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Crítica de AnnieMoneth


AnnieMoneth
30 September 2019
Siempre tengo en el Kindle (y en la tableta, gracias a la App que me permite tener los libros comprados en ambos dispositivos) algunas novelas de humor o románticas a las que recurro cuando busco distraerme en épocas de mucha presión en el trabajo. Alguna lectura con la que podría olvidarme de números, plazos de entrega y proyectos. Sin mayores pretensiones, porque estoy en uno de esos “momentos kit kat” en que me niego a dedicar una neurona más a pensar. ¡Que me detengan!, la última novela de Mariah Evans, cae dentro de ese grupo de obras orientadas a un público femenino hetero(bi)sexual amenas, divertidas y con toques románticos. Y fue la que adquirí en julio, a mediados de este verano, cuando aún no habían comenzado mis vacaciones y sentía que me derretía cada vez que tenía que salir a la calle por la ola de calor que azotaba a Europa.

Esta no es una lectura intensa o de la que aprender algo. La misma autora ya avisa a los lectores de cuál es su propósito: «distraeros del asfixiante calor» de los meses veraniegos y «que paséis un rato divertido». En mi caso, lo consigue.

Hace un par de estíos, durante unas vacaciones en Portugal, leí las novelas de la serie Ciudad de Reyes, de Mariah Evans (claro que no trabajaba, pero ¿quién dice que unos días de vacaciones con la familia no pueden llegar a estresar?). Aquellas eran de fantasía; novelas románticas con vampiros y tramas de acción e intriga aderezadas con notas de humor. Aquí, la autora cambia de registro. ¡Que me detengan! es una novela ambientada en nuestros días, en San Juan de Alicante, una localidad turística de la Comunidad Valenciana. No hay muertos. Tampoco intriga, porque todo se sabe. La sinopsis ya nos dice quién es Miguel y cuándo la chica protagonista, Vanessa, entra en contacto con él por primera vez. El punto fuerte de esta novela es el humor, más acentuado que en títulos anteriores de la misma autora.

«—Pero ¿esto qué es? —murmuró Vanessa—. ¿Acaso las paredes son de papel?»

Narrada en tercera persona, ¡Que me detengan! versa sobre una chica, Vanessa, que se marcha de vacaciones a la misma localidad de su mejor amiga para tomarse un respiro y olvidarse de su ex. Ha alquilado un apartamento en la playa, pero enseguida descubre que los tabiques son demasiado finos y que se oye todo: la televisión del vecino, sus conversaciones a deshora, las terribles canciones que le gustan y que canta a pleno pulmón…, y otros ruidos no deseados. La falta de descanso, de cariño y, también, de sexo, va haciendo mella en ella hasta que la gota colma el vaso al convertirse, una noche, en víctima de un atraco. La cosa acaba en un susto, pero cuando Vanessa por fin llega al apartamento con intenciones de dormir y los ruidos procedentes del otro lado de la pared de su dormitorio lo hacen imposible, explota y comienza una guerra contra ese “pichabrava” desconsiderado al que todavía no ha logrado poner cara y ojos…

«Vanessa resopló y dio un paso hacia la pared, envalentonada. El destino estaba siendo injusto con ella y no pensaba dejar pasar ni una más».

Vanessa es el personaje femenino protagonista. Una farmacéutica guapa, formal, desengañada de los tíos por culpa de su ex, Sergio, y que no aguanta nada el alcohol. Amaia, su mejor amiga (quien le anima a abrirse y a conocer a más chicos) y los amigos de esta, Toni, Sonia y Roberto, son personajes secundarios a quienes llegamos a conocer poco. En San Juan de Alicante, Vanessa entabla amistad con Fede, un enfermero guapetón, y con Miguel, un policía aún más guapo, atractivo y, aparentemente, un desvergonzado provocador.

Para ser sincera, no hay mucha profundidad en la construcción de los personajes, ni una trama complicada en ¡Que me detengan! Y sí, hay clichés y estereotipos que van en la línea de expresiones tipo “¡guau! ¡vista al frente, chicas! A las doce, joven policía, valiente, guaperas y buenorro”. Vamos, que solo para tener la oportunidad de conocerlo, más de una sería capaz de meterse en problemas para ser salvada o cacheada (una cosa u otra, dependiendo de tu carácter) por ese policía. Sin embargo, estas carencias y tópicos Mariah Evans las compensa con escenas llenas de humor. Sonreí con ciertas escuchas, a través de una pared, a las que solo les faltó unos amplificadores de sonido profesionales. Unas conversaciones vecinales a gritos, a través del mismo tabique compartido, ya me hicieron soltar la carcajada. ¡A saber lo que hubiese hecho yo en la misma situación, cuando soy toda mala leche y cero contención..!

Aquí Mariah Evans hace gala de un estilo sencillo, sin florituras, fresco y divertido. Y mediante la combinación de los elementos comentados, construye una historia desenfadada, moderna, veraniega y positiva que, en contra de lo que pudiera parecer por el uso de esos clichés, se disfruta como un tinto de verano.
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