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Conozco a una mujer. ¿Conozco a una mujer? Sí: conozco una mujer joven, bella, amorosa, generosa, consolida, desventurada, trágicamente sellada en la existencia, con su soñar robado a los dieciocho años, cuyo heroísmo de secreto excede tanto al de todo hombre que desde que me crucé con ella en la luz del camino no puedo llamar secreto ni valeroso a hombre alguno. Más aún: desde que ella latió en mi luz todo hombre me parece una maquinilla de vivir, un algo, esto, aquello, alguna cosa.
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