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Crítica de Celia_0504


Celia_0504
26 October 2021
Estaba mentalmente preparada para que el libro final de la saga “Dos Amigas” me rompiera el corazón de mil formas diferentes. Pero la realidad ha superado lo que yo creía, no me esperaba para nada como he terminado al dejar esta novela y cerrar esta tetralogía definitivamente, ni como me ha acabado por impactarme.

Con un pulso narrativo firme y depurado; una prosa desnuda y brutalmente dura y hermosa; un magistral conocimiento de un mundo convulso social y políticamente, y que esta en pleno en cambio; y de la psicología femenina, Elena Ferrante pone punto y final a la historia de Elena Greco y Rafaella Cerulo de una manera que no puede dejar indiferente. Si los dos libros anteriores veíamos que la vida de las dos amigas estaba muy separada, y que cada libro terminaba por enfocarse más en una que en otra, en esta cuarta novela vemos que sus biografías vuelven a encauzarse y a unirse irremediablemente, como siempre ha sido en el fondo. Elena, ahora una escritora de éxito, ha vuelto a Nápoles, a su barrio, con el fin de encontrarse con su amor de la infancia, por el que ha abandonado a su esposo. Por su parte Lila es ahora una autoridad en ese microcosmos que es el barrio y del que nunca salió, ha logrado gran éxito y fortuna gracias a su empresa informática, y está dispuesta a corregir todo aquello que malo y podrido en el lugar en el que ha nacido. Eso, junto al nacimiento cercano en el tiempo de sus dos hijas volverá a unir irremediablemente el destino de las dos amigas y a estar juntas en los momentos más duros y crueles.

Como ha sido desde el primer libro, el hilo conductor de esta historia es la amistad entre Lenú y Lila, con sus luces y sombras, con todo lo cruel y todo lo bello que conlleva, que Ferrante nos enseña con todos sus matices y claroscuros sin ahorrar nada al espectador. Aunque ambas tienen sus propias vidas y personalidades, todo queda perfectamente opacado por su relación. En algunos momentos es muy tóxica, parece que cada una de ellas le pone la zancadilla a la otra con el fin de verla caer para regodearse en ello. Pero al mismo tiempo es conmovedor ver cómo terminan por ayudarse y convertirse en la piedra de toque que hace que la otra termine por avanzar y mejorar, con el fin de no quedarse atrás respecto a la otra, una dinamica que es la que ha terminado por marcar sus vidas y personalidades. Todo lo demás (amor, trabajos, familia, incluso los hijos) termina por ser secundario . Es una amistad compleja que hemos conocido a lo largo de los cuatro libros y que ha dado a la historia ese realismo plástico y desgarrador que la caracteriza. Los mismos a través de los cuales se nos han demostrado los caracteres de estas dos mujeres. Llegados a este punto es imposible no entenderlas y no empatizar con ellas de alguna forma, son profundamente y sombríamente humanas, y al lector le resulta más fácil con cada novela de la saga perdonar sus errores y sus defectos, ya que las considera unas viejas conocidas, tal es la maestría con la que la autora ha perfilado y construido psicológicamente a sus protagonistas.

Por medio de sus trayectorias vitales, sin medias tintas o equívocos, se habla com contundentes trazos de temas vitales para el universo femenino como las relaciones sentimentales, la maternidad, como compaginarla con el trabajo, la sororidad femenina, las relaciones entre madres e hijas, el paso de los años y la búsqueda de tener una vida independiente del papel y la labor de madre. Ni siquiera se salva de este proceso de realismo la labor de escribir y lo que pasa cuando deja de ser algo que se hace por placer o inspiración y se convierte en una necesidad para subsistir, sujeta a plazos de entrega, criticas y periodos en blanco y en los que las musas brillan por su ausencia. Y todo ello rodeado de un ambiente tétrico y, muchas veces, personas que no les llegan a la suela de los zapatos.

