Memorias de la casa muerta

Empiezo con mi opinión personal y más visceral: me costó horrores terminar este libro. Me aburrí. Aprendí definitivamente que un autor consagrado no garantiza que todas sus obras sean disfrutables o, al menos, puedan ser consideradas una genialidad. Porque no encontré ni lo uno ni lo otro en La casa de los muertos (o Memorias de la casa muerta). Muchos podrán pensar que estoy siendo injusta porque, a fin de cuentas, se trata del relato de un presidiario y se supone que sea un relato duro. Eso ya lo sé. El problema pasa por la falta de interés que me generó y la estructura repetitiva del texto.

El libro está parcialmente basado en las experiencias personales de Dostoievski en la cárcel (nunca se sabe cuál es el porcentaje de invención y cuál el de realidad pura) y leerlo en paralelo con las cartas que le envió a su hermano me pareció mucho más fructífero. El personaje ficticio de la casa de los muertos es Alexander, un prisionero que cumple su condena en Siberia y cuyo manuscrito es hallado por una persona que se encarga de editarlo. Allí el condenado se encarga de relatar su rutina y su relación con los otros. Básicamente (lo que voy a decir no es ninguna genialidad porque está bien claro en el libro), apunta a criticar al sistema presidiario ruso y a la sociedad en general. Hay unas cuantas teorías acerca de varios temas en todo el libro.

La calificación que le puse cuenta sólo para la calidad de la narración, a pesar de que me pareció levemente inferior a la de Crimen y castigo, y las ideas dignas de ser anotadas que se pueden sacar de la novela, pero en lo que tiene que ver con gusto personal merecería menos. Me acuerdo claramente de la ansiedad que me generaba leer Crimen y castigo (¿ya lo mencioné 2 veces? Bueno, es mi libro preferido…), de la intriga que me generaba lo que se estaba contando. No desaliento la lectura del libro para nada porque es una opinión personal, pero estas memorias no pudieron conmigo.