El ensayo imaginario: Un artefacto que que responde al arte de explorar la dimensión invisible e indecible de las cosas.
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El ensayo imaginario: Un artefacto que que responde al arte de explorar la dimensión invisible e indecible de las cosas.
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A fin de cuentas, lo real primero fue imaginado, nos recuerdan dos viejos maestros de la imaginación: Coleridge y Blake.
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No podemos destruir el monstruo porque el monstruo somos nosotros mismos. Piénselo: no hay peores monstruos que las personas con quienes nos casamos, trabajamos o nos han engendrado.
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El enigma de lo cotidiano refulge en el desastre, en la locura, en la enfermedad, en el accidente y la fatalidad de lo imprevisto, pero también puede atisbarse en el exceso de la fiesta, en el erotismo, e incluso en el tedio. El arte, la literatura, el misticismo y la contemplación han entrenado nuestros sentidos para abrirnos a la recepción del misterio de las cosas.
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Para Deleuze hay dos tipos de libros: los libros aparatos de Estado que sirven al poder establecido y los libros máquinas de guerra que afirman la libre soberanía y la subversión. Libros del orden del saber y libros del desorden del hacer creador.
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Un texto intempestivo es una maquinaria de guerrilla con toda una serie de maniobras de intervención.
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La escritura en sí misma es ya una máquina de guerra. Kafka considera que la máquina literaria de expresión es capaz de precipitar los contenidos en condiciones que afecten a la colectividad en su conjunto.
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El estilo imprime a la escritura un fin exterior que nos desborda por completo, y ese afuera de la escritura no es sino el corazón de la inmanencia: el flujo poderoso de la vida.
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Escribir es derribar toda forma de trascendencia: el Estado, Dios, el Poder...
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La escritura tiene una doble función: transcribir en dispositivos y desmontar los dispositivos. Ambas son una y la misma cosa.
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¿A quien baila Raquel en la fiesta en la casa de los hidalgo?