—Todo asentamiento que se precie tiene un nombre propio que escribir en los mapas -lo interrumpió Leif.— ¡Y el nuestro no va a ser menos! -añadió tajante—. ¡Venga! ¡Sugerencias! —¡Skjöldkievnijlakstren! —propuso Karl, el herrero. -—¡Nueva York! -exclamó Flosi, el maestro leñador. —¡Aldea! -aportó Bjorn, el perezoso del grupo. [...] —¡La llamaremos Leifsbudir! —decidió finalmente—. ¡Y se acabó, que para eso soy el jefe! |