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Crítica de Yani


Yani
08 January 2019
Quiero empezar diciendo (opinando, en realidad) que la contratapa de mi edición me resultó un tanto engañosa. En una parte intenta recomendar el libro tanto a los lectores que busquen una novela culta como a aquellos que aman el entretenimiento. Yo no lo vi así: difícilmente un lector que busca el entretenimiento se divierta con una novela en donde abundan largas disertaciones sobre filosofía (de la buena, no de la barata), doctrinas religiosas, intrigas políticas y hasta un poco de historia de la lengua. Sigo sosteniendo que Eco es un escritor que selecciona a su público e incomoda a aquel que no está a la altura (lo dije en La misteriosa llama de la Reina Loana). No hay nada malo en ello (tiene todo el derecho a hacerlo), pero las advertencias siempre se hacen para algo. El enojo latente en las opiniones sobre este libro tiene bastante relación con la trama de fondo. al parecer, el conocimiento a veces se convierte en una amenaza, no en algo digno de ser amplificado y/o admirado. Si a alguien le molesta que Umberto Eco sea una persona que sabe mucho y que tiene ganas de volcar todo eso en sus novelas, puede optar por no leer sus libros. Estoy casi segura de que Eco no se ofenderá porque no lo hizo. Y punto.

Afortunadamente, El nombre de la rosa tiene “aspecto” de espantar gente. Ladra, pero no muerde. Más allá de que haya referencias históricas (creo que usaré bastante esa palabra en esta reseña), más allá de que se confronten distintas “ramas” de la religión, más allá de que aparezcan párrafos en latín (el horror) y nombres de libros al estilo Borges, todo está planteado con sencillez, sin sobresaltos. de hecho, me sorprendió que algunas cosas fueran más simples de lo que creía. Pero además de ideas este libro tiene una historia, por supuesto. Adso de Melk es un joven novicio de la orden benedictina al que lo envían junto con fray Guillermo de Baskerville para emprender un viaje. Ese viaje (del que Guillermo sabe mucho y Adso, hasta el momento, no sabe nada) tiene como punto final Italia, más precisamente una abadía en donde sucedió algo fuera de lo común ¿Pistas? Guillermo demuestra, apenas llega al lugar, una gran capacidad para leer signos, huellas, y deducir. Para algo lo habrán invitado a ir.

Y es así como nuestra versión franciscana de Sherlock Holmes (no estoy equiparando) y el fiel (aunque un tanto inútil) ayudante se ven metidos en una madeja, en un laberinto o en cualquier otra cosa que resulte confusa y asfixiante. Si había algo que podía hacer que la historia fuera más fascinante era la centralidad de la biblioteca. Apenas transcurren un par de capítulos (no es spoiler, tranquilos) ya se empieza a sospechar que la misión de Guillermo podría pasar fundamentalmente por la biblioteca de la abadía, que está llena de textos antiguos, permitidos o prohibidos, que representan el saber. Es terrorífica. Me gustó mucho que ese fuera uno de los escenarios más recurrentes y que, gracias a ello, se hicieran muchos comentarios sobre el uso y abuso de los libros, sobre la capacidad de leer, sobre la avidez de conocimiento, sobre el recelo con el cual uno protege ciertos libros. Hasta ahora no había visto que se trataran con tanta insistencia en una novela de ficción (o tal vez yo no recuerdo haber leído una, cosa que a estas alturas de mi vida ya es normal… pero sí me acordé de otros leyendo El nombre de la rosa).

Adso es el narrador de esta historia y ofrece una mirada particular. Su forma de contar no es para nada aburrida, le da ritmo al transcurso de los hechos. Aquí lo enlazo con la escritura: no es un estilo rebuscado, hay palabras que pertenecen a ciertas disciplinas pero no estancan la lectura. La dificultad las traen el latín y otros idiomas que aparecen con menos frecuencia. Hay un truco para no patalear con eso (a mí me funciona) cuando no conocen el idioma: lean primero todo el capítulo que tenga la frase que los complique, no se detengan. Cuando lo terminen, vuelvan y traduzcan, aunque probablemente se den cuenta de que igual entendieron lo esencial. Eco es filólogo y se le nota a la legua, incluso en ciertas actividades de los protagonistas que resultan complicadas de seguir. Y ahora vuelvo a Adso. En varias ocasiones es un espectador, casi no participa de las discusiones. Su función parece estar limitada a hacer las preguntas adecuadas para que Guillermo suelte un poco el hilo de sus razonamientos. No lo consigue del todo: Guillermo es bastante reservado con sus hipótesis y en más de una ocasión el lector le gritará mentalmente, pidiendo al menos un dato. Pero también Adso puede ser un protagonista como se debe, alguien que se involucra demasiado en los acontecimientos y que intenta, desde su yo presente anciano, transmitirle todo lo posible al lector, incluso cuando no hay palabras para describir.

Sobre los demás personajes, no puedo agregar demasiado. La mayoría de ellos, como el abad, Severino o Malaquías, son dueños de algunos saberes específicos que los meten de lleno en el problema o que los señala como una ayuda. Otros, como Ubertino, son las voces de la reflexión: están para discutir y recrear un contexto (el siglo XIV) que repercute en la abadía, la toma desde afuera hacia adentro. Estructuran las digresiones cultas que están diseminadas durante toda la novela. Algunas son extensas y hasta parecen sobrar, pero se gana más leyéndolas que salteándolas. Lo importante es que los personajes no son de esos con los que uno forma relaciones inexistentes. No despiertan otra cosa que sospecha. En mi caso, hasta resentimiento. Detalle aparte: no hay personajes femeninos. Hay uno, sí, y a otras mujeres se las menciona, pero por ser una abadía es lógico que no aparezcan.

¿Por qué no cinco perfectas y doradas estrellas? El final tiene un buen giro, pero la ejecución no terminó de resultarme convincente. Anticipé ciertos mecanismos porque los leí en otros libros (más nuevos que este, puedo decir en su defensa). Se reflexiona sobre cosas muy sensatas y otras muy descabelladas y de repente, debido a la falta de ciertas habilidades… el ridículo. Si bien puedo conformarme con pensar “está genial que no todo sea perfecto”, tampoco puedo dejar de ser ilógica. No puedo comentar con más detalles. También pesa en la estrella que falta la delineación de algunas subtramas que no llegaron (desde mi humilde punto de vista) a buen puerto y que tal vez hubieran sido más llamativas que otras que no lo hicieron. Sé que son observaciones superficiales sobre la trama, pero son las primeras que se evidencian. Todavía necesito chequear un par de anotaciones que hice, así que dentro de un año o dos volveré a leer este libro para que hable un poco más.

El nombre de la rosa es un enigma, es un laberinto (¿habrá alguna Ariadna?). Es una novela de misterio, de terror, de ideas, de historia. Es un dolor de cabeza de los buenos y pide un lector paciente, que no se desanime. No me decepcionó y cumplió con las expectativas, ya que resultó ser tan genial como me habían dicho todos los que me comentaron este libro. Eco es un autor y un pensador extraordinario y quiero seguir leyéndolo, así que estoy segura de que me esperan más situaciones rebuscadas, una tormenta de referencias (gracias por existir, Google, enciclopedias y diccionarios) y erudición por todas partes. Suena desafiante. Así que El nombre de la rosa se va a mis favoritos.
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