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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
28 November 2017
Tenía este ensayo en la estantería hace siglos, pendiente no porque no quisiera leerlo (todo lo contrario, me moría por hacerlo), pero tenía miedo. Miedo a que me defraudase y no encontrase todo lo que yo esperaba encontrar. ¿Por qué? Porque a una amiga le ofendió mucho este artículo, se indignó mucho con él, decir que puso a la pobre Eliot a caer de un burro es poco... y George Eliot es nada menos que una de sus escritoras favoritas, pero ella no entendía que Eliot tirase tantas piedras sobre otras novelistas contemporáneas.

Y qué queréis que os diga, me arrepiento de no haberlo leído antes, porque me he llegado a reír a carcajadas en algunos párrafos. Y ya lo he dicho alguna vez, yo no soy de reírme cuando leo un libro. Mary Anne Evans era una mujer de mucho, muchísimo carácter, e hizo durante toda su vida lo que creyó conveniente pasándose por el arco del triunfo todas las convenciones sociales victorianas. Si esta personalidad arrolladora la combinamos con un talento (genio) maravilloso para la escritura, da como resultado algo como este ensayo, tan ácido que no hay pastilla efervescente que lo suavice.

Pero vamos a poner todo esto en su contexto. Este ensayo fue realmente publicado como artículo en la revista Westminster Review en 1856, donde escribía reseñas de libros. Mary Anne Evans aun tardaría tres años más en publicar su primera novela, Adam Bede, y cuando lo hizo, usó el que sería su nombre como escritora a partir de entonces, George Eliot, un seudónimo masculino. ¿Por qué? Porque quería que la tomaran en serio, y porque quería desvincularse de la literatura femenina que predominaba en la época, que consistía básicamente en novelas tontas de escasa calidad que salían de la pluma de mujeres de la alta sociedad con mucho tiempo libre y escaso talento. Y este artículo (y vuelvo al comienzo del párrafo), que como digo es anterior a su época como novelista, ya dejó bien clarito lo que opinaba sobre ese tipo de literatura y supone la avanzadilla de la decisión que adoptó años después de no usar su verdadero nombre (bueno, que viviese en pecado con un hombre casado también tuvo algo que ver).

Si por mí fuera, os citaría páginas enteras, pero como no puedo (ni debo), os cito el primer párrafo, que ya es toda una declaración de intenciones:

El género de las Novelas Tontas Escritas por Mujeres tiene muchas subespecies que, según la calidad concreta de la tontería que predomine en ellas, pueden ser superficiales, prosaicas, beatas o pedantes. Pero la amalgama de todas estas subespecies variopintas produce un género —basado en la fatuidad femenina— donde pueden incluirse la mayoría de estas novelas, que podríamos llamar del estilo de «artimaña y confección».

Y a partir de ahí empieza a desglosar uno por uno durante al menos cuatro páginas todos los clichés habidos y por haber de este tipo de novelas. Y no solo eso, sino que en páginas posteriores tira de ejemplos, y no se corta ni un pelo en citar párrafos e incluso páginas de títulos muy concretos. Además divide las novelas tontas en muchas subcategorías de las que no hay que perder de vista el retintín de los nombres: género oracular, género de la toquilla blanca, género antiguo remozado...

Huelga decir que la pusieron a caldo en su época. No solo criticaba a las de su género y parecía ponerse por encima de ellas sin haber siquiera escrito un solo libro, sino que además señalaba con el dedo a autoras y novelas que en aquellos momentos causaban auténtico furor. Por si alguien se lo pregunta, ninguna de estas autoras y ninguno de estos libros son recordados ahora. Compensación, Laura Gay, Rango y belleza, El enigma: un fragmento de las crónicas de la Casa Wolchorley, La vieja iglesia gris... mala literatura que tras el boom de su época desapareció para no dejar rastro.

¿Qué es lo más irónico de todo esto? Que algunos de los clichés que tanto critica luego formaron parte de su obra, incluida la que está considerada por algunos como la mejor novela de todos los tiempos en lengua inglesa, Middlemarch. Pero claro, los derroteros de la prosa de esta señora poco tienen que ver con los estrafalarios párrafos que ella critica en el ensayo. Aun así, la reprobación sobre esta tesis fue la que fue... ¿qué derecho tenía ella a señalar con el dedo a nadie?

