Nuestra parte de noche

Tenía una gran curiosidad por ver cómo se desenvolvía Mariana Enríquez en una novela de casi 700 páginas. Somos muchos los que la conocíamos a través de sus relatos y ya estábamos rendidos a su escritura, pero claro, pasar a una historia de esta extensión suponía un gran cambio.

No quiero describir el argumento, me cuesta explicarlo sin sentir que hablo de algo disparatado, absolutamente loco. Lo que sí puedo hacer es dar tres pistas: terror, amor, denuncia.
El terror se respira en toda la novela, a veces es sólo una sombra y otras veces te lleva al escalofrío, a imaginar escenas como si las estuvieras viendo, o incluso te trae un recuerdo que prefieres tener enterrado profundamente (Ay, Omaira).
El amor es a la vez condena y salvación, es dolor y es esperanza. Tiene mil formas posibles, algunas son hermosas pero también pueden ser terroríficas, no ser comprendidas, y aún así tener un alcance infinito, inmortal.
La denuncia social es potente y constante, aunque suene como una leve música de fondo: el abuso de poder de los ricos frente a los pobres, el silencio de los desaparecidos de la dictadura argentina, la falta de justicia y reparación, las revueltas de estudiantes.

Apenas leo terror, no soy una experta en nada, pero tengo claro lo que me gusta y no me da miedo sufrir y estar incómoda en una lectura, pero Mariana Enríquez es otro nivel.

Qué Oscuridad tan oscura, no podía tener otro nombre.