El enigma de lo cotidiano refulge en el desastre, en la locura, en la enfermedad, en el accidente y la fatalidad de lo imprevisto, pero también puede atisbarse en el exceso de la fiesta, en el erotismo, e incluso en el tedio. El arte, la literatura, el misticismo y la contemplación han entrenado nuestros sentidos para abrirnos a la recepción del misterio de las cosas.
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