En la colina

Hay novelas que te atrapan desde la primera línea, libros que te dejan sin aliento con el capítulo de inicio e historias que parecen maravillosas en su sinopsis y luego se desinflan en el texto. Por desgracia, 'En la colina', de Francisco Díaz Klaassen, pertenece a esta tercera categoría. No por ello es un mal libro, y prueba de ello es la carrera literaria de este escritor y el prestigio que acumula, pero no es de esas historias que seducen a las masas, bien por la temática o por la forma de narrar.

En 'En la colina' nos encontramos con un texto intimista en el que el protagonista cuenta al lector sus noches etílicas que acaban llevándole a subir la colina de la ciudad para escribirle cartas a una antigua amante. Frustrado por el engaño de su pareja con su mejor amigo, el intento de rehacer su vida se pierde en el borde del vaso y le conduce a situaciones y encuentros que le hacen rememorar desde su infancia hasta los momentos más recientes de su marcha de su país natal.

Hay que decir que la manera en la que se estructura este monólogo, con una sola voz ejerciendo de cicerone y párrafos compuestos por una única frase de tres líneas como máximo, marcan el ritmo de la lectura al tiempo que dejan cierto poso filosófico con las reflexiones a las que conduce. Es una forma de narrar que aporta identidad al libro, que demuestra la intención del autor de ofrecer algo diferente, más cercano e íntimo, a quien llega a sus páginas. Y no falta el cinisno a la ironía en este relato que a veces parece brotar del más profundo odio por el engaño vivido, cierto aire surrealista y personajes variopintos para componer este viaje por la nostalgia, la añoranza y el fracaso.

Tras leerlo me quedo con la sensación de haber cumplido un trámite, como si esos viajes a la colina en los que acompañamos al protagonista fuesen algún tipo de expiación en la que participamos con nuestras propias culpas e iras, y aunque al principio imaginaba por la sinopsis una historia bien distinta (y que quizá hubiera tenido un mayor potencial), no me disgusta la forma en la que Díaz Klaassen ha orquestado su obra.
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Descubrir que su pareja le es infiel supone un punto de inflexión en el narrador que, al mudarse a un pueblo del estado de Nueva York en EE.UU., entra en un bucle de autoflagelación. Subir ebrio a una colina donde escribe cartas a una antigua amante que nunca recibirá estas epístolas. de la misma forma que el protagonista inicia este ritual del que no sale, el texto se presenta como una serie de frases que van encadenando recuerdos o reflexiones existenciales del narrador. Este ejercicio memorístico da pie a preguntas sobre sus fracasos amorosos como si estos fueran una superposición de un ideal que él persigue sin alcanzarlo jamás. Tanto los regresos a la colina como los cambios de pareja recuerdan al mito de Sísifo. El eterno intento por lograr un objetivo dentro de una existencia que se tambalea.

La descripción de los viajes al pasado que surgen en plena noche de borrachera está repleta de sordidez, desencanto y sátira ante algunas personas que han jugado un papel importante en su vida. A modo de ejemplo, la voz narrativa reitera el silencio de su mujer y su antiguo amigo cuando él les descubrió sin que ellos lo supieran. El narrador calla. Prefiere no verbalizar la realidad. En su lugar, la escribe en retrospectiva en medio del silencio de la noche de la colina. Las escenas imaginarias y reales de los dos amantes se caracterizan por una caricaturización ácida de cada uno. Este desprecio, probablemente, le sirva como defensa para paliar su dolor. Entre la negatividad que alimenta su ser también comparte en su monólogo algún haz de luz. Beto y Fritz. Sus amigos. Su relación plantea en el narrador cuestiones sobre si la identidad la construimos nosotros o esta se vertebra según la mirada que los otros crean sobre nosotros.

En la colina invita a reflexionar sobre las decisiones que tomamos, cómo las digerimos y de qué manera algunos hábitos se traducen en un eterno retorno al pie de una colina real y simbólica en la que la voz narrativa se deja atrapar sin saber cuándo saldrá de esta espiral en la que todo se repite una y otra vez.
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De portada llamativa, esta novela nos presenta a nuestro protagonista que ha sido abandonado por su pareja por su supuesto mejor amigo. Se dedicará a beber, y a subir cada noche una colina, mientras escribe cartas a su ex-amante. (que nunca llegará a enviar).
Durante su subida a la colina se cruzará con animales y se relacionará con ellos, a su vez, que tratará de darle significado a las galletas de la fortuna.
Aunque el protagonista esta pensando en las circunstancias del pasado, pero, siempre intentando cambiar y vislumbrar un futuro mejor a través de las galletas de la fortuna, al intentar reflexionar sobre la frase.
as frases de la galletas de la fortuna aportan ese toque de reflexión madura y elocuente. Un pequeño guiño como referencia hacia Nietzsche
Hace referencia a la familia, pero sobretodo a las personas mayores. Y que, por alguna razón, son una familia caótica. Se siente que es un hombre malogrado por las circunstancias que esta viviendo. de hecho, a medida que vayamos leyendo veremos que tiene coincidencias con sus familiares longevos, porque bebían mucho, tenían aspiraciones profesionales, pero, al final terminaban teniendo otra profesión, etc..
Al final, la escritura es un orden y como el subir y bajar la colina supone un orden y en esa búsqueda constante del orden, le lleva como conclusión al protagonista que todo es un caos. No se puede volver a empezar.
Los párrafos son del estilo de una sola frase y casi es modo telegráfico, que aporta originalidad a una lectura, que se vuelve ágil y fresca.
En La Colina es una novela original que aborda de forma divertida con ese toque de humor irónico, el despecho amoroso que sufre el protagonista.
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