quisieron ser sobornados, hicieron que vista su traje más elegante, alteraron la habitación de la mujer que él aprecia -la señorita Bürstner-, trataron de dañar su reputación con la casera y la gente del Banco. Denuncia una conspiración para detener a personas que no son culpables. Lo estrafalario se infiltra en cada capítulo. Cuando no hay sesiones el recinto de interrogatorios se convierte en la vivienda de la mujer lavandera y su esposo, ordenanza del Tribunal. Se da a entender al lector que ella tiene cierta relación concupiscente con el juez de instrucción. Las oficinas del juzgado, toscas y feas, expelen un calor sofocante; la gente del exterior se repugna y padece en los juzgados, y viceversa, porque los funcionarios no toleran el aire libre.

¿De qué defenderse? ¿Cómo actuar? ¿Cómo presentar el alegato de inocencia? A K. le orillan a no tomarse las cosas tan a la ligera y buscar ayuda de gente influyente y bien relacionada. Su tío y antiguo tutor, para no afectar la honra de la familia, lo lleva donde el abogado Huld -enfermo, lento y lleno de excusas- y su anómala criada Leni, que intenta seducir a K. Sin embargo, no se necesita de mucho para que el acusado sienta que su defensa no estaba en buenas manos, así que, sin nada que perder, aprovecha las recomendaciones de un fabricante para visitar al pintor Tintorelli; bien ubicado tras ser el encargado de realizar los retratos en el Tribunal y conocer a los jueces y su proceder. Así llega otra escena pesadillesca-surreal. Un barrio pobre, unas niñas irritantes y traviesas, una niña jorobada, una puerta secreta junto a la cama. El pintor -hombre de confianza del Tribunal- ofrece ayudar a K. y le presenta tres alternativas poco convencionales en un juicio normal: 1. absolución real (improbable y casi inexistente. En la absolución real todos los expedientes se quitan); 2. absolución aparente (Tintorelli se compromete en redactar una declaración de inocencia, garantizándola y presentándola a algunos jueces. K., a su vez, debe acudir a unos cuantos interrogatorios para salir libre, en apariencia, porque basta que un juez encuentre los documentos para que se reactive el proceso); 3. el aplazamiento (mantener el proceso en su primera fase, estar en contacto con el Tribunal, presentarse ante el juez con regularidad y tener buena disposición. El acusado queda tan alejado de la condena como si estuviera en libertad. La desventaja es que el proceso no se detiene y causan incomodidades las pesquisas e interrogatorios). Para no encontrarse con las niñas traviesas K. sale del cuarto de Tintorelli por la puerta secreta y se sorprende -creo que cualquier lector se ve empujado a acompañar esa sorpresa- con las oficinas del Tribunal.

Hastiado de la lentitud y falta de avances K. decide visitar a Huld para despedirlo, no obstante, en este capítulo incompleto -vendría a ser el octavo-, acontecen varias cosas que descolocan. Se da una aparente cercanía entre K. y el comerciante Block -cliente del abogado desde hace 20 años-; ambos se confiesan sus secretos (Block confiesa que tiene más de un abogado y K. confiesa que va a despedir a Huld); el comerciante le revela a K. que en los tribunales suceden cosas que escapan a la razón como adivinar por los labios si una persona será acusada o no; sabemos en este punto que el proceso de K. recién lleva 6 meses; conocemos que Block es inquilino ocasional en la casa del abogado para cuando a Huld le nazca atenderlo; nos enteramos -y esto fusila la dinámica racional del lector- que Leni considera guapos a todos los acusados y que hay una especie de relación proporcional entre culpabilidad y guapura; y se da una pelea entre K. y Block por la humillación de éste ante el abogado, volviéndose perro de Huld para que se le informe lo que había dicho un tercer juez sobre su asunto.

En el penúltimo capítulo se le ordena a K. que vaya a acompañar a la catedral a un cliente italiano, mismo que nunca asoma. En el lugar, y casi de salida, es retenido por el capellán de la prisión quien le informa que su caso no va nada bien; que tenían probada su culpabilidad. El sacerdote también le cuenta la historia del hombre de campo, el ingreso a la ley y el guardián que le prohíbe entrar. En el capítulo final, víspera de su trigésimo primer aniversario, dos hombres pálidos, gordos y con sombreros apresan a K. y lo conducen afuera de la ciudad, a una cantera. Lo hacen recostar y uno de los dos desenfunda un cuchillo de carnicero. Antes de su desenlace fatal, K. no llega a ver a ningún juez ni logra acercarse al Tribunal indicado.

