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Crítica de Monbuk


Monbuk
21 February 2022
Dávila es la maestra del terror porque controla el ritmo como nadie, y de este carro no me bajo. Creo que es la primera vez que encuentro relatos con un esqueleto tan visible, con una narración que se escucha a través de cada coma. Lo que hace Dávila solo se puede conseguir cuando eres una reina de la escritura.

Mi memoria deja bastante que desear, pero con esta autora mexicana me ha pasado otra cosa extraña y es que no puedo no tener los pelos de punta acordándome de sus historias. Puede que el haberlas leído por la noche influyera. Puede que me hubiera pasado lo mismo si las hubiera leído a plena luz del día. Pero el caso es que si vuelvo a los títulos de los cuentos que he ido leyendo hasta ahora se me vuelve a poner la piel de gallina. Creo que un relato fantástico es bueno cuando te construye imágenes, y las de Dávila son potentísimas.

Su terror es, quizá, un terror más «clásico», sus cuentos siguen a menudo una estructura parecida: personajes con nombres y apellidos que empiezan a emarañarse en una situación extraña, insólita, que irá siendo cada vez más oscura hasta llegar a un final que corta como el papel. Difiere, en cierto sentido, del terror con el que podemos estar teniendo contacto hoy, pero eso no significa que no haya denuncia en los cuentos de Amparo, porque sí la hay: entre sus relatos, encontramos a menudo mujeres que se sienten encerradas, que se ven obligadas a cuidar a maridos que se han vuelto niños pequeños, que no ven en el matrimonio un destino al que aspirar, que sufren luz de gas —aunque no sepan que lo que están sufriendo tiene ese nombre—, que asesinan, que se retuercen, que gritan.

La narrativa de Dávila se escucha, repito. Y yo lo que oigo cuando la leo son escalones de madera que crujen, árboles meciéndose con el viento, puertas metálicas chirriando al abrirse, pasos, respiración. Es que por oír, oigo hasta las miradas de sus personajes.

Entré a leer a Amparo Dávila por conexiones, porque Alejandra Amatto Cuña establecía una relación entre ella y Mariana Enríquez al hablar de la maternidad en la literatura fantástica. Tengo ganas de ver a qué autora(s) me va a llevar Dávila, vaya forma bonita de construir genealogías.
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