Pero si tenés que confiar, confiá en los que te temen. Pensalo, cuántas veces te defraudaron los que querés y cuántas los que te tienen cagazo. Yo prefiero que me tengan miedo a que me quieran. Que te quieran está sobrevalorado.
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Pero si tenés que confiar, confiá en los que te temen. Pensalo, cuántas veces te defraudaron los que querés y cuántas los que te tienen cagazo. Yo prefiero que me tengan miedo a que me quieran. Que te quieran está sobrevalorado.
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—¿Todos contentos ya? —digo—. Si no les molesta me voy a ir a la mierda y ustedes pueden seguir con lo suyo. —Aguantá, Crucecita. |
No me falles, Cruz. No seas como tu hermano. Sé como tu viejo.
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Brindamos con vasos de plástico. Tomo. No sé si es fea o rica. Tomo. Falta hora y media para Navidad. Tomo. Me pregunto quién mierda seré después de las doce.
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Desde la noche en que se encerró en la pieza del viejo, mi hermano había empezado a hacer dos personas. Una, el hombre de familia, el padre, el esposo, el hermano; y la otra, el hombre de negocios, el que desaparecía y volvía con un montón de guita o con una cicatriz. La parte que me recordaba que la ignorancia es algo hermoso.
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Me llevo mucho tiempo darme cuenta de que las herencias más jodidas no pueden ni están guardadas en cajas. Tampoco en cajones
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Las promesas más difíciles de cumplir son las que se hacen a los desesperados, porque los desesperados piden lo imposible
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Mi viejo lo recibe con la escopeta, que le arranca un pedazo de panza. Su sangre empapa al que viene atrás y lo ciega. Se lleva la zurda a la cara para limpiarse y con la derecha dispara al montón. La perdigonada a quemarropa de mi viejo le hunde su propia mano en la jeta y dedos, nariz y cara se hacen la misma cosa
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La familia es la peor de las trampas. La misma sangre camufla mentiras con verdades . Sobre todo las más difíciles de creer
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El pasado es lo único que por mucho que debas nadie te va a sacar
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La edad de la inocencia