Como se puede apreciar en El proceso, a diferencia de otras novelas que tratan temas relacionados con crímenes, abogados, fiscales, jueces y condenas, no interesa la estructura y consecución del juicio en sí, la descripción del delito, las estrategias de la defensa, las pruebas y requerimientos del fiscal o el dictamen del juez. Lo que interesa es el absurdo creado por el mismo ejercicio de un poder ciego y la cuestión anímica del acusado -maniatado- que se autoengaña con un deseo truncado de enfrentar aquel poder, incluso desafiarlo. No es posible salir bien librado, solo queda dejarse llevar por el procedimiento y sucumbir ante la inutilidad y la injusticia. No se puede hacer nada porque el proceso es absurdo, los mecanismos que se presentan para enfrentarlo son absurdos y para colmo el desenlace es aún más absurdo.
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Yani
 21 May 2019
Antes que nada, una aclaración/ confesión. Me gustaría tener más claro qué pienso de esta novela. O, tal vez, sí tengo claro qué debería pensar. Y lo cierto es que, si bien comprendo la importancia de este clásico de Kafka, no pude “enamorarme” de él. El proceso me inspiró curiosidad y pocas ganas de hacer un análisis y, por lo general, los libros que me provocan indiferencia terminan generándome resentimiento ¿El amor vendrá con una relectura?

Josef K es un hombre al que las autoridades detienen un día en su casa porque hay una acusación en su contra. Nadie explica el motivo. Lo relevante es que Josef K deberá defenderse de todas maneras ante una justicia que parece etérea y descentralizada, pero que lo vigila de cerca ¿Cómo puede liberarse del proceso si ni siquiera sabe quién lo acusó? En ese largo camino de incertidumbre lo acompañan personajes extraños pero influyentes, que pueden ayudarlo a seguir con su vida normal… si eso es posible en medio de un encadenamiento de situaciones absurdas. No del tipo Alice in Wonderland, pero absurdas al fin. Y no dan ni una pista de cómo puede llegar a terminar la novela. Punto a favor.

No pongo en duda que es un buen libro. El problema es que su impecable estilo me pareció tan parco y gélido que no pude ni conectarme ni concentrarme en él. La gran mayoría de los discursos tienen términos relacionados con el ámbito judicial (era de esperar, por supuesto) y tal vez eso me haya alejado un poco del texto en general. No supone una gran dificultad porque se maneja en un nivel básico, pero le imprime ciertas características. Más allá de eso, se puede notar por qué es un libro de lectura casi obligatoria y por qué gente de diversas disciplinas se interesan por él.

Los personajes no son precisamente de esos que le permiten decidir a uno si le caen bien o si prefiere que mueran en las páginas, a pesar de que yo me haya inclinado a la segunda opción en unas cuantas ocasiones. Simplemente son. Josef K es un egocéntrico que está mucho más preocupado por su reputación (y sus conquistas) que por el proceso en sí. Está rodeado de otros personajes efímeros, como su tío y el pintor, además de mujeres insufribles a las que tiene comiendo de la palma de su mano. Los más interesantes se relacionan directamente con la ley (el abogado, el sacerdote), ya que son determinantes y dan cosas en las que pensar, como la burocracia, la vigilancia por parte del poder y la sensación de asfixia que genera. Sí me gustó el famoso capítulo “En la catedral” por su contenido, que ya había leído antes y siempre me fascinó ¿Qué me provocaron la narración y la galería de personajes en conjunto, entonces? No mucho. Ganas de terminar más rápido el libro, probablemente...

Estoy siendo muy antipática con El proceso, pero no puedo inventar algo que no siento. Se me hace muy difícil recomendarlo, sobre todo porque conozco gente a la que le pasó lo mismo que a mí y no suelo recomendar lo que no me gusta, pero para algo existe la libertad de elección. Ojalá que la próxima vez que lo lea, si es que se da la oportunidad, cambie mi perspectiva amarga por una más amigable.
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gabybarreyro
 27 February 2021