A toda esta densidad y complejidad se une un aspecto muy interesante, que es como el resto de personajes secundarios que, al igual que Lina y Lenú son ya tan familiares como nuestros propios familiares, contribuyen a esta sensación de pesadez por lo individualizados y por lo brutalmente humanos que se presentan ante el lector . Ellos contribuyen a enfatizar la sensación de agobio y de jungla humana que ya tienes de por sí al adentrarte en esta novela y sus predecesoras. Todos son personajes increíblemente humanos, y al igual que las protagonistas, acabas por sentir que les conoces como la palma de la mano. Eso sí, sin duda alguna esta tetralogía es un canto a favor de la mujer, ya que excepto el personaje de Enzo ninguno de los caracteres masculinos sale muy bien parado (porque hay que reconocer que hombres como Pietro y Franco, sin llegar a ser malos, también tenían sus cosas negativas que me resultaba muy difíciles de perdonar o pasar por alto). Es muy difícil elegir cuál de ellos puede ser el peor, pero tengo que reconocer que aunque tengo manía a muchos de ellos, se lleva la palma el personaje de Nino. No sabéis cómo me alegra que al final de la historia se le haya empezado a ver el plumero, y la gente haya podido empezar a ver cómo es en realidad: un trepa sin escrúpulos que intente ir de intelectual para alcanzar el éxito, la fama y la aprobación.

Muchos de estos personajes, hombres y mujeres, a través de estas páginas, han ido evolucionando y ganando matices ante nuestros ojos, y han obligado al lector (porque no quedaba otra) a cambiar su opinión respecto a él. Sin duda alguna para mi uno de los grandes personajes de la saga ha sido la madre de Elena, que es un personaje que por todo lo que hace, con sus luces y sombras, y su importancia, para bien o para mal, dentro de la trayectoria de su hija, es vital y esclarecedor. Y y no he podido evitar enternecerme en cómo ha terminado por desnudar su alma, mucho más compleja de lo que parecía a simple vista, durante este libro. Y lo mismo puede decirse de otros personajes como Carmen, las hijas de Elena o el antes mentado Enzo, con sus soberbias evoluciones a lo largo de los libros.

Como siempre, la ambientación de la Italia profunda de finales y mediados del siglo XX , e inicios de la siguiente centuria, es soberbia. Y no solo se queda en ese universo en si mismo que es el barrio, con su crudeza, violencia, rencores, luchas de clase e inmoralidad. Tras un periodo en el que Elena ha vivido fuera de Nápoles, su vuelta al barrio marca que éste consiga de nuevo una relevancia “física” que quizás había perdido un poco en el libro anterior. Y digo física porque su influencia nunca abandono a Lenú, nunca ha podido, realmente, escapar de él. Sigue siendo el microcosmos cambiante y crudo que ya conocemos de anteriores novelas.Pero si algo me ha llamado la atención es el canto de amor que este libro supone para Nápoles. En otros libros Ferrante lograba captar la vibrante y, a la vez, sucia atmósfera de la ciudad con gran acierto, de forma que el lector sentía que podía caminar y conocer la ciudad y sus entresijos. Pero en “La Niña Perdida” no se queda solo en eso. La urbe es representada como una ciudad política y socialmente corrupta y sucia, hogar de todo tipo de delitos. Pero también se muestra su lado más amable, se habla de su rico patrimonio y su feroz historia, se la presenta como un lugar lleno de belleza, de lugares y leyendas hermosos y pintorescos. Como el vínculo de las protagonistas es un lugar cambiante que evoluciona a ojos del lector, donde se puede ver lo peor y lo mejor del género humano y de las grandes ciudades.

Uno de los momentos donde peor lo he pasado abrir (y lo he pasado mal en muchos momentos durante la lectura) ha sido durante el epílogo. Durante esas dos páginas he notado una sensación de final de ciclo increíble. de alguna manera todos los personajes, todas las tramas y todos los hechos que han jalonado las páginas de las cuatro novelas han encontrado su culmen a lo largo de “La niña perdida”, y ha sido en este epílogo cuando he sido consciente de ello. Además me ha parecido un cierre de ciclo increíble con la presencia de las dos muñecas con las que empezó esta historia. Creo que no había otra forma de cerrarla, y creo que ha sido increíblemente y profundamente emotivo y fuerte.
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