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Crítica de BCCH


BCCH
06 October 2020
El «Mexique» fue un barco que en 1937 zarpó rumbo a México con 456 niños, hijos de republicanos que buscaban refugio de la guerra civil española. No es una historia fácil de narrar pero María José Ferrada vuelve poético un relato esencialmente triste, porque nos escribe desde la voz de un niño, y los niños siempre hacen poesía. Ese niño que habla se despide de sus padres y sube al barco junto a muchos otros niños. Mientras el barco se aleja de la orilla, ellos ven cómo «padres, madres son ahora estrellas que se miran de lejos»; ellos ya están solos.
El libro nos enfrenta de golpe con la migración de los niños, nos muestra cómo ven con esperanza lo desconocido que les espera en su futuro, algo que de cualquier modo debiera ser mejor que lo que vivían en su pasado: «La guerra es un ruido fuertísimo. La guerra es una mano enorme que te sacude y te arroja dentro de un barco». Ese barco es ahora su presente.
En ese barco van niños de todas las edades. Los más grandes no tienen otra posibilidad que crecer a la fuerza para intentar contener a los más pequeños. Ellos, los nuevos adultos, «recogen las lágrimas en pañuelos y por la mañana las devuelven al mar», que «es un lugar que no termina nunca». El texto es tan bello que me gustaría citarlo completo, pero la lectura se arma junto a las imágenes que contienen al texto, así como ese barco lleva a los niños. Las ilustraciones de Ana Penyas son una suerte de collages que mezclan traspasos de fotos auténticas con dibujos a lápiz. Estas imágenes son también un relato y un recorrido de la mirada que se inicia en esos ojos infantiles en tránsito y rebota en nosotros. Los niños, en el barco, siguen siendo niños. Ellos imaginan su futuro jugando: «Morelia es un color. Morelia es el nombre de un animal suave. Morelia es un fruto». Cuando se acercan a ese lugar nuevo ven pañuelos blancos que los esperan y que «parecen las banderas de un país sin nombre», porque ningún país debería tener nombre, todos deberían ser rutas abiertas para los que necesiten migrar.
En la última página ilustrada, antes de que se nos cuente la historia oficial de esta partida, la ilustración muestra a una fila de adultos que miran directamente al lector. Ellos están de pie sobre un suelo cubierto de cuerpos que parecieran devueltos por el mar, y aunque la foto verdadera es de la matanza de Badajoz, la imagen impacta porque nos trae a la mente hechos que no solo son parte del pasado. Es por esto que este libro se hace necesario, para los niños, para sus padres, para todos. Y sobre todo para los niños, porque muchas veces los adultos intentamos protegerlos ocultándoles relatos como este sin considerar que lo que puede entender un niño de todo esto es una poesía con la que intentar comprender la vida de otros «niños y niñas que, empujados por la violencia, abandonaron sus países en busca de refugio». Este libro está dedicado «a los niños de Morelia. Y a todos los que se desplazan en busca de un lugar». Yo se lo dedicaría también a todos los niños del mundo.
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