El proceso
Franz Kafka

Se dice que alguien es “kafkiano” o “kafkiana” cuando sus actitudes son trágicamente absurdas. Leyendo este libro podríamos dar una conferencia sobre por qué la justicia es kafkiana. Un libro que te invita a descubrir como un hombre normal y corriente, trabajador, solitario y sin amigos un día recibe una notificación que se le ha iniciado un proceso sin siquiera saber por qué razón. Y ahí comienza el arduo y burocrático camino de entender qué pretenden de él y cómo funciona la justicia, si es que funciona. Pasillos, funcionarios corruptos, amigos de amigos del juez (“Hazte amigo del juez…” pareciera decirnos a cada rato) narrados en un tono satírico, absurdo que genera al principio risa y luego desolación. Pilas de papeles que siempre tapan algo, el lector intentará golpear junto al protagonista Joseph K. todas las puertas posibles para alcanzar el tan preciado juicio. ¿Lo logrará? Sólo leyéndolo sabrás la respuesta o buscando un resumen en google pero te aseguro que no es tan divertido.
¿Qué harías si te llega una notificación de un proceso sin saber de qué te acusan? Esa es la pregunta siempre presente, porque no solo trata del proceso judicial sino de cómo esa notificación empieza a influir en la vida del personaje y como todo ese “problema” va afectando su transcurrir en el mundo personal, laboral y social. Es una búsqueda desesperada y absurda de encontrar un sentido al juicio y a la vida misma.
Publicada de manera póstuma en 1925 por Max Brod, basándose en el manuscrito inconcluso de Kafka, este libro pareciera haberse escrito ayer por la actualidad de los temas mencionados y ese develar un sistema corrupto por todos sus ángulos. Los manuscritos que dejó Kafka tenían 16 capítulos, de los cuales solo se sabe cual era el comienzo y cuál era el final ya que la idea del escritor es que “en el medio” podía alargarse casi infinitamente como son los trámites de la justicia.
Es increíble que no aprendamos nunca de la historia y que caigamos siempre en los mismos tópicos. Una lectura actual necesaria. Un gran clásico.

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Marisoliturrios
 04 January 2021
«Alguien debe haber calumniado a Josef K., porque, sin haber hecho nada malo, fue detenido una mañana».

¿Saben que hace a una obra, una OBRA? Cuando un mismo texto tiene tantas interpretaciones, análisis, opiniones. Cuando puede ser aplicable a tantas cosas y que con el tiempo esto aumente, porque con cada lector y con cada época sigue reinventándose. Desde crítica al sistema, referencias semitas, hasta análisis de estudiantes de derecho, “El proceso” no solo es una de las grandes obras de la literatura, también es una de las novelas inacabadas de Franz Kafka. Si bien tiene un final, el orden es un tema discutido ya que los capítulos fueron acomodados (y omitidos) por su amigo y albacea literario Max Brod, y publicado de manera póstuma en 1925.

A finales de junio de 1914, Kafka ofrece un vistazo al personaje de Josef K. anterior al inicio de la novela. Las referencias en sus diarios a El proceso se extienden hasta enero de 1915.

No era un secreto que Kafka escribía esta obra, siempre compartió en cartas, diarios y lecturas en voz alta a sus amigos los avances de sus escritos. Cuando leyó a sus amigos el primer capítulo de El proceso, cuenta Max Brod, a Kafka se le salían las lágrimas de risa por la situación en la que se encontraba K.

No siempre las historias van a tener un sentido o mensaje fácilmente captables, lógicos o entendibles. Y esto es lo maravilloso del arte, que te explica las cosas con otras maneras.

Josef K. Un joven banquero con un futuro prometedor, hasta antes de iniciar la novela, es notificado de ser detenido, aunque sin ser detenido; se le avisa de su proceso, pero sin decirle de qué se trata ni quién lo denuncia; su caso es llevado por un gran tribunal, un tribunal invisible, al parecer. Leyes cambiantes; abogados, fiscales y jueces que no hacen nada, en pocas palabras un Proceso que no es proceso.

