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Crítica de Lyra


Lyra
13 May 2021
La reseña de esta obra no la tenía prevista. No sé por qué. Quizás porque esta es una lectura ligera y mis reseñas, hasta el momento, han orbitado en torno a novelas de cierta envergadura. Pero fue el otro día conversando con una compañera cuando el libro me vino de nuevo a la cabeza.

¿Qué haces un fin de semana sin dinero? ¿Qué haces una tarde cuando ya te has aburrido de echar y echar currículums? ¿Qué haces una mañana cuando ya has acabado todos los cursos gratuitos habidos y por haber? ¿Qué haces si en tu entorno nadie tiene un rato libre que compartir? ¿Qué haces si te apetece disfrutar en soledad? ¿Qué se hace cuando no se tiene nada que hacer?

Fue naufragando entre estas y otras cuestiones cuando recordé: Plan B. 25 actividad gratuitas para tiempos de crisis. Yo ya había tenido este libro en mis manos anteriormente y me había resultado curioso y entretenido. Lo busqué y lo regalé. ¿A quién? A una persona que lo necesitaba. Porque este libro puede gustar, pero sobre todo se puede necesitar. Y tal necesidad puede venir dada por circunstancias especiales o por momentos diferentes a los que una persona ocupada (personal o profesionalmente ) suele vivir. No obstante, gustar, puede gustar a cualquiera. El autor de este compendio de ideas es José María Echeve Echepare, santanderino licenciado en Historia del Arte. P

Tal y como la propia sinopsis indica, este es un libro de ideas o de sugerencias, y no de consejos para una vida mejor, ni de teorías, ni de divagaciones ni de análisis psicológicos, económicos o sociales. Solo ideas.


¿Un ejemplo? Antes de envolver el libro, lo hojeé de nuevo y me releí la actividad "Ordenar papeles viejos". Puede parecer una tontería. Si buscas entretenimiento, "ordenar" no suena divertido (a no ser que seas Mónica, de Friends). Probé. Los papeles han de ser viejos: tickets, cartas, entradas, etc. Yo lo hice a mi manera. Me senté en la cama y observé pausadamente la corchera que cuelga de la pared de mi habitación, en la que durante años he pinchado todo aquello que me apetecía conservar.


Encontré , en ese corcho, multitud de momentos que , sujetos por viejas chinchetas, desafiaban día tras día al calendario. Muchas noches antes de apagar el flexo de mi habitación miro rápido esos papeles y me llevo a la cama conmigo uno de esos recuerdos. Pero hacía mucho tiempo que no los inspeccionaba con detenimiento, que no escrutaba las fechas, que no me fijaba en la caligrafía de las notas o que no intentaba traer a la memoria los detalles que motivaron mi interés por conservar aquellos trozos de papel.


Numerosas entradas de conciertos ,una foto de periódico en la que tres amigas leemos concentradas en la biblioteca, la letra de una canción garabateada en unos viejos apuntes, un azucarillo con la cara de mi poeta favorito estampada, una postal de París, el primer dibujo que me hizo mi hermano pequeño, una etiqueta de material arqueológico de la primera excavación a la que asistí, un billete de avión que llegó en un cumpleaños alucinante, la púa de un concierto que ya acumula ocho años de polvo, la pulsera de un festival pasado por agua, el ticket de mi primer café Starbucks, unas albarcas talladas a mano por el último ebanista de mi pueblo...

¿Qué más? Veamos: artículos de periodistas cuyas palabras me hacen seguir adelante, las entradas de todas las cuevas que visité, un planning titulado "Nosotras y las fiestas de este verano", el envoltorio de un paquete de Sugus compartido que, tras muchas horas estudiando, nos supo a gloria, la tarjeta de embarque de aquel avión que a punto estuve de perder por exceso de diversión...

Mi primera entrada de cotillón, postales de monos y chimpancés (mi debilidad) firmadas por amigos, dibujos de tantos niños a los que cuidé o di clase, envoltorios de regalo con dedicatorias rápidas y geniales, negativos de fotos que nunca fueron reveladas, post-it que me han ido dejando en cuadernos, hojas, estuches, mesas... con mensajes difíciles de olvidar.

También, pedazos de carteles robados, la tarjeta de agradecimiento del anciano al que enseñé a usar "el interné", números de teléfono en servilletas, grandes ideas apuntadas en etiquetas de cervezas, trozos de un disfraz, recortes de personas a quienes admiro y que desde el papel de periódico me dicen: "Nadie dijo que fuera fácil". Por uno de los costados, el primer y humilde premio que gané por algo que escribí...

Y, aunque difícil de encontrar, algún recóndito y diminuto hueco libre en el corcho que me recuerda que aún queda mucho por vivir.

Fue, el mío, un rato genial. Yo no tenía papeles viejos que ordenar, yo tenía recuerdos. Recuerdos felices. Todos y cada uno de ellos. Recuerdos que, sin pensarlo, volvería a vivir. Quizás por ello permanezcan ahí colgados. Quién sabe si una tarde necesite un plan B. Por si se diera el caso, ahí, en mi pared, tengo montones de planes B. Desordenados, eso sí. Lo de poner orden sólo era un excusa.

Si vosotros tampoco conseguís ordenarlos, no os preocupéis. Sospecho que así acaban todas las tardes en que alguien se pone a ordenar papeles viejos. Y, por ello, Echeve nos avisa:


"Casi es de noche. Has tirado la tarde entera y muy pocas hojas. No importa, pues el viaje ha merecido la pena. Te bebes un vaso de agua asomado a la ventana. No hace falta ser un lince para darse cuenta de que no has ordenado los papeles, pero sí un poquito tus entrañas".
Enlace: https://ecosdecaliope.blogsp..
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