Pequeño país

Genocidio, guerra, odio, masacre. Son palabras que ya deberían haber sido borradas de nuestro vocabulario. Ningún niño debería oírlas nunca. Ningún ser humano debería vivir en ellas. Lo peor de todo es que ni siquiera esas palabras son el final de algo, sino el principio. de la huida, del exilio, de la pérdida y la locura. de cadáveres en las cunetas y familias enteras arrasadas, desaparecidas, borradas de la faz de la tierra para que no puedan decir nunca más en voz alta que son tutsi, o hutus; porque eso con lo que nacieron, que los sostiene ante el futuro, es sinónimo de rencor y muerte.
No habrá tumbas que recuerden a los que encontraron su final de camino al trabajo, ni monumentos que señalen que, en ese lugar, un grupo de niños jugó a la guerra sin saber qué era. Que solo algunos escaparon de aquel horror y que, los que se quedaron, acuden cada tarde a los mismos escenarios, con la sombra, aún viva tras sus ojos, de su pequeño país.