K., como en toda obra kafkiana, se va a ver envuelto (no tanto por el, sino por la gente a su alrededor) en una serie de situaciones completamente absurdas, inverosímiles, cae en una especie de espiral o sueño sin sentido. Cuando nada parece tener sentido el lector se detiene y dice 𠇋ueno, esto, o algo parecido, sucede en la realidad”
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Citas y frases (11) Ver más Añadir cita
Kd2002Kd200216 August 2023
¿Cómo se puede evitar, dado lo absurdo de todo el procedimiento, la corrupción general del cuerpo de funcionarios? Es imposible, ni siquiera el juez del más elevado escalafón lo podría evitar con su propia persona. Por eso mismo, los vigilantes tratan de robar la ropa de los detenidos, por eso irrumpen los supervisores en las viviendas ajenas, por eso en vez de interrogar a los inocentes se prefiere deshonrarlos ante una asamblea.
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MaribelCalleMaribelCalle30 May 2022
«No», dijo el sacerdote, «no hay que creer que todo sea verdad; hay que creer que todo es necesario.» «Una opinión desoladora», dijo K. «La mentira se convierte en el orden universal».
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gabybarreyrogabybarreyro24 February 2021
los interrogatorios se sucedían y casi siempre eran semejantes entre sí, de antemano sabía las respuestas, las repeía en serie, como letanías.
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richmarcelorichmarcelo10 November 2019
Para el sospechoso, le es mejor el movimiento que el descanso, ya que el que descansa puede estar en el plato de una balanza, y le pueden pesar con sus pecados.
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VanevskaVanevska08 December 2021
-Pero yo no soy culpable -dijo K-. Es un error. ¿Cómo puede ser un hombre culpable, así, sin más? Todos somos seres humanos, tanto el uno como el otro. -Eso es cierto -dijo el sacerdote-, pero así suelen hablar los culpables.
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Videos de Franz Kafka (18) Ver másAñadir vídeo
Vidéo de Franz Kafka
El ciclo de encuentros El pecado de leer llega a su cuarta edición con la propuesta de explorar a través de la lectura muchas de las circunstancias, situaciones o sustancias que hacen que nuestra mente se desordene. Los estados alterados, realidades alternativas, percepciones desmesuradas —en ocasiones entendidas como estados de locura—, nos muestran una realidad otra en la que nosotros somos otros también. Novelistas, poetas, ensayistas y periodistas, todos ellos lectores, compartirán con nosotros sus lecturas del catálogo de El libro de bolsillo de Alianza Editorial y nos contarán cuál es el estado alterado que encuentran en los libros. Porque hay otros mundos, y están todos en este.
5 ciudades, 4 estados alterados, 45 libros y un secreto Pánico, euforia, alucinación y enamoramiento. En cada encuentro, dos invitados y un moderador hablarán sobre uno de los estados alterados a través de los libros de bolsillo de Alianza Editorial. Comisaria del ciclo: Giselle Etcheverry Walker
Asociación secreta de los lectores de Franz Kafka
Jueves 22 febrero 2024 18.30 h Librería Nollegiu del Poblenou Carrer de Pons i Subirà, 3 08005, Barcelona
Los escritores nunca saben para quién escriben. Esta revelación se constata en la circulación de sus libros en manos de los lectores más insospechados, que otorga y renueva su significado con el paso del tiempo y las generaciones. Como ya hiciéramos con Marcel Proust y Pío Baroja, este tercer encuentro de lo que sería una asociación secreta, por desconocida, convoca a los más diversos lectores y fans del escritor checo Franz Kafka. Una celebración de la obra de un autor que cambió la forma de escribir (y de leer) la literatura del siglo xx, dio nombre a nuestras pesadillas y, quizás, haya sido el mejor humorista de su tiempo.
Invitados:
Andrea Genovart (Barcelona, 1993) es licenciada en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universidad de Barcelona y tiene un máster en Gestión Cultural por la Factoría de Arte y Desarrollo de Madrid. Actualmente trabaja como responsable de prensa y comunicación en diversas editoriales. Consumir preferentemente es su primera novela.
Sabino Méndez (Barcelona, 1961) es el autor de un ramillete de canciones del rock español que han accedido a la categoría de clásicas. A finales de los años ochenta, en el momento de mayor éxito, abandonó la guitarra eléctrica y el grupo en el que tocaba (Loquillo y Los Trogloditas) para dedicarse exclusivamente a los libros. Filólogo de formación, debutó en la escritura con Corre, rocker, alabado por crítica y público, al que siguieron Limusinas y estrellas, Hotel Tierra, Historia del hambre y la sed y, más recientemente, Literatura Universal, de la cual la revista Letras libres afirmó en su momento que era “una de las novelas más sofisticadas y poderosas que se han escrito en español en lo que va de siglo”. Columnista en la prensa habitual y radio -orientado hacia el género biográfico y la crónica- es actualmente vicepresidente de la Sociedad General de Autores española y miembro de la Junta Directiva de la Academia de la Música de España. Sigue componiendo y tocando ocasionalmente.
Llucia Ramis (Barcelona, 1961) es el autor de un ramillete de canciones del rock español Nació en Palma de Mallorca en 1977, estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma de Barcelona y es colaboradora del diario La Vanguardia. Ha publicado cuentos en varias antologías y es autora de las novelas Cosas que te pasan en Barcelona cuando tienes 30 años (2008), Egosurfing (2010, premio Josep Pla), Todo lo que una tarde murió con las bicicletas (2013) y Las posesiones (2018, premio de novela en catalán Llibres Anagrama).
Manuel Vilas (Barbastro, 1962) es autor de seis poemarios y su obra lírica se ha compilado en Amor (2010), en Poesía completa y en Una sola vida. Su obra narrativa la in
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La Metamorfosis

Gregorio Samsa es un ...

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