La Colina del Inglés

La vida no es una carrera de velocidad ni una competición que debes ganar a toda costa y tampoco es una prueba de resistencia en la que lo importante es llegar al final. La vida es tan sólo un paseo que debemos disfrutar mientras dure.

La libertad no radica en hacer lo que quieras como nos venden en los anuncios, ni siquiera en ser independiente y tomar tus propias decisiones, la verdadera libertad consiste, simplemente, en no tener miedo.

Respiró profundamente intentando conservar en su interior aquel aire puro con olor a pueblo, a leña quemada, la comida recién cocinada, a vacas... Nueva York no olía nada. Las grandes ciudades no tenían un olor característico, a ratos todas olían a los gases de los tubos de escape pero carecían de olor propio, no tenían vida.

Para Laura volver a probar esa delicia fue como regresar al pasado, a una época en la que todos eran felices. Y es que, a veces, un simple sabor tiene la increíble capacidad de hacernos viajar en el tiempo.

Durante toda su vida había tenido la certeza de que el pasado siempre vuelve y no podemos huir de él y en este preciso instante sentía que, por fin, había llegado el momento de enfrentarse a ese pasado. Por eso había decidido sentarse a esperar.

En esa época eran jóvenes, alegres, valientes, estaban llenos de vida y de ganas de comerse el mundo. A medida que te haces mayor te vas dando cuenta de que, al final, es el mundo el que te come a ti.

Lucas, la vida es como la Colina del Inglés, un largo y sinuoso sendero que todos debemos ascender. Lo que nadie te explica es que, cuanto más camino recorres, más solo te vas quedando.

Al fin y al cabo la vida es una sucesión de instantes irrepetibles que van marcando el devenir de tu existencia para siempre.

—¿Qué hacíais? —preguntó Laura.
—Lo de siempre, de todo un poco, disfrutar de este momento crucial de nuestras vidas pero sin hacer realmente nada de auténtico provecho—contestó Quique.