Hay naturalezas en las cuales, si nos aman, somos conscientes de tener una especie de bautismo por su pura creencia en nosotros; y nuestros pecados se convierten en la peor clase de sacrilegio que derrumba el invisible altar de la confianza.
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Hay naturalezas en las cuales, si nos aman, somos conscientes de tener una especie de bautismo por su pura creencia en nosotros; y nuestros pecados se convierten en la peor clase de sacrilegio que derrumba el invisible altar de la confianza.
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—¿No le parece que la gente sobrestima la necesidad de complacer las necedades de todo el mundo hasta que se ven despreciados precisamente por los mismos necios a quienes contemplan?
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Existe cierta clase de celos que necesita muy poco fuego: difícilmente puede calificárselos de pasión; es más bien una especie de moho que se cría en la espesa y húmeda melancolía del egoísmo desasosegado.
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Si percibiéramos y sintiésemos con intensidad la vida humana ordinaria en su conjunto, sería como si oyéramos crecer la hierba y los latidos del corazón de una ardilla, y moriríamos de ese rugido que se esconde al otro lado del silencio. Tal como están las cosas, el más perceptivo de nosotros camina por el mundo bien protegido por la estupidez.
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Siempre había sabido de forma general que no era rico, pero nunca se había sentido pobre y carecía de capacidad para imaginarse el papel que la falta de dinero desempeña a la hora de decidir el comportamiento de los hombres, porque no había sido nunca motivo de sus acciones.
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Hasta donde alcanzaba su memoria común, siempre había existido una mezcla de crítica y de temor reverente en la actitud de Celia hacia su hermana mayor. La pequeña soportaba el yugo; pero ¿existe alguna criatura sometida al yugo que carezca de opiniones personales?
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Se daba por sentado que el parecer de las mujeres tenía muy poco peso, pero la gran salvaguarda de la sociedad y de la vida doméstica consistía en que las ideas no determinaban la conducta. Las personas en sus cabales se comportaban igual que sus vecinos, y así, si había algún loco suelto por la zona, siempre era posible enterarse y evitarlo.
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No hay duda de que tal perseverancia era el mejor camino para conservar la propia dignidad; pero el orgullo sólo nos ayuda a ser generosos, no nos hace serlo, como tampoco la vanidad nos dota de ingenio.
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Una persona incapaz de ver un asunto cualquiera desde diferentes puntos de vista tiene una mentalidad muy estrecha.
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Es un poema épico griego compuesto por 24 cantos, atribuido al poeta griego Homero. Narra la vuelta a casa, tras la guerra de Troya, del héroe griego Ulises