Y es que quizás lo que define este artículo no sea lo que dice, sino cómo lo dice. Eliot tira de inteligente sentido del humor, pero también se muestra mordaz, satírica, ácida e incluso cruel. Desborda vehemencia y apasionamiento en todas y cada una de sus palabras y, aunque todo está barnizado de ironía feroz, transmite la honda preocupación que sentía por el papel de la mujer en la literatura. No quería que estas malas novelas definiesen el papel de la mujer en la cultura, que los hombres al leerlas creyesen que la educación de la mujer estaba malgastada. le horrorizaba que por culpa de esas novelas tontas de damas novelistas que también consideraba sin duda bastante estúpidas y vanidosas, no se tomase en serio a otras mujeres escritoras que sí tenían talento; no quería que se metiese a todas en el mismo saco. Hay que recordar que estamos a mediados del siglo XIX, que las mujeres comenzaban por fin a tener peso en la literatura, ya firmaban con sus auténticos nombres y se dedicaban a ello profesionalmente, pero muchas de esas escritoras solo cogían la pluma como forma frívola de pasar el tiempo, arrastrando a las buenas autoras con ellas.

Decía Eliot que una mujer no debía atreverse a publicar sin estar preparada para las consecuencias, que debía respetar el carácter sagrado del arte literario, y que el intelecto medio de las mujeres estaba mal representado por ese grueso de la literatura femenina que escribía malas novelas. Yo creo que no queda lugar a dudas sobre lo enfadada que estaba Eliot cuando escribió este artículo. Llegaron a acusarla de ir en contra de las mujeres, de no defender a su propio género, pero yo creo que precisamente sus argumentaciones deben tomarse en el sentido totalmente opuesto: defendía que la inteligencia y el talento literario de la mujeres estaba muy por encima de esas malas escritoras y sus respectivas obras. Que esas novelas tontas no debían definir lo que las mujeres podían aportar a la literatura. Creía que esas novelas tontas denigraban a las buenas escritoras, y que el hecho de que estas malas novelas recibiesen alabanzas hacía un flaco favor a la buena literatura que no recibía tantas atenciones por parte de la prensa (¿esto no os suena como muy actual en general dentro de la literatura hoy en día?). Eliot más o menos viene a decir que no por ser mujeres el libro que han escrito tiene que ser bueno; que no por ser la autora una mujer hay que defender un libro si su calidad es cuestionable. Y defiende que está en todo su derecho de decirlo, aunque ella también sea mujer.

Ya digo por ahí arriba que se pasaba los convencionalismos sociales por el pitiminí xD.

Que conste que las iras de Eliot solo van dirigidas hacia la mala literatura femenina de la época (lo que contradice la acusación de que cargaba contra las mujeres porque sí), porque no le duelen prendas en alabar a otras contemporáneas suyas que sí que desbordaban talento (Elizabeth Gaskell, Charlotte Brontë, Harriet Martineau), pero este artículo deja muchas preguntas en el aire: unas sobre la potestad que podría tener o no Eliot para criticar abiertamente a nadie de esta manera (llevase o no llevase razón al decir que son novelas malas y tontas a pesar de su éxito), y otras sobre la vigencia que todavía tienen muchas de las cosas que ella dice. Porque es un ensayo rabiosamente actual en algunos de sus conceptos.

¿Hay temas femeninos y temas masculinos en la literatura? ¿Cuál es el fin último de la literatura, el entretenimiento o el arte? Estas son algunas de las preguntas que lanza la prologuista y traductora de la edición de Impedimenta, Gabriela Bustelo. Yo añadiría otras dos. ¿Nos meten la prensa y la crítica especializada muchas obras de escasa calidad por los ojos arrinconando novelas muy superiores? ¿Nos dicen ellos lo que tenemos que leer? Porque tanto estas cuestiones como las arriba mencionadas de Bustelo también se abordan en este ensayo. Como veis, son preguntas que a día de hoy siguen surgiendo en debates, redes sociales, artículos de opinión...

Tal y como he ido comentando a lo largo de la reseña (que un poco más y me queda esto más largo que el ensayo xD), a pesar de que Eliot tira a dar en todas y cada una de las sus páginas, y que se nota lo molesta que estaba con el tema, lo hace con mucho sentido del humor, afilado ingenio, y mucha ironía y sarcasmo. Te saca la sonrisa muchas veces (ya digo que a mí han sido más que eso), y al mismo tiempo te hace reflexionar sobre el papel que comenzaba a tener la mujer en la literatura a mediados del siglo XIX y cómo muchos de los hilos de debate que abre siguen vigentes hoy en día. Quizás a Eliot podrían reprochársele más las formas que el fondo... pero es que entonces perdería toda su esencia. ¿Se muestra prepotente en el ensayo y menosprecia a otras autoras contemporáneas? Yo creo que eso ya tiene que valorarlo cada lector, porque está visto que este ensayo despierta opiniones muy controvertidas... hace 160 años, y ahora.
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