MANAM

Léa, la narradora, una profesora de Primaria canadiense nieta de refugiados, sale de su zona de confort para viajar al lugar de nacimiento de su abuela durante unas vacaciones estivales. Tras la muerte de ésta y por causa de un incontenible afán por conocer, desea reconstruir un pasado que desconoce, pero que no intuye placentero. Un pasado que choca con la historia oficial de Turquía, como es el genocidio armenio de 1915. Los supervivientes tuvieron que renunciar a su identidad armenia y convertirse al islam a la fuerza. Léa se pregunta si avanza siempre la historia siguiendo sus mismos pasos, si estamos condenados a repetirla, por muy cruenta que sea ("cien años después, el éxodo se produce en sentido inverso al que mis abuelos conocieron en 1915"). El Alepo que fue, que "acunó al mundo durante milenios", el Alepo actual, "una ciudad de la que se huye."
En el prólogo, Eduardo Almiñana de Cózar afirma que "en Manam existe la memoria de las laceraciones y desgarros más hondos y dolorosos, y el silencio como coraza para la supervivencia, que ha acompañado en demasiadas ocasiones a quienes sobrevivieron bajo el ala fatal y amarga de sus verdugos". Una interesante historia de resistencia, de dolor pero de valor, una historia universal, la de los refugiados, donde prevalece un tono melancólico, como también la esperanza. Elkouri, exponente de la literatura quebequense actual, compone frases que cortan el aliento, que conmueven, y logra que la analepsis de las cartas de Antoine contribuyan a mantener el ágil ritmo narrativo, producto del fraseo corto. ¿Quienes son los restos de la espada? ¿Vale la pena abrir la caja del doloroso pasado solo por saber qué contiene?