—Quiero una compañera, no una esclava. No esperaba una mujercita que me dijera que sí a todo.
|
—Quiero una compañera, no una esclava. No esperaba una mujercita que me dijera que sí a todo.
|
Jamás utilizaba su apellido si podía evitarlo, porque el único nombre que realmente le importaba no era el suyo, y a menos que encontrara una compañera eterna, no se arriesgaría a deshonrarlo.
|
No replicó. Andre dio por sentado que obedecería. Lo hacía mucho. Tarde o temprano acabaría por entender que no se le daba bien respetar a las figuras de autoridad. Él podía dar sus órdenes con su voz sexi y grave, pero eso no significaba que ella tuviera que obedecer.
|
—Me estás diciendo que me dijiste esas palabras rituales de emparejamiento y ahora, de alguna forma, estoy atada a ti. —Es exactamente lo que hice. Llevo mucho tiempo esperándote. Nunca me arriesgaría a perderte. Por supuesto que te he ligado a mí. No había ni una pizca de remordimiento en su voz. Ni siquiera un poquito. Teagan habló siseando. —Pues ya lo puedes estar deshaciendo. No tienes ningún derecho a hacerme eso sin mi consentimiento. —No se puede deshacer. Es imposible. |
La tomó en sus brazos y la rodeó para darle calor. Ella temblaba, y alzó los ojos para mirarle, pestañeando. Parecía algo asustada, y Andre supo que estaba saliendo del hechizo. Una parte de él lo deseaba, pero aún no estaba preparada para entender que iba a entrar en su mundo y lo que eso significaría para ella. —Conmigo estás a salvo, Teagan —dijo—. Más a salvo de lo que has estado jamás. Cuando tengas miedo, mírame. |
¿Qué criaturas mágicas podemos encontrar en Gringotts, el banco de magos?