Imágenes de la imaginación

Marcel Proust exalta las virtudes del sufrimiento. Las obras, como los pozos cartesianos, alcanzan más altura cuanto más profundamente se ha hundido el sufrimiento en el corazón. No hay melancolía sin memoria, ni memoria sin melancolía.

La creación es exigente. Extrae de lo más profundo de uno de los secretos mejor guardados, las últimas gotas de la desesperación, y vampiriza todas las energías corporales.

Cuando un escritor se retira del mundo y concluye su obra, hay que considerar que tiene sus razones para hacerlo y respetarlas. El escritor se encuentra en esa soledad absoluta del creador enfrentado a la exigencia siempre insatisfecha de la la página inacabada.

Opón con todas tus fuerzas una lucha mortal y sin cuartel contra el capitalismo y sus sistemas físicos, mentales y científicos de dominación.

El exceso constituye la parte maldita del hombre. Nos conduce a la soberanía del mal. El excedente es belleza.

Imaginar construye y deconstruye la realidad. Lo real deja de ser uno y se vuelve múltiple. Al tocar el mundo, la imaginación lo trastoca. Su poder telúrico conjuga ficción y metamorfosis sin dejar de ser un juego de los sentidos, una fiesta de la materia, un goce íntimo del cuerpo.

Conocimiento e imaginación son aspectos inseparables de la experiencia, elementos esenciales del hombre y de su perfeccionamiento intelectual, moral y humano. El acto de imaginar está en los orígenes del saber y el hacer humanos.

Un libro es un pequeño engranaje de una maquinaria exterior mucho más compleja. Escribir es un flujo entre otros, sin ningún privilegio, que mantiene relaciones de corriente y contracorriente o remolino con otros flujos de mierda, de esperma, de habla, de acción, de erotismo, de moneda, de política.

Un libro d poesía significa una renovación del universo escrito y leído, en la medida en que es recreación insustituible de un mundo vivido imaginariamente. Donde realidad e imaginación no se contraponen entre sí, sino que entretejen una abigarrada urdimbre de vínculos e intercambios.

Así como en la edad adulta el vino entra por la boca y el amor entra por los ojos, en la infancia la poesía entra con y por la piel. Lo que fascina al usuario de las rondas infantiles es una materialidad fonética viva.