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Ya tendría que ir dándome cuenta que las obras que escribe Gillian Flynn son toda una invitación a la sorpresa. Un paseo por lo inesperado a lo que tendrías que ya tendría que estar acostumbrado pero que, de nuevo, te pilla con las defensas bajas. Ya de entrada por la propia intención que tiene esta obra por homenajear a las grandes historias clásicas de terror situadas en localidades victorianas. Pero es que nada de lo que esperas te puede preparar para un comienzo de novela tan desconcertante como el que tiene esta obra. Ni a su posterior desarrollo en el que la deliciosa manera de narrar de esta escritora te ruboriza al mismo tiempo que te invita a la reflexión. Todo ese comienzo tan sorprendente, y del que mejor no saber nada, tiene todo el sentido del mundo a la hora de afrontar esta historia de terror que, en realidad no lo es tanto. Como ven, Gillian juega con el lector bajo unas reglas que solo ella conoce y eso implica el desconcierto y la emoción que te ofrece una de sus frecuentes montañas rusas literarias. Poco diré de la trama más allá que nuestra protagonista acude a una misteriosa mansión a tratar de resolver un misterio. Esta novela corta te proporciona sorpresas en cada una de sus páginas y, aunque en ocasiones es tramposa, te hace pasar tan buenos ratos como cambios en la trama a los que tanto nos acostumbra la genial escritora. Encima, como seas amante del género, te premiará en más de una ocasión con sutiles referencias a lo gótico y con otros homenajes más evidentes que te sacarán más de una sonrisa. Lo mejor es no saber que esperar de esta historia y disfrutar de cada párrafo y olvidarse de alguna que otra debilidad que empeora el conjunto. No deja de ser un divertimento y como tal cumple con creces. Con sus apenas 80 páginas la historia te proporciona un rato de desconexión y momentos inolvidables sin ningún tipo de complejos. Ojalá pronto decida saborear las mieles del horror en una de sus esperadas novelas. |
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