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Gonzalo Fernández Gómez (Traductor)
ISBN : 849406276X
284 páginas
Editorial: Sajalín editores (19/09/2013)

Calificación promedio : 5/5 (sobre 1 calificaciones)
Resumen:
Termeer decide poner por escrito los hechos que lo han llevado a asesinar a su esposa, pensando que tal vez alguien algún día se verá reflejado en él al leer estas páginas. Un clásico de las letras neerlandesas y la obra maestra del escritor y dramaturgo Marcellus Emants (1848-1923). PRÓLOGO DE J.M. COETZEE.
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Críticas, Reseñas y Opiniones (1) Añadir una crítica
Guille63
 25 March 2023
Alguien que tras asistir al entierro de su esposa nos endosa una larga confesión acerca de las razones que le llevaron a matarla.

Es esta la tercera pata de la trilogía clásica de las confesiones junto con Indigno de ser humano y Memorias del subsuelo. Qué quieren que les diga, la gozo con estos personajes tortuosos, atormentados, incluso despreciables, inmersos en este tipo de literatura a martillazos, subgénero novela-grito. El estilo de la prosa de Emants es elegante, contenido, sobrio pese a lo narrado y, como es habitual en estas confesiones, repetitivo en las obsesiones del personaje.

Junto a la necesidad de escribir sobre sí mismo, de presentarse desnudo ante nosotros como una forma inútil de expiación pero también como producto de su profunda vanidad, la confesión no deja de ser, como muy bien apunta Coetzee en el prólogo, una súplica desesperada de compasión, un medio de hacer entender al mundo que él es la primera víctima de su carácter, de sus deseos, de sus afectos, de los que tiene y de los muchos que le faltan. Un ser hipersensible hasta lo patológico, débil ante el más mínimo halago, desesperado ante las circunstancias vitales que le han tocado en suerte, nos arroja a la cara la consternación que siente por su imposibilidad de alcanzar la felicidad o, al menos, el bienestar o el placer, que otros alcanzan con una aparente facilidad. Un ser que es su más fervoroso amante y, naturalmente, su principal “odiador”, capaz de definirse sin piedad alguna: cobarde, débil, melancólico, egocéntrico, abyecto, apático, anodino, mediocre en todos los aspectos, mezquino, amargado, perverso, degenerado.

“En lugar de permitir que mi excitación me condujera al placer, buscaba el placer en mi propio estado de excitación.”

Cualquier atisbo de felicidad es rápidamente abortado por la idea de la derrota. Cualquier débil impulso por salir de sí mismo y entablar relaciones es inmediatamente frustrado por su presagio de rechazo.

“Siempre he detestado encontrarme con conocidos durante mis paseos. Esto se debe, en parte, a mi temor a saludar y que no me reconozcan; pero, en esencia, mi actitud huidiza se nutría de la sospecha de que, al cruzarse conmigo, se volvían para mirarme y criticarme, tal vez incluso para burlarse de mí.”

Pero no es esta una segunda versión de la obra de Dostoievsky: las diferencias que podemos encontrar son importantes. Mientras el personaje anónimo del subsuelo se rebelaba ante su situación de una forma, eso sí, patética e impotente y solo en los momentos de gran bajón también desesperanzada, aquí la aceptación iracunda y la desesperanza son la norma. Mientras que allí la inacción (o la excusa para la inacción) era consecuencia de la inexistencia de bases firmes en las que apoyarse, del absurdo de la vida que impedía cualquier principio sólido de comportamiento, aquí es la más absoluta indolencia, la falta de iniciativa, de motivaciones, de estímulos concretos más allá de un abstracto sentido del placer que intenta saciar de una forma siempre desilusionada y a menudo humillante. Mientras allí se termina por despreciar, por minusvalorar aquello que no es posible alcanzar, aquí se envida profundamente y se denuncia la imposibilidad absoluta de acceder a ello por su parte. Mientras allí la culpa y la responsabilidad ahoga al protagonista y el castigo se persigue inconscientemente, aquí la condena se dirige a las circunstancias, a todo aquello que recibimos sin haberlo pedido, incluida la vida, a todo aquello que únicamente es producto de la suerte de los genes y de la educación recibida.

"Yo no puedo ser alguien que no soy."

Así, nos grita la injusticia que hay en todo ello, la injusticia de esa lotería de los dones y la injusticia de la veneración de la sociedad a ese resultado azaroso:

"Quizá alguien haya dicho o escrito alguna vez de usted que siempre ha sido un hombre bondadoso, compasivo, generoso, atento y quién sabe cuántos epítetos más, y seguro que en más de una ocasión, semejante panegírico concluyó con la afirmación de que un hombre como usted, aunque quisiera, no podría ni sabría ser de otra manera.

Pues bien, a mí me ocurre lo mismo. Y yo me pregunto. ¿Por qué esa afirmación, que aplicada a usted constituye un elogio, se convierte en una acusación en mi caso?... ¿Existe alguna forma de altruismo que no responda a un instinto, una ambición o un simple afán de intromisión?”

Un libro intenso, amargo, pero también fascinante, con un final abierto y magnífico; un libro que puede producir rechazo a un cierto tipo de lector tanto por el fondo como por la forma pero que a mí me ha seducido completamente, y es que yo tengo una debilidad.
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