Es una novela muy larga en la que pasan muchísimas cosas asombrosas. Es de terror, sin dudas. Y no es un género que suelo leer, por lo que no sé si usa lugares comunes o no. Lo cierto es que para mí casi todo fue impresionante, sorprendente, escalofriante. Me hizo enojar, llorar y temblar de miedo. La autora, por lo visto, es una gran creadora de imágenes, porque las escenas de fantasía, o fantasmagóricas me las acuerdo como si las hubiera visto en una película. Engancha desde el inicio. Si sos argentino y del norte vas a tener más miedo todavía porque hay mucha fantasía conectada con hechos de la realidad histórica, como la dictadura, las crisis, las protestas sociales, etc; o la cultura popular del nordeste argentino: los mitos como San La Muerte, los rituales paganos, entre otros. Lo que realmente me resulta admirable es la construcción de personajes tan ricos que van a quedar en mi memoria por mucho tiempo, me parece. Personajes tridimensionales que generan empatía y rechazo a la vez. No quiero adelantar escenas que prefiero que cada lector descubra durante la experiencia adrenalínica de leer este libro, porque todo el tiempo pasan cosas que te dejan sin aliento. Sólo voy a decir que se me queda pegada la imagen de una niña, saludando con una manito antes de cruzar y cerrar una puerta… De hecho, me dio ganas de volver a leer "El lobo estepario" de Hermann Hesse, que lo leí hace mucho y casi no me acuerdo, pero sé que había unas puertas en ese libro que me habían resultado también inquietantes. Lean a Mariana Enríquez y reencuentren sus terrores de la infancia por un rato… Una genia, creo yo. Cita: "Los tres vieron cómo Adela abría una puerta que debía llevar a una habitación. Parecía un pasillo de hotel, se dijo Gaspar. Antes de entrar, ella se dio vuelta y los saludó con su única mano. Ninguno la paró, porque pensaban seguirla. No podían imaginar que después del saludo ella iba a cerrar la puerta. O que alguien iba a cerrar la puerta." |