Ya dijo Umberto Eco que para entrar en el monasterio había que subir la colina de la montaña. Este libro se siente así: las primeras doscientas páginas son duras, hay que salvarlas, hay que nadar entre términos y conversaciones teológicas para llegar al fondo del misterio que es el corazón del libro. Aunque Umberto Eco y su tendencia a escribir ensayos dentro de sus novelas a veces me cansan, no puedo negar la relevancia y la belleza del libro ni su interés, a pesar de todo. Si eres un lector al que le gusta una lectura rápida y fácil, este libro no es para ti. Si, como yo, disfrutas de profundizar en temas y entrar en ese modo "estudioso" que algunos libros facilitan, entonces dale una oportunidad a este ya clásico. |