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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
28 November 2017
A veces me pongo a revisar estanterías en busca de la siguiente lectura, y me sorprendo al ver libros que hace meses (¿años?) que están ahí esperando a que me digne a abrirlos y leerlos. Así que los miro, ellos me miran a mí, y el que mejores ojitos me pone, por fin cae.

Y gracias a eso he leído por fin a esta pobre dama de provincias, que después de llevar ahí meses agazapada entre los libros cada vez más amontonados, ya se merecía un poco de atención. Me hubiese venido genial para el mes de la fantasía y el humor, pero bueno, ya no hay remedio (por el humor, claro... de fantasía, por desgracia para las amas de casa, tiene poca).

Supongo que había leído tanto y tan bueno de estos libros (porque son cuatro, si no recuerdo mal, de los que este es el primer volumen), que me daba reparo llevarme una mis famosas y consabidas decepciones. Pero no... me ha gustado mucho, me he reído mucho, y aunque quizás no es tan desternillante como lo venden, ¿qué más da? Sigue siendo un libro divertidísimo.

Hay que tener un talento muy especial para observar desde fuera lo cotidiano, la rutina en la que una misma vive y respira, y saber sacarle punta... ser capaz de hacer sonreír a los demás con las cabezadas de tu marido, las ocurrencias de tus hijos o las exigencias de unos criados que se ofenden por servir un tentempié fuera de hora y a los que les tienes un poco de miedo. Y eso mismo hace Delafield. Estos diarios son en parte autobiográficos, y supongo que nunca sabremos dónde terminaba la realidad y comenzaba la ficción, aunque a mí me parece todo tan posible y real que lo del "semi" me suena a querer que parezca algo exagerado sin realmente serlo. Porque aquí tenemos a una madre, esposa, vecina y, sobre todo y ante todo, mujer, lidiando con la casa, el marido, los hijos, los amiguitos de los hijos, las facturas, los milagros caseros del pan y los peces, los vecinos, las actividades extrafamiliares, las obligaciones sociales y el no morir exhausta en el intento... sinceramente creo que podría estar escrito hoy en día y no pasaría absolutamente nada. Este diario comenzó a publicarse hace 80 años y sorprende mucho, muchísimo, lo realmente moderna que es esta dama de provincias. O eso, o que no hemos adelantado nada.

Y así asistimos a un año de la vida de nuestra protagonista (de la que nunca sabemos el nombre), y conocemos su mundo: su marido, Robert, mueble de Ikea que cuando no está trabajando (le otorga el mismo empleo que a su marido real, administrador de fincas), está durmiendo detrás de su ejemplar del Times, que no habla salvo para criticar a alguien, que es incapaz de mantener una conversación con su esposa, y cuya única utilidad aparente es la de ir a la estación a llevar o recoger gente. Eso sí, nuestra protagonista siempre consigue que le deje hacer todo lo que quiera, por mucha resistencia que ponga al principio. Sus dos hijos, Vicky y Robin, son su debilidad. le molesta que la llamen madre perfecta, pero es lo que demuestra durante todo el libro. Adora a sus hijos, aunque como "madre moderna" intenta que no se le note. Y vuelvo a lo mismo que comentaba arriba. Estamos hablando de un libro publicado en los años 40 del siglo XX, años 30 si nos remitimos a cuando se publicaron originalmente las columnas en la revista Time and Tide (que por cierto nombra y publicita constantemente a lo largo del diario), y que luego compiladas dieron origen a los libros, y no cuesta nada reconocer realmente a una madre moderna de hoy en día. En aquella época todavía estaba muy implantado en la sociedad lo de ser madre y esposa como el cúlmen y único objetivo en la vida de una mujer, y nuestra protagonista se rebela contra ello (además lo deja bien claro en el libro en alguna que otra frase). Es madre, adora a sus hijos, los quiere por encima de todo, pero también necesita ser algo más que madre y esposa y hacer otras cosas que le hagan sentirse útil, tener aficiones, vivir experiencias diferentes... necesita realizarse y crecer como mujer además de ser ama de casa.

A todo esto unimos el manejo de su hogar, ya sea en cuanto a los criados como a su economía (su marido se desentiende absolutamente de todo lo que no sea ir a su puesto de trabajo, comer y dormir... e ir a la estación); tiene que mantener las apariencias de una solvencia económica que no existe, hacer malabares con las cuentas del banco al descubierto, aplazar pagos aquí, dar unas migajas que cubran el expediente por allá, la cocinera que se queja, la criada que es una tiquismiquis, la institutriz que es muy susceptible y se ofende por nada... Y unos vecinos que son cada uno de su padre y de su madre, como se suele decir. Y aún encuentra tiempo para irse de vacaciones a Francia o a pasar unos días a Londres y darse algún capricho.

Nuestra dama, a pesar de los apuros económicos tiene cierta posición social (como resulta evidente al tener dos criados y una institutriz en la casa, además de tener a su hijo mayor interno en un colegio de pago y caro), pero aun así resulta difícil no ponerse en su lugar en muchas situaciones porque son muy, muy reales. Y te saca la sonrisa con casi todas ellas.

Es un libro amable que se lee fácilmente y casi de una tirada. Y a pesar del sentido del humor que destila también da mucho que pensar en cuanto a la situación del ama de casa hace 70 u 80 años con respecto a ahora. ¿Realmente hay tantas diferencias? Porque leyendo a Delafield, sinceramente, no lo parece. Porque sí, su protagonista era una abanderada de la mujer moderna... pero es que de esto hace ya muchas décadas.

Como soy muy obediente, termino la reseña recomendando la lectura de este diario, tal y como Libros del Asteroide amablemente pide al final de la edición. Leeré los siguientes sin dudarlo (y espero no tardar tanto como con este).
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