Pura pasión

Cuando terminan las vacaciones y regreso a casa hay un ritual que suelo repetir: abro la ventanilla del coche y me concentro en el olor del mar. Lo hago con el único propósito de saber en qué punto dejo de sentirlo. Casi siempre me despisto en alguna conversación y de repente me doy cuenta de que ya estoy lejos pero soy incapaz de señalar en un mapa el punto exacto donde perdí su presencia.
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Las pasiones podrían resultar “amor” cuando se están viviendo y “obsesión” vistas desde un punto más lejano o si las vives como espectador. Hay una línea casi invisible que separa ambos extremos. Este relato íntimo de Annie lo he sentido como ese viaje en coche, sensaciones conocidas pero lejanas, tanto que parece que fue otra quien las vivió y me llevan a preguntarme en qué punto del trayecto perdí “su olor”.
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Amigos lectores, deberían tener pasiones y leer a Ernaux.
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