Agua dulce

Cuando un libro está escrito "diferente", es profundo, difícil de digerir, de leer, que nos obliga a un sobreesfuerzo para su comprensión y poder llegar a lo que nos quiere contar, hay que llenarse de paciencia y dejarse llevar para ver si llegamos a buen puerto o finalmente encallamos .
En este caso desde la primera línea me encantó la propuesta de esta escritora nigeriana que de forma inteligentisima nos ofrece un diálogo desde lo más profundo de la psique de la protagonista entre sus voces internas y el conflicto que se produce entre sus creencias y la vida real. La pelea contra sí misma, contra sus demonios interiores, y con la particularidad de que está contado desde el punto de vista de los diferentes espíritus que habitan en Ada.

- No sé qué es lo que va a hacer falta - me dijo una vez... -. Iré a terapia, seguramente. Pero no puedo seguir así. Necesito que desaparezcas.

Me ha parecido una propuesta valiente, sincera, muy actual, que aborda conflictos muy en boga, como los maltratos, la discriminación, o los problemas mentales desde una perspectiva más que original, desde el origen mismo del problema, nuestra mente individual, hasta el encontronazo con la realidad y el juicio social.

Queda como anécdota, quizás, y la primera vez que no me chirría al leerlo, el uso del lenguaje inclusivo en algunas partes del texto de muy buenas maneras.

Caben múltiples matices, como las cuestiones religiosas, creencias ancestrales, o la cultura étnica africana, con mucha influencia en la novela, pero a mí lo que me ha transmitido la lectura de este Agua dulce es mucha pena, mucho dolor, y alguna que otra lágrima.

Es mi mejor lectura de este año, a sabiendas que es el tipo de literatura que me gusta, y que no es un libro sencillo, lo recomiendo 100%.